Entre enero y mayo de 1945 circuló en Buenos Aires la revista Latitud.
Dirigida por Jorge Thénon, Enrique Amorim, Leopoldo Hurtado, María Rosa Oliver, Antonio Berni, Norberto
Frontini, Horacio Cóppola y Luis Falcini, fue una publicación mensual que, como muchas en la historia de
la literatura argentina, tuvo una duración fugaz.
En el número inaugural, Lázaro Riet (seudónimo de Enrique Amorim), da a conocer una crítica a la obra
de Macedonio Fernández. Lamentablemente no pude leer ese texto, sí logré tener acceso a la respuesta del
escritor, publicada en Papeles de Buenos Aires,
cuyos directores eran los propios hijos del autor de Museo de la novela de La Eterna,
Jorge y Adolfo de Obieta, en el número 5.
Papeles de Buenos Aires
se difundió desde la capital argentina entre setiembre de 1943 y mayo de 1945. Se publicaron cinco
números. Entre sus colaboradores merecen citarse a Enrique Molina, Olga Orozco, Oliverio Girondo, Juan
Carlos Paz, Luisa Sofovich y Witold Gombrowicz.
Solicitada (de Agradecimiento)
A Lázaro Riet: Si mi carrera literaria fuera un éxito, la actitud de Ud. podría ser, o no, envidia.
Como fracasos no se envidian, seguro estoy de la sinceridad de su juicio. Pero, tan, tan justo no es. Tan,
tan mal no escribo.
Quizá no le guste saber que Ud. me ayuda; siempre he creído que la simple "mención de autor"
beneficia a éste, igual con adjetivaciones adversas que con aprobaciones. Los dos estamos en lo mismo: en
cobrar existencia. Yo paso todo el invierno en quitarme el frío. Y todo el año en quitarme la
inexistencia. A ello Ud. me ayudó; no tanto como para hacerme resucitar, como hicieron conmigo tantas veces
Scalabrini Ortiz, Borges, Hidalgo, González Lanuza, Soto, Bernárdez, González Carbalho, Marcos Finguerit,
G. Laferrere, Denis-Krause (de Gómez de la Serna no digo que me resucitó pues hasta puedo decir que me
nació). Particularmente H. Rega Molina inventó un Obituario de Resucitados e inauguró la Sección
conmigo, el más muerto y resucitado por año.
Todo viviente es inmortal, sólo que el hombre lo es con miedo de muerte; y sólo se lo quita
consiguiendo que le tuesten la "existencia", y este tostado, esta consistencia se la da a su
existencia la mirada (mención, publicación) a su existir y su nombre. Las ciudades, en partes las patrias
y la unidad universal de la humanidad, no han sido hechas porque el hombre sea sociable; no lo es, sino
conventillero: toda la publicidad, cátedras, libros, oratoria, arte, es para que nos vean la existencia;
sin color, olor ni sabor, el agua no tuesta el pan. La vida que nos miran se calienta. Quedemos agradecidos.
(Sería largo enumerar todo lo que, de puro conventillero, ha hecho el hombre: casi toda la Historia.
Mandar, entrometerse, enjaular a las tribus felices y hacerlas trabajar a horario, cambiar íconos,
misionar, imponer opiniones, cambiar modos de vivir y gobiernos).
Me quedé pues sin lo único que hubiera podido darme creencia en un éxito: me sigue faltando el primer
envidioso. Creo muy certera su crítica en cierta parte; creía saber yo sólo dónde estaba mi falla
principal. También se puede acertar descubriendo algo bueno en un autor. No hay que especializarse tanto.
Creo en su éxito, y se lo deseo, en los talentos de crítico, que son dos.
También opina que el libro es innecesario. Pero, ¿qué hago yo ahora? O Ud. no es un crítico necesario
o si lo es debe darme el remedio. ¿Cómo hago para que no exista, si ya está publicado? Ayúdeme Ud. a
financiar su inexistencia de presente. O si no, Ud. es mal conveniente pues es antisocial señalar defecto
no remediable; la crítica necesaria vale por lo que ilumina y auxilia y hasta reconduce a uno a la
autocrítica, en la que somos tan remolones.
Ya dije, a propósito de la Historia, lo que no debemos ser; hay que elegir entre no entrometerse o
ayudar.
Es fuerte cosa verse clasificado "autor innecesario"; en mi inocencia me fié; los críticos
por usual cortesía no ponen tanta Cantidad en sus vocablos de censura. Nos han preparado mal para la
Verdad, que es la única preocupación de usted.
Agradezco la mención y lo saludo.
Macedonio Fernández
(En Papeles de Buenos Aires,
Nº 5, mayo de 1945)