La cita es los viernes, entre cinco y siete de la noche; y los sábados, de tres a cinco de la tarde. Al
principio crearon un revuelo inédito. Luego de dos meses, algunos pasajeros aún los observan con
desconfianza, buscando una explicación en los rostros de los compañeros de asiento. Otros ya los conocen y
sonríen con cierta complicidad.
Son dos y abordan los autobuses luego de solicitar el respectivo permiso a los conductores,
asegurándoles que ni van a vender ni a pedir dinero (práctica frecuente de los miles de desempleados que
sobreviven en la ciudad) y, dependiendo del día, a veces tienen que insistirles que no van a hablar de
política.
Traspasada la malencarada alcabala de los conductores, entregan un fósforo a cada pasajero mientras
comienzan a leerles poemas. Al final, luego de agradecer la atención recibida, pregonan que "el
fósforo que tienen en la mano puede ser una idea. Todos nosotros somos poetas en tránsito". Y en
seguida, sin pedir nada a cambio, se bajan para tomar otro bus. Esta rutina la ejecutan cada fin de semana
unas diez veces por jornada.
También es usual encontrarlos en algunos semáforos. En cuanto aparece la luz roja se colocan en medio
del paso peatonal, desplegando carteles en los que desconcertados conductores pueden leer, antes de que
cambie la luz, algo así como: "Leyendo poesía por las autopistas de la capital / sin ver el camino
hablando como loco / de cosas irresponsables irracionales prohibidas". Luego se cambian a la otra vía
y prosiguen en esa rutina, para luego "tomar" otro semáforo.
En ocasiones escogen a un transeúnte con cara de desaliento para seguirlo a distancia prudencial,
leyéndole versos. Luego de acompañarlo un par de cuadras, seleccionan a otro. O entran a leer versos en
las peluquerías ("el público más fácil", aseguran). O a las personas en las paradas.
***
¿Frankfurt?
¿Amsterdam? ¿Nueva York? No, ocurre en la maltratada Caracas, capital de Venezuela, a la que en tiempos
mejores se conoció como "la Sucursal del Cielo". Sus cuatro millones de habitantes tienen
suficientes motivos para sentirse intoxicados de realidad: los tarantines del comercio informal abarrotan
sus principales calles, no hay quien no tenga al menos un familiar desempleado, la basura se ha vuelto un
problema endémico, la inseguridad arroja en promedio noventa muertes violentas por fin de semana, la
ausencia de rubros alimenticios fundamentales —resultado de un férreo control de cambio instrumentado
desde enero de 2003— impide llevar a casa los ingredientes de la dieta básica.
Y para completar el panorama, las calles se han vuelto el escenario preferido de la candente diatriba
política. No hay concentración opositora a la que no le aparezcan las brigadas progubernamentales de
choque, dando inicio a rutinarias batallas campales. En medio de este caos, autoridades de bandos opuestos
acusándose mutuamente de las calamidades que soportan sus agobiados habitantes.
Dentro de ese torvo túnel, una luz con forma de sonrisa salta al rescate del optimismo ciudadano. Se
llaman "Poetas en Tránsito" y son
dos: Daniel Pradilla y Enio Escauriza, poetas venezolanos que no alcanzan los treinta años y forman parte
de la nueva ola del disperso movimiento literario caraqueño, ese que ha crecido a la sombra de la crisis
que se cierne como una nube oscura sobre la paz de ese país.
***
"Dos personas murieron y otras cinco resultaron heridas de bala en los violentos disturbios que
se registraron el viernes en Caracas entre simpatizantes del oficialismo y manifestantes de oposición,
confirmó personal de socorro. El jefe de los bomberos de Caracas, Rodolfo Briceño, declaró que siete
personas resultaron heridas de bala en medio de la revuelta y dos de ellos murieron horas más tarde
cuando eran atendidos en un hospital local"
(AP, 4/1/2003).
¿Las reacciones del
desprevenido público a este asalto de poesía? Siempre abordan los autobuses suponiendo que nadie va a
prestarles atención, y esas expectativas suelen ser superadas. Muchos pasajeros los ignoran, sí, o los
miran con recelo; pero otros los aplauden, los bendicen, les agradecen con muestras de alegría. En una
ocasión, un conductor —"las almas más duras del mundo", según afirman— los aplaudió. Los
vendedores callejeros los reconocen, y ya gozan de una modesta celebridad: "Nos han invitado a unos
ocho programas de radio", comenta un desconcertado Pradilla.
Los jueves se reúnen en la pizzería de un conocido músico venezolano, ubicada en la cosmopolita
urbanización Los Palos Grandes, y ofrecen veladas poéticas. Antes de iniciar la lectura de textos reparten
una hoja en blanco en cada mesa, rogando a los presentes que coloquen allí la frase que les fluya durante
la experiencia. Al final del acto realizan un cadáver exquisito con los escritos del público, convirtiendo
a los comensales en impensados poetas. En estos eventos suelen tener invitados, a los que denominan
"transeúntes".
***
"Los edificios de oficina / esas fábricas inmensas / de mujeres lindas / han decidido despachar
toda la producción / mientras el resto / potenciales poetas del vértigo / miramos asombrados en las
aceras".
Daniel Pradilla.
Caracas se divide en
cinco municipios: Libertador, Sucre, Chacao, Baruta y El Hatillo. Los dos primeros son los de más alta
densidad poblacional. En ellos se concentra la población de más escasos recursos de la ciudad. En el
municipio Sucre, al extremo este, se encuentra Petare, laberíntico enclave urbano en el que confluyen más
de doscientos barrios pobres. Se dice que es uno de los mayores focos de miseria de Latinoamérica. Al otro
extremo opuesto, al oeste, se encuentra Catia.
En Petare se encuentra la penúltima estación de la línea uno del Metro. Desde temprano, cerca de las
cinco y media de la mañana, verdaderas olas humanas invaden sus instalaciones para entrar al sistema que
los distribuirá hacia sus trabajos en los diversos centros financieros y comerciales de la ciudad:
Altamira, Chacao, Plaza Venezuela, Bellas Artes y La Hoyada son las estaciones más cercanas a muchos de
ellos. Desde el otro extremo, en el oeste, se opera la misma migración matutina, en sentido inverso. Pero,
con todo y Metro, el congestionamiento vehicular de Caracas es mítico.
La necesidad de evadir el tráfico ha dado nacimiento a novedades como las mototaxis. En cualquier zona
se pueden ver entre cinco y diez motos, usualmente blancas, con la inscripción TAXI
en sus costados. Cerca, o sobre las motos, los taxistas, en franela y casco (y el del potencial cliente en
un brazo) conversan esperando al desesperado transeúnte que contratará sus servicios.
Y, por supuesto, están los "carritos", que es como coloquialmente llaman los caraqueños a los
microbuses de transporte de pasajeros. Los capitalinos emplean hasta dos horas diarias de su día dentro de
esas cabinas productoras de humo, impaciencia y hacinamiento. Ese es el escenario predilecto de los
"Poetas en Tránsito".
Y la ciudad, agresiva en grado superlativo, como una mujer con demasiadas decepciones a cuestas como para
no sospechar de las aparentes buenas intenciones, se coloca a la defensiva ante estos poetas que la acechan.
***
Santo chofer, / Que me llevas a la casa y no me hablas, / Que me sacas del trabajo y de la cola, /
Que permites que el poeta de mi lado me recite / Su silencio, // Santo chofer, / Concédeme el deseo de
botar menos humo, / De montar estudiantes, / De no comerte mis luces, / De bajar el volumen de mis
tormentos, / Y de reírte, de reírte.
Enio Escauriza.
Escauriza y Pradilla
son dos tipos normales, nada excéntricos. Habíamos contactado para vernos ese viernes, y estuve puntual en
la esquina de la avenida Francisco de Miranda que me indicaron, desde donde accionan los viernes. Los
sábados corresponde a las avenidas México y Bolívar.
El primero en llegar fue Escauriza. Nos fuimos al café donde urden su itinerario del día y pedimos dos
cervezas. Mientras conversábamos, apareció Pradilla. Me explicaron las distintas modalidades de acción
(autobús, pancarta, peluquería, aceras y perrocalientes), y aunque no siempre las atacan todas en un mismo
día, ese viernes me iban a ofrecer una muestra completa del repertorio. Así que, una vez planificada la
travesía, salimos a la calle.
Comenzaríamos con "pancartas". Nos colocamos en la esquina de la calle Elice, en uno de los
puntos más congestionados del este de la ciudad, e iniciaron su labor mientras yo realizaba la sesión de
fotos. No transcurrirían quince minutos cuando comenzaron los incidentes. En esa esquina se encontraban
unos diez policías, que al principio sólo mostraban cierta inquietud, pero luego no aguantaron e
"invitaron" a Escauriza a un módulo móvil cercano. Detrás fuimos Pradilla y yo.
En la pequeña oficina nos explicaron, muy amablemente, que por ordenanza municipal, estaba prohibido
hacer proselitismo político o promociones comerciales sin la debida autorización. No hubo manera de
explicarles que no hacían ni una cosa ni la otra. Al final, uno de los policías nos confió:
"Entiendo que no están haciendo nada malo, pero las cuestiones están muy alteradas en estos
días", conminándonos a escoger un sitio menos transitado.
En la próxima esquina en que nos ubicamos, un policía motorizado, al divisarlos, se detuvo de inmediato
e inició una conversación por radio. "Aquí ubiqué a los ‘veintitrés’ ", dijo en su jerga
policial. Precisado por su interlocutor a especificar la naturaleza del código, respondió, sin poder
ocultar una risita: "Poesía". Luego les informó que, a pesar de comprender lo inocente de su
"legítima demostración ciudadana" (como la había definido Escauriza), el alcalde había pasado
minutos antes por esa esquina y había amonestado a los jefes policiales. "Nadie quiere que las cosas
se compliquen. Menos un viernes", concluyó.
En Caracas nada parece inocente. Y lo que esencialmente lo es, despierta doble recelo. Exhortados por
segunda vez a abandonar la calle, pasamos a otra modalidad.
Las peluquerías son, ya se dijo, el público más fácil. Adentro de la escogida al azar, fuimos
recibidos con una actitud hostil que cambió paulatinamente a medida que leían versos, al punto que las
peluqueras no los querían dejar ir. Tanto insistieron, que debieron obsequiarles otros poemas en la puerta
del local. El brillo en sus miradas delataba una nostalgia por palabras dulces que transformó la burla de
bienvenida en cariñosa despedida. Es la alquimia de esas palabras que, por su ritmo, por su extrañeza,
despiertan anhelos por mundos distantes de los innumerables agobios cotidianos.
En los "carritos" el ambiente estaba "heavy". Luego de hacer las primeras fotos,
descubrimos que la presencia de la cámara perturbaba. Al menos tres veces tuve que explicar el motivo de
las gráficas. Otro síntoma del estado de paranoia en que se desenvuelven los caraqueños. Cuando renuncié
al soporte gráfico, las sesiones fluyeron con un poco más de magia.
***
"Al menos un muerto y seis heridos dejó hoy una confusa balacera que se desató en una
concentración de opositores al presidente venezolano, Hugo Chávez, que se realiza en una empobrecida
zona del oeste de Caracas. El comisario policial Lázaro Forero dijo a una radio local que un hombre de
48 años falleció tras recibir un balazo en la mandíbula"
(Ansa, 24/5/2003).
Consultado en torno a
las razones de ese asalto poético, Pradilla (ingeniero en producción especialista en códigos de barra y
socio de una pequeña compañía consultora) nos confiesa dos razones, la formal y la personal. La formal es
que suponen que la gente que más necesita poesía no es la que asiste a los recitales. "Queremos una
ciudad y como no la tenemos la andamos buscando, la presentimos en la gente que trabaja, que vive, ama y
padece la urbe, esos verdaderos poetas en tránsito", afirman en su página web.
La íntima es más impactante: "Necesitaba salvarme. La crisis me estaba sumiendo en una depresión
tremenda. Me costaba levantarme temprano para ir a la oficina", agregando que la energía que se crea
al subirle el ánimo a tanta alma apesadumbrada "me da fuerza. Me siento protegido".
***
"No voy a hablar mal de los políticos, / De los racistas, de los genocidas, / Los
deforestadores, los chismosos, / Los insensibles, pero nadie, / Nadie me puede impedir pensar mal sobre
ellos".
Enio Escauriza.
Apenas suben a las
unidades saben, por el más mínimo gesto, quién necesita una terapia de poesía. Es a ella (porque
usualmente es "ella") a la que se le colocan respetuosamente cerca y le regalan los versos. Hasta
yo aprendí a distinguir qué chica sonreía subrepticiamente, cuál miraba de soslayo, quién se ruborizaba
tenuemente, agradeciendo el regalo que se imponía sobre el concierto de cornetas, gritos y ruidos de
motores.
Luego de unos diez autobuses y unas decenas de poemas a parejas, a gente en las paradas, en las cajas
registradoras de un automercado y en un puesto de perroscalientes, cerca de las siete y media, dimos por
terminada la jornada. De allí volvimos al café, para comentar anécdotas y precisar ciertos aspectos, a
efectos de esta crónica.
***
"Cincuenta y tres fallecidos, ochocientos dieciocho heridos, sesenta y ocho bombas y ciento
dieciocho atentados. Estas son las cifras que resumen la diatriba política —confrontación en la
mayoría de los casos— entre oposición y gobierno en los últimos diecisiete meses. Estas cifras no
incluyen los doscientos cuarenta fallecidos en zonas rurales como consecuencia de disputas agrarias, la
mayoría de ellas producto de ocupaciones ilegales" (El Universal,
26/5/2003).
¿Cuánto durará? ¿No
tienen miedo de cansarse, de repetirse? Al respecto, Escauriza (que además de músico y compositor es
estudiante de sociología) sabe que PET va a morir en un momento, agregando que si bien no saben cuándo,
sí sueñan cómo: quieren alquilar una funeraria para velar en un féretro las experiencias recabadas
(fotos, anotaciones, poemas, pancartas). "Es parte del tránsito", acota.
Mientras llega ese momento, y quizá presintiendo una cercana muerte, siguen con los proyectos. El
próximo es grabar un CD con sonidos que recogen de sus andanzas en la calle, al que le van a montar encima
poemas acompañados de música, tanto acústica como digital. "La experiencia de Poetas en Tránsito no
es fácil de retratar, y a falta de un formato audiovisual, el disco se acerca más a su esencia que un
libro", indica.
Y el tema Dios no ha sido ajeno al asunto. Rememora Escauriza que la primera vez que hicieron un
autobús, las dudas acechaban. El aplauso que recibieron, al bajarse de la unidad, marcó el destino del
asunto. "Es que el tipo necesita a dos pendejos que estén ensalzando la vida, porque ese es su gran
morbo", filosofa convencido, entre las cervezas con las que nos refrescamos al final del trabajo.
***
Lo que comenzó como una necesidad de salir de la crisis espiritual en que el estancamiento económico y
el corrosivo ambiente político del país tiene sometido a sus habitantes, ya muestra resultados. Con el
tiempo "se adquiere más seguridad", acota Pradilla. Y se siente con más ánimo para ir a la
oficina. "Las sesiones generan un gasto emocional que nos revive", completa Escauriza.
Sin saber a dónde llegarán, siguen llenando espacios de poesía. El primer enunciado de su declaración
de principios reza: "Nuestro público son los verdaderos poetas, los Poetas en Tránsito pretenden ser
sus cronistas y aprender de ellos". Una completa estética de esa nueva poesía para la calle.
***
"Olvidé tu poema de amor / En el pantalón de ayer / Salí desnudo, / Aventurado a las dos
ciudades de tus ojos, / No pude resistirme, / Tuve que inventarme unas camionetas como diademas, /
Protectoras de la verde joya deltana de tu pubis, / Esto me ha acercado a dios, al chofer del planeta, /
Que me cumplió el deseo de amarte hasta tu próxima parada".
Enio Escauriza.
Caracas está
espiritualmente enferma. Se está desquiciando. Para estos trovadores del siglo XXI es razón suficiente
para entender que su lugar está en la acera, no frente a las butacas cómodas y la temperatura controlada
de un auditorio. Y mientras el gobierno venezolano (que ha informado acerca de unos ocho magnicidios sin
revelar pruebas) ve en todo gesto de disidencia, inconfesables intenciones golpistas, los "poetas en
tránsito" siguen perpetrando la única subversión que sacará a Venezuela del atolladero: la del
optimismo, la que advierte a los venezolanos que la poesía —esa que los políticos desdeñan— puede
salvarlos, y que lo único efectivo contra la crisis es encender el fósforo de la esperanza, para
iluminarse durante estos tiempos difíciles.
Y estos duendes de la acera, expresión de una generación de venezolanos decididos a no dejarse
arrebatar el país que sueñan, les tiene malas noticias a quienes insisten que para hacer la historia se
debe derramar sangre: la inminente guerra civil en que supuestamente se sumirá esa nación de gente alegre
y hospitalaria se puede quedar esperando. Y recuerdan a los caraqueños que, si se toman la molestia de
mirar los ojos de los que les rodean, sólo encontrarán seres humanos.