Letralia, Tierra de Letras
Año IX • Nº 113
30 de agosto de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Editorial
La cultura como mercancía
Jorge Gómez Jiménez

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Acaba de concluir la II Reunión Interamericana de Ministros de Cultura de los 23 países de la OEA, un encuentro en el que funcionarios gubernamentales de la región enfrentaron sus puntos de vista sobre la manera como cada cual concibe el desarrollo cultural de nuestras naciones.

Uno de los aspectos en que estuvo de acuerdo la mayoría de los participantes fue en la necesidad de contar con indicadores económicos relacionados con la cultura. Es decir, los funcionarios concordaron en que cada país debe profundizar el análisis de la relación entre las inversiones y los resultados de la llamada industria cultural.

La razón de esto es que nuestros gobiernos están intentando averiguar si la cultura rinde beneficios reales. "Hablaremos de tú a tú con los economistas", decía al término de la jornada Federico Hernández, presidente del ente cultural del gobierno salvadoreño. Se refería a que, con tales indicadores, será posible defender el papel de la cultura como un recurso valioso para la economía de un país. Como una mercancía.

El encuentro generó la decisión de crear un "observatorio interamericano de políticas culturales", ni más ni menos un ente que estudiará el valor económico de la cultura y que, según Sofía Leticia Morales, directora de la Unidad de Desarrollo Social, Educación y Cultura de la OEA, "ayudará a superar la posición marginal de la cultura en las políticas públicas, al aportar evidencias de su impacto político y social".

El tema resultó polémico. Sari Bermúdez, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de México, comentó que en la nación azteca la cultura es la tercera rama económica. "Las exportaciones de bienes culturales superan a las importaciones, lo que significa que el sector cultura genera una derrama de divisas para otros sectores de la economía".

La aseveración incomodó a César Gaviria, secretario general del organismo internacional, quien dijo que la cultura "no puede ser tratada como mercancía; si acaso, las industrias culturales pueden ser vehículos para expresar nuestras visiones culturales y pueden convertirse en fuentes de empleo y crecimiento económico para los habitantes de los pueblos que los generan".

Las discusiones desarrolladas en México revelan, sin mayores vueltas, el atraso que en la materia prevalece entre las autoridades de nuestros países. No creemos que sea necesario hacer una colecta de "evidencias" del impacto político y social de la cultura, pues sobran ejemplos en el mundo desarrollado; de hecho, estamos seguros de que una de las razones capitales de nuestros problemas económicos es el nulo apoyo a las iniciativas culturales.

La cultura debe ser vista como una mercancía, como un valor de peso en la economía; conclusión a la que cualquiera llegaría sin necesidad de crear un "observatorio" que al final sólo servirá para que funcionarios gubernamentales se den paseos de cuando en cuando por los mejores hoteles de la región, a muy prudente distancia de la pobreza en que vive la mayor parte de nuestros pueblos.

La industria cultural, más allá de la producción masiva de las compañías discográficas, las productoras de cine, las editoriales transnacionales, sólo será un concepto tangible cuando desde los centros de poder se destine recursos suficientes para la educación y la cultura. Se trata de un esfuerzo que debe involucrar mecanismos de intercambio comercial, imbricación con el turismo y una deseable transparencia en lo que respecta a los destinatarios de los recursos, que indudablemente no deberán ser las macroempresas líderes en el mercado cultural internacional, sino las iniciativas que desde las bases de nuestras sociedades podrían garantizar el flujo de bienes culturales que reflejen cabalmente la diversidad que en ese sentido nos caracteriza.

No nos asusta, como a Gaviria, el concepto mercancía aplicado a la cultura. Nos asusta, sí, que a estas alturas persistan en el inconsciente colectivo mitos como el de la inutilidad económica de la cultura.

 

Post-Scriptum
Los jóvenes escritores que hablando de un colega novel dicen con acento matizado de envidia: '¡Ha comenzado bien, ha tenido una suerte loca!', no reflexionan que todo comienzo está siempre precedido y es el resultado de otros veinte comienzos que no se conocen.
Charles Baudelaire,
"Consejos a los jóvenes literatos" (1846).


       

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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 20 de septiembre de 2004 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes