Letralia, Tierra de Letras
Año IX • Nº 114
20 de septiembre de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Sala de ensayo
Tres reflexiones sobre poesía
Rafael Rattia

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Palas y las Musas

La búsqueda esencial

Ciertamente, la creación poética es fundamentalmente una indagación sobre el lenguaje, una permanente e inacabada búsqueda en torno a un estilo, una voz, una tesitura y un timbre elocutivo que se va revelando gradualmente en el creador en buena medida según la amplitud e intensidad del camino elegido por el poeta para gestar su cosmovisión estética y su singular modo de percibir el mundo y la vida. El poema nunca es el resultado de un decreto divino ni providencial; el poema no es un dictado de una entidad extrafenoménica que se apodera compulsivamente de la psique del bardo y lo obliga a plasmarlo en la página en blanco cual mandato transhumano. La búsqueda impenitente es el signo distintivo de toda obra poética que ha alcanzado algún nivel sustantivo de universalidad. Toda lengua guarda inconmensurables tesoros ocultos en sus enigmáticas y potenciales elaboraciones lingüísticas sólo que el poeta va a la búsqueda afanosa de su encuentro. Aunque es un lugar común, no es mentira que "el que busca encuentra". En consecuencia, el poema es una indagación precedida de otra búsqueda no menos trascendente que está significativamente representada en el reverencial y sagrado acto de leer. Es obvio que sin lectura, sin buena lectura no hay poesía que merezca tan enaltecedora condición. Ahora bien, en el preciso instante en que yo, el poeta estoy leyendo un manuscrito, un documento histórico, una novela o una biografía, no debo olvidar que en ese mismo instante millones de seres humanos están igualmente leyendo algún texto más o menos literario y de una u otra forma eso representa una ceremonia igualmente más o menos poética. ¿Qué se busca en la lectura, en esa otra búsqueda paralela a la creación poética? Depende del lector, mejor dicho de los intereses estéticos e intelectuales del lector. Algunos buscamos una frase deslumbrante que llene el inmenso vacío que hay en el mundo, una palabra capaz de estremecernos y de cambiar significativamente nuestras vidas; otros buscan la felicidad perdida en algún recodo de sus existencias más o menos grises. No se lee impunemente. Existen quienes dicen que la lectura es una modalidad de creación poética y esta tesis es respetable. La búsqueda en poesía comporta el denuedo afanoso por alcanzar un determinado brillo en la frase, un especial fulgor en la palabra escrita, una cadencia y un ritmo que desnude nuestro temperamento y nuestra esencial condición de naturaleza humanizada.

 

La multiplicidad del sentido

La construcción del poema exige al poeta, en tanto vehículo de una cierta taumaturgia verbal, trascender la unilateralidad de la enunciación lírica. Un poema puede ser sencillo pero jamás descender a lo simple. Uno de los rasgos característicos de la complejidad de la estructura del poema consiste en que éste puede ser leído desde un sin fin de perspectivas; el poema que tiene vigor trascendental, que busca su autosuperación, siempre es otro poema y el mismo. Cuando el poema es excelente, cuando alcanza una cota máxima de magnificencia, entonces el poema es una miríada de sentido, cuando el texto poético brilla por sí solo, adquiere una caleidoscópica posibilidad de lectura que de inmediato la crítica lo convierte en objeto hermenéutico. Los múltiples sentidos que ostenta un poema vienen dados por la variada densidad expresiva y por la plural capacidad significativa que ha logrado transferir el poeta al texto poético en referencia. Nunca un buen poema es interpretable ni sentido unilinealmente, tampoco se deja circunscribir a un solo sentido en la traducción. El poema auténtico se escribe con las más nobles palabras de que dispone el creador en esa lengua. No se puede escribir un poema noble con unas palabras bastardas, que las hay —y cuántas. La multiplicidad de sentido también se expresa por medio de la acertada combinación de las palabras, por los impactantes efectos artísticos que producen las palabras en la sensibilidad del lector, por la sonoridad y el color de la voz que desde la página emite el poema, por los inesperados cambios de tono, por la espesura o liviandad del verbo magistralmente concatenado en el texto poético. No debe olvidarse que mientras el lenguaje tecno-científico es un lenguaje "objetivo", matematizante, calculador y eficientista; la textura lingüística del poema se fragua con materiales verbales proveniente de la oniria, la imaginación, lo lúdico y la riqueza incontable de la vida anímica.

Muchas veces el matiz, el imperceptible giro de lenguaje es lo que convierte al poema en verdadera obra de arte.

 

El lenguaje teleonómico

Como decían los griegos antiguos: el lenguaje es la tekné y el telos. Es decir, el lenguaje poético es, al mismo tiempo, el medio de creación y el fin último del acto creativo. Con un lenguaje empobrecido y con un capital lingüístico menesteroso nunca se podrá escribir una obra poética de admirable excelsitud. Es cierto que la totalidad es la articulación dialéctica de la suma de las partes, pero no es solo eso. La poesía localista, folklorista y pinturera puede despertar entusiasmo y aplauso en los comisarios de algún trasnochado nacionalismo ramplón y pedestre pero no pasará de ser música para animación de juegos florales de alguna rural municipalidad. La poesía será planetaria o no será poesía. Sus interlocutores serán todos los congéneres de la especie humana o de lo contrario será un grito sordo en la sabana. Y lo que garantiza esa imprescindible universalidad del poema es, ¿quién puede dudarlo?, la necesaria calidad y excelencia del lenguaje que informa el poema. Alguien dijo que el poema puede darse el lujo de ser ciego pero que un poeta sordo es una contradictio in terminis. El poeta tiene el oído adherido al habla de la gente pero su tesaurus lexicográfico procesa y transmuta el lenguaje común y lo ennoblece aristocratizándolo hasta convertirlo en patriciado del espíritu.


       

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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 4 de octubre de 2004 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes