25 de agosto de 2004
Señor editor:
Me gusta mucho la poesía popular de autores españoles. En mi juventud aprendí un poema popular del
cual no recuerdo su exacto nombre ni el autor. De esto hace ya más de 40 años.
Para orientarlo le puedo enviar el comienzo de él, aunque he olvidado algunas partes, de las cuales a la
fecha me ha sido imposible conseguirlas.
Veamos pues:
Ya se me olvidaba, mira que ayer te prometí contar
los motivos y razones por que soy un legionario hoy.
El leyendo de esta carta me lo estaba recordando.
Yo era el chaval más pobre, más triste y más desgraciado
que se inscribió en los padrones desde la cabecera al rastro.
Aunque mi madre era guapa según los que la trataron,
mi padre fue por lo visto de un feo tal, que al mirarse en el espejo
y al verse pasmó en el acto.
Y esta fue la herencia que mis padres me dejaron, moreno
verde aceituna, pelos tiesos, chiquitajos. Nadie me llamaba Antonio
que es así como me llamo sino que el feo, el feo y con el nombre
de feo me bautizaron las comadres que llamaban a sus retoños,
mi tesoro, mi cielo, encanto.
Desde chico me desquitaba con los chavales del barrio,
que patadas en las espinillas, mojecones, cascotazos,
que a éste le quito la gorra, tumbo aquel otro en el barro y
aquel que está en la fuente lo empujo y al agua pato.
Todos decían que el feo era de la piel del diablo, en cambio
todas las noches el feo se adormilaba llorando.
Y así pasaron los días, y así pasaron los años. Los que me llamaban feo
me lo siguieron llamando...
No recuerdo más del poema y ese es el motivo por el cual deseo conseguir el resto de él. Desde ya
agradezco la gentileza que usted me pueda brindar en este menester.
Lo saluda atentamente,
Juan Rubio Blancaire
Edmonton, Canadá