Alfabético metal
A Pablo Neruda
Tu primer canto de lágrimas
no lo debió escuchar
Parral sino Toledo
porque hiciste del verbo
una espada.
El alfabético metal cortó
la carne intangible del silencio
y fuiste padre de una hemorragia
de pétalos verdes.
Mis ojos bebieron de esa sangre
y ella hizo despertar una fiesta
en mi interior.
No pude estrecharle la mano a tu palabra
y tampoco pude regalarle un abrazo a tu voz,
pero no importa.
Tu muerte se extravió en las orquídeas
que cultivaste en la blanca sabana
y en las noches maquilladas de añil.
Poema a mí mismo
No soy bonito ni con la pluma
ni mirándole los ojos al espejo.
No soy músico, peor poeta
y ni siquiera loco.
Mi ausencia es puntual en las misas,
soy partidario de la mentira verdadera
y me encanta descuartizar las horas
gastando tinta.
Hice papel higiénico
las novelas de Carlos Cuauthémoc.
Me divorcié de los antidepresivos
y he renunciado
irrevocablemente
a ganar el privilegio
de ser un poblador
del paraíso.
Pincel geográfico
A Jorge Carrera Andrade
Como nadie sabías colorear los paisajes,
no con acuarelas sino con hermosos poemas,
tu pincel geográfico le dio vida a los temas
profundos y humanos que viste en tus viajes.
Soldado de las letras, poeta verdadero,
tu caminar por distintas latitudes
hizo florecer tus artísticas virtudes,
de Latinoamérica el vanguardista primero.
De la naturaleza, el encanto
supiste encontrarlo; conocedor
de la ruin tiranía, tu canto
del desvalido estuvo a su favor.
Talento e ingenio tan profundo
fueron las llaves que te abrieron el mundo.
El mar
El mar es el cielo caído
hecho agua.
Es profundidad,
soledad,
nostalgia,
es medida suprema.
Comparo lo que te amo
con el mar y
me doy cuenta de que
él es ínfimo,
mínima gota,
fragmento diminuto.
No puedo olvidarlo
porque él no es sólo mar.
Es tierra que formó tus ojos.