Fue velox velocis cruzando el campo por la carretera. La longitud de sus patas toda estaba en movimiento
y daba gigantescas zancadas. Desde un borde, una vieja viejísima lo vio pasar y comenzó a carraspear
suavemente, fue subiendo de tono y profundidad llegando finalmente a una risa desenfrenada. Pero cruzando
velox velocis no lo alcanzó a escuchar, porque pasó tan rápido que fue muy rápido, demasiado para oír
una risa o ver a la vieja morir de risa, por fin dijo la vieja y se quedó dura como uno de los postes de
madera altísima y escuálida que marcaban el límite dejando espacios desparejos e irregulares. Todas sus
patas tocaron el suelo y levantaron polvo de nubes rojizas y secas. Desapareció la vieja disuelta en la
sucia polvareda. Igual hubiera desaparecido pues quedó tan atrás en la carrera infernal del velox velocis.
Quedó tan atrás. Las plumas se desparramaron por la descontrolada carrera, para disgusto de cualquiera que
hoy era nadie o casi nadie porque una vieja muerta no llega a nadie. Y si se ríe, peor. Y si hubiera
cantado peor que peor. Pero ya estaba tan, tan lejos y tan atrás que no valía la pena. Es muy desparejo,
así, bajo un cielo abombado. Sube, baja la presión, mínima. Y la vieja seca, seca se eleva como semilla
en el calor sin viento. Velox velocis ya dio una vuelta y está de vuelta desparramando plumaje denso y gris
en la carrera.
Las cuatro mujeres desempolvaron su pelo envuelto de odio por velox velocis. El peluquero guardó sus
sabias advertencias para otro día, un día con viento pero sin carreras. Siempre es así cuando cruza y
vuelve. Los billetes ajados zapatearon un malambo triunfal en sus bolsillos y cayeron rendidos por el calor
inhumano. La nube envolvió la casilla y los altos peinados recién nacidos que salían. Las intrépidas
patas tocaron el suelo y volando a los saltos taparon el cielo amarillo y rojo que absorbió las lágrimas
de las emperifolladas. Pasó como un viento o como un huracán y desapareció corriendo velox velocis. El
calor desarma la realidad del desierto y eleva la imagen de velox velocis. Las bocas se abren y el polvo
anida para siempre en las lenguas. Es que así ha sido. La carretera se fue y los peinados se petrificaron.
La presión menos menos y salen volando. Y se van desatornillando. Como enormes tornillos. Y no hay nadie
nadie y las plumas vuelan y no son las mismas. Se aliviana un poco velox velocis que de a ratos salta y de a
ratos corre pero nunca jamás despliega las alas. Y ya está tan lejos y todo quedó atrás y ya no hay
justicia, reza un panfleto. Y el corredor ya viene y ya está de vuelta sembrando rezongos entre las viejas.
Las manos transpiran, resbalan y se sueltan. Nada tuvo que ver en esto velox velocis que pasó tan lejos,
por la carretera. El sol está arriba del mundo. Si la arena brilla es que está muy seca. Es muy desparejo,
así, bajo un cielo abombado. Y no se ríen. Peor. Son dos en la duna y se alejan juntos pero ya transpiran,
resbalan y se sueltan. Ven el remolino que pasa y se va, y vuelve y se va. Y los sombreros de paja que casi
flamean. Aunque están tan lejos. Tocarse es peor. La vieja se ríe. Escuálida y dura, perpendicular como
el sol. El rojo vivo de las cabezas desnudas se está apagando. No se quieren tocar. Nunca más. La
carretera se fue pero el que vuelve siempre es velox velocis, sin levantar vuelo, pero sin parar.