Letralia, Tierra de Letras
Año IX • Nº 113
30 de agosto de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Letras
El arte de la negociación
Iván Humanés Bespín

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La policía rodeó al asesino y los curiosos no tardaron en llegar. Los más atrevidos ocuparon las primeras posiciones, tras los coches de policía, pese a ver que el asesino tenía una pistola en la mano derecha. Algunos, los menos valerosos observaban desde la otra acera. El asesino amenazó con el arma y preguntó varias veces si tenía ya lo que había pedido. El que debía ser el agente principal, por rango capitán o comisario, se acercó con las manos en alto haciendo valer toda la psicología aprendida en estos años en el cuerpo.

—No, no podemos darle lo que pide.

—¿Les llevaría mucho tiempo encontrarlo?

—Depende, ¿quiere una víctima cualquiera?

—Cualquiera me sirve. Mejor hombre —contestó el asesino.

—¿Lo mataría a quemarropa?

—Sí, a despecho.

El comisario, o capitán en defecto, sacó una libreta de apuntes y apuntó.

—Descríbamelo —dijo.

—Alto, joven, corpulento, con cara de haber conquistado a muchas mujeres.

—¿Está casado usted?

—Bien, sí, podríamos decir que sí.

—¿Lo haría con esa pistola? ¿No prefiere otra arma?

—No, la pistola va bien.

—Y lo mataría a quemarropa, ¿no?

—Sí, me ensañaría con varios tiros en el pecho, como si se tratase de una venganza amorosa, tampoco quiero que luego tengan problemas con el móvil del crimen.

—Espere, no vaya tan rápido —le interrumpió el policía que anotaba todos los detalles.

—Lo mataría porque él y mi mujer, ya sabe...

Antes de que acabara con la respuesta se acercó un joven policía al oficial de rango superior, eso hizo que el asesino moviera el arma más nervioso que nunca y el público de las primeras filas gritara asustado. El joven se cuadró, dijo que era un encargo para el oficial.

Hasta que el comandante o capitán no dejó de garabatear el joven tosió varias veces, llamando la atención. Cuando ya pudo decir todo lo que pensaba, se acercó y susurró al oído del oficial que era un caso difícil y que los hombres estaban desmotivados, que no era un asesinato con alicientes, las pistas eran vagas, imprecisas. Siguió con que habían estado desde horas intentando encontrar al que debería ser el muerto futuro, el asesinado, pero que nada, la investigación se complicaba cada vez más y el tiempo se agotaba. Y lo dijo con cara triste, derrotado, con el vaso de café en la mano.

El superior miró a su inferior desde su distancia de oficial graduado y no le respondió nada, tan sólo sonrió al asesino y le preguntó que qué trabajo le gustaría que tuviese la víctima.

—Policía —contestó el asesino devolviéndole la sonrisa.


       

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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 20 de septiembre de 2004 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes