Letralia, Tierra de Letras
Año IX • Nº 112
16 de agosto de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Letras
Dos cuentos
Gricel Ávila Ortega

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Depilación en V

Despertó con el ruido del teléfono, el insistente sonido "ring-ring-ring" le perturbó el sueño una hora antes del tiempo acostumbrado en que se levantaba. Lentamente, mientras se dirigía al teléfono inalámbrico del baño —y aprovechar orinar en su hora matutina—, le vino a la mente como el mismísimo sonido telefónico que continuaba timbrando, "ring, ring, ring": Jeremías, pensó verlo atrás del biombo de la sala con calzones blancos a media rodilla, llamándola para coger. "Ring, ring". Podía vislumbrarlo moviéndole sus nalgas para atraerla hacia su pecho y, por la fuerza de la costumbre sabía que si ese momento ocurría, él de seguro la tiraría en el cubre asiento del sofá para que ella lo montara como un jamelgo.

"Ring, ring". Instantáneamente recordó que anteayer planeó cogerse a Jeremías y ayer lo había hecho (fue necesario preparar todo su cuerpo para ese tiempo de equitación amorosa). En ese momento su mente le bifurcó a él en otra imagen, no era solamente un Jeremías que le movía las nalgas, veía otra imagen de éste en el día de la cabalgata, podía observarlo cómo se iba tornando en dos duraznos. Duraznos de color rojo-anaranjado, perfectamente maduros, lozanos, deliciosamente comibles, en los cuales se exploraría la propiedad deleitosa más distante hasta llegar a la dura pepita roja en la cual las muelas ya no tendrían capacidad de masticar suaves y frágiles capas amarillas pues se extraería toda la cáscara, la pulpa del durazno, descubriéndose los testículos de Jeremías. De igual manera continuaba viendo la primera imagen de él: hablándole, meneándole las nalgas para atraerla hacia su pecho.

—Estás lista.

—Sí, desde ayer en la noche comencé a prepararme.

Entonces él la abrazaba sonriente, la desnudaba, cercioraba que efectivamente estaba plenamente preparada para montarlo y no se le había olvidado ni el más mínimo detalle de su cuerpo.

Karolina comenzaba a depilarse desde una noche antes cuando planeaba cogerse a Jeremías. Primeramente se rasuraba los bellos de las piernas y muslos, teniendo la precaución de comprar la crema depiladora más segura para su piel sensible. Luego se restregaba con la misma crema las axilas varias veces hasta dejar esa parte de piel mucho menos que lisa, sino irritada y con pequeñas ronchas púrpura que sangraban, consecuencia de su obstinación para eliminar el vello de los sitios más complicados. Ella no deseaba que púas trinchantes intervinieran de forma desagradable en el momento de prodigar y recibir caricias.

La última parte de su cuerpo que depilaba era el sexo. Dudaba a qué ángulo depilarse. No se convencía fácilmente de los resultados erógenos de una particular depilación: necesitaba fuera muy incitante (siempre) para Jeremías y ella. Karolina debía pensarlo muy bien, el dolor que sobrevenía en el momento de eliminación del vello púbico sería un dolor intenso y, sin ninguna posibilidad para volver a pegarse los vellos para considerar otro ángulo.

Cuando Karolina se hacía depilado total, la vagina sin vello tornaba a ser tímida, juguetona y caprichosa, igual a un infante en el momento del berrinche por una manzana de caramelo; y sí Jeremías la veía así, desnuda completamente, hasta del vello púbico, entonces a él se le antojaba montarla como a una niña, la niña que precisamente exige la manzana de caramelo. Después de todo, era la única etapa donde realmente se era completamente sincero de piel, luego venía la adquisición de la capa púbica, la anunciación de la etapa adulta como resultado a todo un enjambre de contrariedades adolescentes... nunca más se volvería a ser sincero como en la niñez, con excepción del sexo, cuando las personas hallaban la desnudez interior del otro, la sinceridad del caramelo dulce y derretible que marchita el olor de pasta bucal e impregna el sabor azucarado, la sensación pegajosa de la lengua que resbala el caramelo en derredor al cuerpo.

"Por eso nos encanta tener sexo, añoramos la desnudez de la infancia", así pensaba Karolina. Ella disfrutaba esa depilación cuando su vagina tornaba a una infantil, mientras Jeremías con los ojos vendados le introducía el pene jugando a la "gallinita ciega", y ella le acariciaba desde los tobillos hasta su espalda, jugando y cantando:

"witzy witzy araña tejió su telaraña, vino la lluvia y se la llevó;
salió el sol, se secó la lluvia, y witzy witzy araña otra vez subió".

Entonces la gallinita ciega dejaba de estar ciega cuando encontraba el orificio en el cual ovar, y witzi witzi araña terminaba de tejer su telaraña en el minuto de la gallinita al descubrir ese orificio. Y así witzi witzi araña atrapaba a la gallinita, la gallinita quedaba amortajada, cumpliéndose definitivamente el capricho de comer una manzana acaramelada.

La depilación que escogió fue la V. La noche en que se había empezado a preparar —anteayer—, se le antojó coger como un talismán para que él permaneciera quieto, silencioso, en espera de que su erecto clítoris encontrara el vértice exacto en el cual los dos pudieran lubricar y eyacular al mismo tiempo. Tiempo en el cual quedaría mojada por el líquido seminal inyectado por Jeremías; como un fruto de naranjo que exprime su líquido amarillo más profundo, como un fruto en cual él también podría acariciar y absorber la acuosidad de un monte de venus frondoso y triangular:

"Los dos se abrieran como una delicada fruta portentosa llena de húmedas veleidades en el instante de la cópula final".

Al día siguiente, ambos, tirados en el suelo, desnudos, boca arriba y ella con las plantas de sus pies apoyada en las piernas del otro, fueron abriendo sus muslos para acercar cada vez más sexo con sexo como dos V contrapuestas, hasta que la V de la vagina atrapó al pene de Jeremías que sintió por primera vez, en su escasa multitudinaria vida sexual: penetrado, Karolina lo penetró cuando le movió las caderas con su pene aprisionado en la vagina.

Él desde el otro extremo de la cabeza de ella, podía observar detenidamente cómo la vagina estaba delicadamente rasurada en V, con una minúscula vellosidad que ocultaba "a medias" el miembro atrapado.

"Ring, ring, ring". Dejó a la mente en paz, fue olvidando que había planeado cogerse a Jeremías, la depilación en V, que lo montó ayer; fueron desapareciendo las imágenes bifurcadas de Jeremías y sus duraznos, Karolina la que montaba jamelgos, todas las imágenes iban desvaneciéndose cuando ella avanzaba hacia el teléfono del baño. En el segundo de alzar la bocina telefónica, sentarse en el inodoro, las imágenes quedaron desintegradas, borrando todo de la mente para abrir nuevas posibilidades.

—¿Dónde está mi primita preferida?

—En el bacín, orinando. ¿Por qué me hablas tan temprano?

—Hoy podríamos coger en la cama de tu mamá.

—Entonces ven, lo haremos allí y mañana en el cuarto de mi tía. Por cierto, hoy me depilo completa.

—¡Espérame desnuda!, llegaré puntual en la tarde.

—Esta vez tú serás witzy witzy araña y yo la gallinita ciega.

 

Jonás

Me dijo que moriría hoy pero aún no cumple su promesa, yo espero lo que se pueda esperar.

No contribuí a su decisión de morir, sólo Jonás tuvo parte en ese pensamiento. Le amaba pero mató poco a poco ese amor con el tratar de encontrar en mí valores con los que no nací, atribuyéndolos a mi físico y rostro —mido uno ochenta y cinco, tengo los ojos grises, el cabello castaño claro, las pestañas largas y viradas que me dan un aspecto muy tierno, el tono de mi piel es trigueña, de un bronceado natural, tengo el abdomen marcado, las piernas y nalgas de muy buen ver para cualquiera: no ha sido en balde ir al gimnasio por tres años—; esa actitud me fastidió, enervó, él no pretendió conocerme; tal vez no se enamoró de mí sino de alguien construido e idealizado y mi cuerpo lo usó para materializar. Me he sentido utilizado todo el tiempo de relación con él.

Jonás es el gay depresivo, voluble (en exceso), que tuvo varias relaciones en donde sufrió, dejándole un mal sabor de boca. Él empezó desde los quince años su vida sexual y como es natural frecuentaba los antros gay donde conoció a la mayoría de sus parejas —incluyéndome a mí. No hay nada de sobresaliente en ello, es el mejor sitio donde nosotros podemos estar a gusto, "bien" —al menos en este país, todavía muy conservador—, besarnos como se nos dé la gana, abrazarnos, acariciarnos; al igual son buenos lugares donde los chichifos se dan cita pues para chichifear, es decir para conquistar hombres de dinero y sacar provecho de ello, son gigoloes para gays, así como también los hay para mujeres y hombres bugas millonarios, los homosexuales no nos quedamos atrás. Me estoy desviando de la descripción de Jonás con circunstancias que no vienen al caso. Es alguien de la cual la gente se aleja al conocerlo realmente por su volubilidad, no sabes qué esperar, cómo reaccionará en determinado momento, sufre por situaciones insignificantes o al menos no lo ameritan, es celoso y estos últimos años ha pretendido alejarme de todas mis amistades, no simpatiza con ninguna. Cree o atribuye a mi persona que soy tan abnegado y dependiente que mi mundo debe ser él. Yo no nací así y Jonás ha querido entrometerlo en mi inconsciente; es ahí donde trata de materializar su ideal en mi físico y al igual es cuando me siento utilizado.

Me faltó decir, Jonás se caracteriza por la envidia que le inunda y por ello no encaja con mis amigos. A ellos se puede decir que la vida no los ha tratado mal, han estudiado, aprovechado el tiempo y ahora tienen muy buen presente y él, él... su destino es incierto por su actuar voluble. Se dedicó a perder el tiempo desde los quince años en coger e idealizar a sus parejas, no esperó un tiempo propicio para disfrutar las cosas de la vida, corrió los momentos y ahora, pasado el tiempo, se encuentra vacío y sin un porvenir; este era el momento que él apresuró, por eso envidia a mis amigos y a lo mejor a mí, por el sufrimiento que él propició, no entiende por qué padeció y nosotros no. Se ha convertido en un ancla, no me permite avanzar, pero aún así no lo considero un error en mi vida, con Jonás me di cuenta de lo que no deseo en una próxima pareja.

El inicio de nuestra relación como en todo fue sumamente agradable, lo vi en un antro, me gustó, le estuve viendo por espacio de una hora, luego caminé por donde estaba con el pretexto de ir al baño, después me guiñó el ojo (se dio cuenta que lo estaba mirando), le dije "Hola" y comenzamos a platicar. De ahí empezamos a salir, íbamos a bailar, nos gustaba quedarnos hasta tarde en los antros ensimismados en nuestro gusto uno por el otro, sin poner atención al show de las "vestidas" o de los chiquitos preciosos que bailaban en la barra (eran bastante fresas, no permitían que ningún gay le tocara, a menos que fuera mujer, yo no sé qué trataban de ocultar, la mayoría de esos stripper son gays, ¿y tratar de no aparentarlo en un antro con la bandera del arcoiris?, ¡por favor!), al igual íbamos a la playa, caminábamos de la mano, le rodeaba la cintura y bajaba aun más mi brazo para tocar sus nalgas —está muy dotado de ese parte, las tiene como en forma de corazón—; bueno, otra vez me estoy saliendo del tema; decía que todo en un principio fue agradable. Nos hicimos pareja e iniciamos a pelear por cosas sin importancia.

Luego de un tiempo, decidimos que era el momento de vivir juntos, y los problemitas se fueron haciendo grandes al paso de los meses. La primera noche, cuando vino a vivir a mi departamento, fue igual de agradable como en todas esas cursilerías de despertar a lado de tu pareja. Los primeros meses nos dejábamos notitas: "Amor, te quiero mucho, fui a la estética, no tardo, te amo: Jonás", donde se veía la ilusión de formar una relación duradera, pero como bien se dice: "Quieres conocer a Manuel, vive con él", así conocí a Jonás.

Los pequeños celos cuando le decía que saldría con mis amigos y él me convencía de no ir con el pretexto: "Te quiero solo para mí por el día de hoy" —uno al principio lo ve como un gesto halagador—, se fueron haciendo muy grandes, al grado de llorarme: toda una escena de lágrimas, haciéndose al mártir, a la víctima de mi "maldito" carácter; decía que lo tenía casi olvidado, no le atendía ni consentía como él a mí y por último su clásica frase de pobre víctima: "No sé por qué te quiero tanto, si eres un cabrón conmigo", ¡va!, es un mártir disfrazado y en cualquier momento te clava el puñal. Jonás no es un Jonás, ahora se volvió un Jodás en mi vida y me tengo la culpa por permitir que esta relación avanzara y se convirtiera en una enfermiza, en un círculo incurable.

Hubo una vez, cuando llegué del trabajo —la noche anterior habíamos discutido— me encontré a Jonás desalojando todo el departamento, incluso mis cosas, estaba listo para irse si no fuera que llegué a tiempo, un minuto más tarde y me quedaba sin todos los artículos de mi casa. Hasta ese momento fui un idiota, seguí creyendo que las cosas se podían solucionar arreglando los problemas de ese momento.

Poco a poco, la mayoría de nuestras discusiones se empezaron a resolver en la cama, tenía que haber una pelea para tener relaciones con muchas ganas, ya no eran por estar contentos, felices por algo y el sexo se diera por ello, no, se convirtió en una forma de solucionar nuestros problemas. En momentos de fuertes peleas, la pasión con que gritábamos daba lugar a besos casi obligados, lastimosos y de ahí pasábamos a la cama, deshacíamos toda la furia en ella, uno con el otro, casi salvaje; él me mordía los labios casi hasta sangrar y yo el cuello, nos penetrábamos muchas veces con gran obsesión hasta el amanecer. Al día siguiente él amanecía con moretones en el cuello y yo con el labio partido. Lo nuestro se convirtió en una relación enfermiza y éstas nunca tienen buen final si continúan. Él y yo nos jodimos la vida hasta hoy.

Hace un mes tomé la decisión de separarme, nada lo impedía, el único lazo que nos unía (el amor) se acabó. Insisto, cuando dos gays se unen para vivir juntos es para pasarla bien el tiempo que duren las ganas del uno por el otro o, más sentimentalmente, el amor. Por ello no estaba dispuesto a continuar jodiéndome la vida a su lado; pero no fue fácil reunir el valor suficiente para enfrentarlo, la costumbre de dos años de convivencia es muy fuerte y tal vez la soledad. Ayer reuní ese valor.

—Ya no quiero vivir contigo —le dije tranquilamente.

Él no decía nada.

—Regresa a tu departamento.

Continuaba en silencio.

—Te doy cuatro días en lo que empacas y te llevas tus cosas.

Continuó en silencio.

—¿No me escuchas?, no te me quedes viendo, di algo, ¿está bien cuatro días como plazo o te vas en menos tiempo?

—Voy a joderme.

—¿Cómo?

—¡Que voy a joderme!, coño, me mato. No sé por qué te quiero tanto si eres un cabrón conmigo. Me desaparezco y al carajo, te quedas libre para coger con tus amigos.

—No te engañé en estos dos años. No me llores, esto termina hoy.

—Te quieres olvidar de mí.

—No he dicho eso.

—Me mato para que puedas coger a gusto.

—Mátate si quieres, estoy hasta la madre de tus escenitas.

—Me mato mañana, imbécil.

—Esta bien, trataré de ir al velorio.

Todo ello es una síntesis de mi relación con Jonás, acabando con una promesa de suicidio. Quién sabe si la cumpla, a lo mejor es uno más de sus tediosos chantajes para ver si caigo de nuevo en el juego de mártir y yo de perverso. Hasta calculó su promesa de muerte en el día exacto (como bien sabía) en el cual tengo que viajar a un importante congreso de trabajo, donde tengo grandes posibilidades de propuestas para impartir conferencias en diferentes países, lo cual daría un mayor impulso a mi carrera profesional. La promesa la hizo para anclarme a él e impedir el desarrollo de mi porvenir, no sé si quiera destruirme, no lo sé; espero que no llegue hasta ese punto de amargura, en fin, pasará lo que tenga que pasar, pero sinceramente la promesa es una estupidez y no la cumplirá.

—Ven aquí —me dijo.

—¿Qué quieres?

—Olvida lo de ayer, fue una pendejada decir que me mataría.

—Sabía que no lo dijiste en serio.

—Estoy de acuerdo, me voy, pero antes quiero ir a tomar un café contigo, hoy te vas y cuando regreses ya no estaré.

—Sí. Quiero que terminemos como amigos, algo se tiene que salvar de los buenos recuerdos de dos años.

—Ajá, vamos.

Me acarició el cabello y sonrió. Nos fuimos caminando hacia el metro, mientras platicábamos como antes... antes que todo se tornara insoportable.

—Te habló la bruja.

—¿Carlos?, ¿qué te dijo esa zorra, Jonás?

—Si íbamos al antro cuando llegaras del congreso.

—¿Te comentó si iba a ir la Pepa?, ya sabes, esa maldita zorra nada más va para ligar, mientras su pareja está en otra ciudad.

—Bueno pero de manita sudada no pasa, la Pepa sólo coge con su pareja.

—¿Ya lo comprobaste?

—Cómo eres cabrón.

—Dejemos tranquila a la pobre Pepa. ¿Sabe Pepa que le decimos Pepa?

—No, se encabrona, para él sigue siendo José.

—Es Pepa, coño, ni que fuera de closet.

—Pues sí, bien que se aloca cuando baila, se descose la zorra.

—¡Ya la vi bailar! No se tiene por qué molestar, todos tenemos nuestro nombre de friega, tú por ejemplo eres la Joda.

—El tuyo tampoco se queda atrás.

—Yo no he dicho que no.

Llegamos a la estación y esperábamos el metro, tomaríamos un café y de ahí me iría al aeropuerto, ya traía mi equipaje conmigo. Me iba y Jonás se quedaría solo en el departamento, y por la experiencia pasada encargué a Carlos para que lo vigilara y al igual las cosas que se llevaba, por eso me habló y pretextó lo de ir al antro. Un café servirá como una pipa de paz y el metro se escucha venir.

Puedo ver las luces, su ruido es el arrullo de la ciudad.

La gente comienza a acercarse a las orillas para ganar lugar.

El metro está a menos de cuarenta metros. Y Jonás abraza las rieles, el conductor no tiene oportunidad de verle; éste continua su rumbo hasta el final con el cuerpo de él. Cuando se detiene, toda la gente se arremolina a ver el abrazo de Jonás a las rieles, ellos detienen su tiempo y porvenir, yo no.

El amor es sencillamente libre.

Ahora agarro mi equipaje y me voy de aquí, subo a un taxi que me lleva al aeropuerto. Entrando a la sala de abordar suena mi celular, es Carlos.

—¿Dónde estás?

—En el aeropuerto.

—Voy a vigilarlo.

—No te preocupes, ya no hay necesidad.


       

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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 30 de agosto de 2004 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes