Letralia, Tierra de Letras
Año IX • Nº 114
20 de septiembre de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Letras
Velox velocis
Daniela Rojze

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Fue velox velocis cruzando el campo por la carretera. La longitud de sus patas toda estaba en movimiento y daba gigantescas zancadas. Desde un borde, una vieja viejísima lo vio pasar y comenzó a carraspear suavemente, fue subiendo de tono y profundidad llegando finalmente a una risa desenfrenada. Pero cruzando velox velocis no lo alcanzó a escuchar, porque pasó tan rápido que fue muy rápido, demasiado para oír una risa o ver a la vieja morir de risa, por fin dijo la vieja y se quedó dura como uno de los postes de madera altísima y escuálida que marcaban el límite dejando espacios desparejos e irregulares. Todas sus patas tocaron el suelo y levantaron polvo de nubes rojizas y secas. Desapareció la vieja disuelta en la sucia polvareda. Igual hubiera desaparecido pues quedó tan atrás en la carrera infernal del velox velocis. Quedó tan atrás. Las plumas se desparramaron por la descontrolada carrera, para disgusto de cualquiera que hoy era nadie o casi nadie porque una vieja muerta no llega a nadie. Y si se ríe, peor. Y si hubiera cantado peor que peor. Pero ya estaba tan, tan lejos y tan atrás que no valía la pena. Es muy desparejo, así, bajo un cielo abombado. Sube, baja la presión, mínima. Y la vieja seca, seca se eleva como semilla en el calor sin viento. Velox velocis ya dio una vuelta y está de vuelta desparramando plumaje denso y gris en la carrera.

Las cuatro mujeres desempolvaron su pelo envuelto de odio por velox velocis. El peluquero guardó sus sabias advertencias para otro día, un día con viento pero sin carreras. Siempre es así cuando cruza y vuelve. Los billetes ajados zapatearon un malambo triunfal en sus bolsillos y cayeron rendidos por el calor inhumano. La nube envolvió la casilla y los altos peinados recién nacidos que salían. Las intrépidas patas tocaron el suelo y volando a los saltos taparon el cielo amarillo y rojo que absorbió las lágrimas de las emperifolladas. Pasó como un viento o como un huracán y desapareció corriendo velox velocis. El calor desarma la realidad del desierto y eleva la imagen de velox velocis. Las bocas se abren y el polvo anida para siempre en las lenguas. Es que así ha sido. La carretera se fue y los peinados se petrificaron. La presión menos menos y salen volando. Y se van desatornillando. Como enormes tornillos. Y no hay nadie nadie y las plumas vuelan y no son las mismas. Se aliviana un poco velox velocis que de a ratos salta y de a ratos corre pero nunca jamás despliega las alas. Y ya está tan lejos y todo quedó atrás y ya no hay justicia, reza un panfleto. Y el corredor ya viene y ya está de vuelta sembrando rezongos entre las viejas.

Las manos transpiran, resbalan y se sueltan. Nada tuvo que ver en esto velox velocis que pasó tan lejos, por la carretera. El sol está arriba del mundo. Si la arena brilla es que está muy seca. Es muy desparejo, así, bajo un cielo abombado. Y no se ríen. Peor. Son dos en la duna y se alejan juntos pero ya transpiran, resbalan y se sueltan. Ven el remolino que pasa y se va, y vuelve y se va. Y los sombreros de paja que casi flamean. Aunque están tan lejos. Tocarse es peor. La vieja se ríe. Escuálida y dura, perpendicular como el sol. El rojo vivo de las cabezas desnudas se está apagando. No se quieren tocar. Nunca más. La carretera se fue pero el que vuelve siempre es velox velocis, sin levantar vuelo, pero sin parar.


       

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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 4 de octubre de 2004 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes