Letralia, Tierra de Letras
Año IX • Nº 112
16 de agosto de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Artículos y reportajes
Poetas en Tránsito:
la subversión del optimismo
conspira en Caracas

Héctor Torres

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Poetas en Tránsito

La cita es los viernes, entre cinco y siete de la noche; y los sábados, de tres a cinco de la tarde. Al principio crearon un revuelo inédito. Luego de dos meses, algunos pasajeros aún los observan con desconfianza, buscando una explicación en los rostros de los compañeros de asiento. Otros ya los conocen y sonríen con cierta complicidad.

Son dos y abordan los autobuses luego de solicitar el respectivo permiso a los conductores, asegurándoles que ni van a vender ni a pedir dinero (práctica frecuente de los miles de desempleados que sobreviven en la ciudad) y, dependiendo del día, a veces tienen que insistirles que no van a hablar de política.

Traspasada la malencarada alcabala de los conductores, entregan un fósforo a cada pasajero mientras comienzan a leerles poemas. Al final, luego de agradecer la atención recibida, pregonan que "el fósforo que tienen en la mano puede ser una idea. Todos nosotros somos poetas en tránsito". Y en seguida, sin pedir nada a cambio, se bajan para tomar otro bus. Esta rutina la ejecutan cada fin de semana unas diez veces por jornada.

También es usual encontrarlos en algunos semáforos. En cuanto aparece la luz roja se colocan en medio del paso peatonal, desplegando carteles en los que desconcertados conductores pueden leer, antes de que cambie la luz, algo así como: "Leyendo poesía por las autopistas de la capital / sin ver el camino hablando como loco / de cosas irresponsables irracionales prohibidas". Luego se cambian a la otra vía y prosiguen en esa rutina, para luego "tomar" otro semáforo.

En ocasiones escogen a un transeúnte con cara de desaliento para seguirlo a distancia prudencial, leyéndole versos. Luego de acompañarlo un par de cuadras, seleccionan a otro. O entran a leer versos en las peluquerías ("el público más fácil", aseguran). O a las personas en las paradas.

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Poetas en Tránsito¿Frankfurt? ¿Amsterdam? ¿Nueva York? No, ocurre en la maltratada Caracas, capital de Venezuela, a la que en tiempos mejores se conoció como "la Sucursal del Cielo". Sus cuatro millones de habitantes tienen suficientes motivos para sentirse intoxicados de realidad: los tarantines del comercio informal abarrotan sus principales calles, no hay quien no tenga al menos un familiar desempleado, la basura se ha vuelto un problema endémico, la inseguridad arroja en promedio noventa muertes violentas por fin de semana, la ausencia de rubros alimenticios fundamentales —resultado de un férreo control de cambio instrumentado desde enero de 2003— impide llevar a casa los ingredientes de la dieta básica.

Y para completar el panorama, las calles se han vuelto el escenario preferido de la candente diatriba política. No hay concentración opositora a la que no le aparezcan las brigadas progubernamentales de choque, dando inicio a rutinarias batallas campales. En medio de este caos, autoridades de bandos opuestos acusándose mutuamente de las calamidades que soportan sus agobiados habitantes.

Dentro de ese torvo túnel, una luz con forma de sonrisa salta al rescate del optimismo ciudadano. Se llaman "Poetas en Tránsito" y son dos: Daniel Pradilla y Enio Escauriza, poetas venezolanos que no alcanzan los treinta años y forman parte de la nueva ola del disperso movimiento literario caraqueño, ese que ha crecido a la sombra de la crisis que se cierne como una nube oscura sobre la paz de ese país.

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"Dos personas murieron y otras cinco resultaron heridas de bala en los violentos disturbios que se registraron el viernes en Caracas entre simpatizantes del oficialismo y manifestantes de oposición, confirmó personal de socorro. El jefe de los bomberos de Caracas, Rodolfo Briceño, declaró que siete personas resultaron heridas de bala en medio de la revuelta y dos de ellos murieron horas más tarde cuando eran atendidos en un hospital local" (AP, 4/1/2003).

Poetas en Tránsito¿Las reacciones del desprevenido público a este asalto de poesía? Siempre abordan los autobuses suponiendo que nadie va a prestarles atención, y esas expectativas suelen ser superadas. Muchos pasajeros los ignoran, sí, o los miran con recelo; pero otros los aplauden, los bendicen, les agradecen con muestras de alegría. En una ocasión, un conductor —"las almas más duras del mundo", según afirman— los aplaudió. Los vendedores callejeros los reconocen, y ya gozan de una modesta celebridad: "Nos han invitado a unos ocho programas de radio", comenta un desconcertado Pradilla.

Los jueves se reúnen en la pizzería de un conocido músico venezolano, ubicada en la cosmopolita urbanización Los Palos Grandes, y ofrecen veladas poéticas. Antes de iniciar la lectura de textos reparten una hoja en blanco en cada mesa, rogando a los presentes que coloquen allí la frase que les fluya durante la experiencia. Al final del acto realizan un cadáver exquisito con los escritos del público, convirtiendo a los comensales en impensados poetas. En estos eventos suelen tener invitados, a los que denominan "transeúntes".

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"Los edificios de oficina / esas fábricas inmensas / de mujeres lindas / han decidido despachar toda la producción / mientras el resto / potenciales poetas del vértigo / miramos asombrados en las aceras". Daniel Pradilla.

Poetas en TránsitoCaracas se divide en cinco municipios: Libertador, Sucre, Chacao, Baruta y El Hatillo. Los dos primeros son los de más alta densidad poblacional. En ellos se concentra la población de más escasos recursos de la ciudad. En el municipio Sucre, al extremo este, se encuentra Petare, laberíntico enclave urbano en el que confluyen más de doscientos barrios pobres. Se dice que es uno de los mayores focos de miseria de Latinoamérica. Al otro extremo opuesto, al oeste, se encuentra Catia.

En Petare se encuentra la penúltima estación de la línea uno del Metro. Desde temprano, cerca de las cinco y media de la mañana, verdaderas olas humanas invaden sus instalaciones para entrar al sistema que los distribuirá hacia sus trabajos en los diversos centros financieros y comerciales de la ciudad: Altamira, Chacao, Plaza Venezuela, Bellas Artes y La Hoyada son las estaciones más cercanas a muchos de ellos. Desde el otro extremo, en el oeste, se opera la misma migración matutina, en sentido inverso. Pero, con todo y Metro, el congestionamiento vehicular de Caracas es mítico.

La necesidad de evadir el tráfico ha dado nacimiento a novedades como las mototaxis. En cualquier zona se pueden ver entre cinco y diez motos, usualmente blancas, con la inscripción TAXI en sus costados. Cerca, o sobre las motos, los taxistas, en franela y casco (y el del potencial cliente en un brazo) conversan esperando al desesperado transeúnte que contratará sus servicios.

Y, por supuesto, están los "carritos", que es como coloquialmente llaman los caraqueños a los microbuses de transporte de pasajeros. Los capitalinos emplean hasta dos horas diarias de su día dentro de esas cabinas productoras de humo, impaciencia y hacinamiento. Ese es el escenario predilecto de los "Poetas en Tránsito".

Y la ciudad, agresiva en grado superlativo, como una mujer con demasiadas decepciones a cuestas como para no sospechar de las aparentes buenas intenciones, se coloca a la defensiva ante estos poetas que la acechan.

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Santo chofer, / Que me llevas a la casa y no me hablas, / Que me sacas del trabajo y de la cola, / Que permites que el poeta de mi lado me recite / Su silencio, // Santo chofer, / Concédeme el deseo de botar menos humo, / De montar estudiantes, / De no comerte mis luces, / De bajar el volumen de mis tormentos, / Y de reírte, de reírte. Enio Escauriza.

Poetas en TránsitoEscauriza y Pradilla son dos tipos normales, nada excéntricos. Habíamos contactado para vernos ese viernes, y estuve puntual en la esquina de la avenida Francisco de Miranda que me indicaron, desde donde accionan los viernes. Los sábados corresponde a las avenidas México y Bolívar.

El primero en llegar fue Escauriza. Nos fuimos al café donde urden su itinerario del día y pedimos dos cervezas. Mientras conversábamos, apareció Pradilla. Me explicaron las distintas modalidades de acción (autobús, pancarta, peluquería, aceras y perrocalientes), y aunque no siempre las atacan todas en un mismo día, ese viernes me iban a ofrecer una muestra completa del repertorio. Así que, una vez planificada la travesía, salimos a la calle.

Comenzaríamos con "pancartas". Nos colocamos en la esquina de la calle Elice, en uno de los puntos más congestionados del este de la ciudad, e iniciaron su labor mientras yo realizaba la sesión de fotos. No transcurrirían quince minutos cuando comenzaron los incidentes. En esa esquina se encontraban unos diez policías, que al principio sólo mostraban cierta inquietud, pero luego no aguantaron e "invitaron" a Escauriza a un módulo móvil cercano. Detrás fuimos Pradilla y yo.

En la pequeña oficina nos explicaron, muy amablemente, que por ordenanza municipal, estaba prohibido hacer proselitismo político o promociones comerciales sin la debida autorización. No hubo manera de explicarles que no hacían ni una cosa ni la otra. Al final, uno de los policías nos confió: "Entiendo que no están haciendo nada malo, pero las cuestiones están muy alteradas en estos días", conminándonos a escoger un sitio menos transitado.

En la próxima esquina en que nos ubicamos, un policía motorizado, al divisarlos, se detuvo de inmediato e inició una conversación por radio. "Aquí ubiqué a los ‘veintitrés’ ", dijo en su jerga policial. Precisado por su interlocutor a especificar la naturaleza del código, respondió, sin poder ocultar una risita: "Poesía". Luego les informó que, a pesar de comprender lo inocente de su "legítima demostración ciudadana" (como la había definido Escauriza), el alcalde había pasado minutos antes por esa esquina y había amonestado a los jefes policiales. "Nadie quiere que las cosas se compliquen. Menos un viernes", concluyó.

En Caracas nada parece inocente. Y lo que esencialmente lo es, despierta doble recelo. Exhortados por segunda vez a abandonar la calle, pasamos a otra modalidad.

Las peluquerías son, ya se dijo, el público más fácil. Adentro de la escogida al azar, fuimos recibidos con una actitud hostil que cambió paulatinamente a medida que leían versos, al punto que las peluqueras no los querían dejar ir. Tanto insistieron, que debieron obsequiarles otros poemas en la puerta del local. El brillo en sus miradas delataba una nostalgia por palabras dulces que transformó la burla de bienvenida en cariñosa despedida. Es la alquimia de esas palabras que, por su ritmo, por su extrañeza, despiertan anhelos por mundos distantes de los innumerables agobios cotidianos.

En los "carritos" el ambiente estaba "heavy". Luego de hacer las primeras fotos, descubrimos que la presencia de la cámara perturbaba. Al menos tres veces tuve que explicar el motivo de las gráficas. Otro síntoma del estado de paranoia en que se desenvuelven los caraqueños. Cuando renuncié al soporte gráfico, las sesiones fluyeron con un poco más de magia.

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"Al menos un muerto y seis heridos dejó hoy una confusa balacera que se desató en una concentración de opositores al presidente venezolano, Hugo Chávez, que se realiza en una empobrecida zona del oeste de Caracas. El comisario policial Lázaro Forero dijo a una radio local que un hombre de 48 años falleció tras recibir un balazo en la mandíbula" (Ansa, 24/5/2003).

Poetas en TránsitoConsultado en torno a las razones de ese asalto poético, Pradilla (ingeniero en producción especialista en códigos de barra y socio de una pequeña compañía consultora) nos confiesa dos razones, la formal y la personal. La formal es que suponen que la gente que más necesita poesía no es la que asiste a los recitales. "Queremos una ciudad y como no la tenemos la andamos buscando, la presentimos en la gente que trabaja, que vive, ama y padece la urbe, esos verdaderos poetas en tránsito", afirman en su página web.

La íntima es más impactante: "Necesitaba salvarme. La crisis me estaba sumiendo en una depresión tremenda. Me costaba levantarme temprano para ir a la oficina", agregando que la energía que se crea al subirle el ánimo a tanta alma apesadumbrada "me da fuerza. Me siento protegido".

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"No voy a hablar mal de los políticos, / De los racistas, de los genocidas, / Los deforestadores, los chismosos, / Los insensibles, pero nadie, / Nadie me puede impedir pensar mal sobre ellos". Enio Escauriza.

Poetas en TránsitoApenas suben a las unidades saben, por el más mínimo gesto, quién necesita una terapia de poesía. Es a ella (porque usualmente es "ella") a la que se le colocan respetuosamente cerca y le regalan los versos. Hasta yo aprendí a distinguir qué chica sonreía subrepticiamente, cuál miraba de soslayo, quién se ruborizaba tenuemente, agradeciendo el regalo que se imponía sobre el concierto de cornetas, gritos y ruidos de motores.

Luego de unos diez autobuses y unas decenas de poemas a parejas, a gente en las paradas, en las cajas registradoras de un automercado y en un puesto de perroscalientes, cerca de las siete y media, dimos por terminada la jornada. De allí volvimos al café, para comentar anécdotas y precisar ciertos aspectos, a efectos de esta crónica.

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"Cincuenta y tres fallecidos, ochocientos dieciocho heridos, sesenta y ocho bombas y ciento dieciocho atentados. Estas son las cifras que resumen la diatriba política —confrontación en la mayoría de los casos— entre oposición y gobierno en los últimos diecisiete meses. Estas cifras no incluyen los doscientos cuarenta fallecidos en zonas rurales como consecuencia de disputas agrarias, la mayoría de ellas producto de ocupaciones ilegales" (El Universal, 26/5/2003).

Poetas en Tránsito¿Cuánto durará? ¿No tienen miedo de cansarse, de repetirse? Al respecto, Escauriza (que además de músico y compositor es estudiante de sociología) sabe que PET va a morir en un momento, agregando que si bien no saben cuándo, sí sueñan cómo: quieren alquilar una funeraria para velar en un féretro las experiencias recabadas (fotos, anotaciones, poemas, pancartas). "Es parte del tránsito", acota.

Mientras llega ese momento, y quizá presintiendo una cercana muerte, siguen con los proyectos. El próximo es grabar un CD con sonidos que recogen de sus andanzas en la calle, al que le van a montar encima poemas acompañados de música, tanto acústica como digital. "La experiencia de Poetas en Tránsito no es fácil de retratar, y a falta de un formato audiovisual, el disco se acerca más a su esencia que un libro", indica.

Y el tema Dios no ha sido ajeno al asunto. Rememora Escauriza que la primera vez que hicieron un autobús, las dudas acechaban. El aplauso que recibieron, al bajarse de la unidad, marcó el destino del asunto. "Es que el tipo necesita a dos pendejos que estén ensalzando la vida, porque ese es su gran morbo", filosofa convencido, entre las cervezas con las que nos refrescamos al final del trabajo.

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Lo que comenzó como una necesidad de salir de la crisis espiritual en que el estancamiento económico y el corrosivo ambiente político del país tiene sometido a sus habitantes, ya muestra resultados. Con el tiempo "se adquiere más seguridad", acota Pradilla. Y se siente con más ánimo para ir a la oficina. "Las sesiones generan un gasto emocional que nos revive", completa Escauriza.

Sin saber a dónde llegarán, siguen llenando espacios de poesía. El primer enunciado de su declaración de principios reza: "Nuestro público son los verdaderos poetas, los Poetas en Tránsito pretenden ser sus cronistas y aprender de ellos". Una completa estética de esa nueva poesía para la calle.

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"Olvidé tu poema de amor / En el pantalón de ayer / Salí desnudo, / Aventurado a las dos ciudades de tus ojos, / No pude resistirme, / Tuve que inventarme unas camionetas como diademas, / Protectoras de la verde joya deltana de tu pubis, / Esto me ha acercado a dios, al chofer del planeta, / Que me cumplió el deseo de amarte hasta tu próxima parada". Enio Escauriza.

Poetas en TránsitoCaracas está espiritualmente enferma. Se está desquiciando. Para estos trovadores del siglo XXI es razón suficiente para entender que su lugar está en la acera, no frente a las butacas cómodas y la temperatura controlada de un auditorio. Y mientras el gobierno venezolano (que ha informado acerca de unos ocho magnicidios sin revelar pruebas) ve en todo gesto de disidencia, inconfesables intenciones golpistas, los "poetas en tránsito" siguen perpetrando la única subversión que sacará a Venezuela del atolladero: la del optimismo, la que advierte a los venezolanos que la poesía —esa que los políticos desdeñan— puede salvarlos, y que lo único efectivo contra la crisis es encender el fósforo de la esperanza, para iluminarse durante estos tiempos difíciles.

Y estos duendes de la acera, expresión de una generación de venezolanos decididos a no dejarse arrebatar el país que sueñan, les tiene malas noticias a quienes insisten que para hacer la historia se debe derramar sangre: la inminente guerra civil en que supuestamente se sumirá esa nación de gente alegre y hospitalaria se puede quedar esperando. Y recuerdan a los caraqueños que, si se toman la molestia de mirar los ojos de los que les rodean, sólo encontrarán seres humanos.


       

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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 30 de agosto de 2004 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes