Latidos del alba
En tu dispersión
Como en la memoria de la tarde
Un hondo cansancio
Deshace las edades
En mil pedazos de barro
Y sobre el hueco rostro de una herida
Caen
Como un murmullo
Como un breve suspiro
Como un hondo silencio
único
inconcluso
Y en la consumación hiriente de la nada
Mis manos desangran
El vasto espacio que hiere los espejos
El latido del alba.
Confesiones
A ti
Te detuvo el espanto
A mí
La líquida soberbia
O el movimiento se detuvo
En fantasmales ausencias
Es que la muchedumbre edificó el hastío
Y en su líquido esperma
Un musgo blanco y voraz como los ángeles
Evocó una lluvia de tristeza.
Los círculos bailaron
Como marca inevitable
Que redefine el rostro en tu sinfónico grito de dolor
Y el mar
como tú
Comenzó a descender por el abismo
Puro de tu ausencia
Y una ventana de estertores
Miraba la máscara repetir tus horrores
Y luchar con perplejos naufragios
Era la lengua hirsuta de mi dolor
Temblando porque sólo somos
La dimensión exacta del miedo
Tal
Vez
Solo
Un recuerdo en la memoria de algún dios.
Poema I
Sueño o sortilegio
El vuelo se hace pájaro
Y escapa por el ojo
Cual retazo de cristales
O puertas y relámpagos
Oh abanico de sol que te bebes el miedo
No nos robes el mito.
Poema II
La noche
un pájaro
En un ala el horizonte
En la otra el vuelo:
Un gimnástico movimiento de infinito
Que con mis pasos ha roto los espejos
Porque he pisado la tierra
Y la noche se ha vuelto eternidad.
Poema III
Lo real escapa imaginando espejos
Mas no nos duele
Y aunque no nos duele
Y el vaho de la vida no nos pudre
Sobre una ventana de estertores
Voraces
Estamos muriendo de nada
Poema IV
Un misterio verde
Se ha roto sobre el mar
Y como mil espadas líquidas y dispersas
Que se buscan en el miedo
(como inasibles instantes)
Persiguen el reposo
O tal vez
La eternidad.
Poema V
Una ventana me cabalga en el ojo
Y se bebe la nada.
Muertes se desparraman
En carbones de espacio
—Lo circular corrompe—
Llueven miedos
Y no tengo a dónde huir
Sólo una ventana
Una ventana
O más bien el olvido.
Poema VI
Mi indivisible eternidad
Es interrogada en El umbral
De un espejo líquido
Y líquido es El Verbo
Y líquidas las aguas
Donde aleteaba su nombre.
Espanto
Otra vez este existir
este temblor de símbolos
Quemados por la rabia
otra vez
El regreso de la fuga
Horada mis suspendidas memorias
Y en el estupor del deseo
Tu silencio es el espanto.
Trampas del deseo
Oteando memorables angustias
He sido tú
para desearte como me deseas
Hecho cristal y pedazo de luna
Mi grito ancla en el delirio
Y en el vórtice de la trampa
Alguna luz relata tu cuerpo
—En el oráculo
Hay transparencias
Haciendo mis nostalgias—
Lo terrible
Como un inconstante momento
me acosa de infinito
Y mete tu silencio en la palabra eterno
Inmenso escorpión de sílex
Que fluye sobre el tiempo
Y vomita estos espacios de locura
Y espejos de peces
Que se buscan en la nada
Y en el color difuso que desgarra los sentidos
Un brazo ileso
Me embriaga de serpientes
Y como el círculo o la trampa
Me aleja del corazón de lo eterno.
El último dolor
Al encontrarme en soledad
El sepulcro lapida mis sueños
Y siembra miedos poblados de inocencia
Entre desiguales puertas
La noche renuncia al soplo de las palabras
Esas que escupen barro
Vestido de sol
Cuando la lluvia toma nombre
Y su mirada recoge la piel del ojo
Y del círculo
Y se difumina en el umbral de los espejos
Como la utopía
Que busca el punto cero
Entre luz y sombra
Entre el sucesivo oleaje
Que conjuga cementerios marinos
Como luz multiforme
Circulando en el espacio
La he visto habitar la noche
Con oquedad de siglos
Como si refutara su forma
Con miedo infinito
Y en el eco de su voz
—como un misterio—
La agonía del crepúsculo decretó mi Inexistencia.
Antología de un suicidio
El mar es un antiguo lenguaje
que yo no alcanzo a descifrar.
Jorge Luis Borges
Derramo noches de abismos
Y pájaros
Sobre tu cuerpo
Libando el vacío que atormenta la espera
En impredecibles voces
Muertas de tiempo
lejos
en los orígenes
Levita un cementerio de raíces
Orquestal a la luz
un derroche de sonidos
Corre a gastar tardes de colores
En tus ojos
Y la noche abreva en la noche
Entre sus cortinajes
Se extravían peces amarillos
Y la muerte se deshace
y ligero
el temblor
Busca la calma
Entonces
miro al mar
Para descubrir sus sueños
Y sus lunas
Las horas danzan orgías de negrura
Y anticipo mi hermandad
Al origen
Y
A su vaivén
La luna
Alucinada sobre el mar
Sepulta susurros en el viento
Y esqueletos en las noches
Desliza su voz
Como si ungiera asombro
Para constelar gritos
Que evoquen
Razón y ausencia
Y nada del agua
Refleja sublimación o vuelo
o desdibuja vacío
y el mar
y lo inmenso
El ave se consuma
La memoria
de abismos teje misterios
Y de tiempo
agonía
Circulares olvidos
Estrujan en sus manos
El placer que los desdice
ah el espanto
El miedo
Postración que repta en lo terrible
Para descubrir lo frágil de la muerte
En cada despedida
Una línea se dilata en lo alto
Y entre el sueño y otros colores
El paraíso disemina el reloj
Y te cierra el ser a lo perdurable
Mas
El mar aguarda
Para limpiar nuestros cuerpos de ilusiones
Y desmoronar el templo de las sirenas
Y aunque el cielo se vuelva mágico
Una piedra de mi paso fijara morada
Mientras en su profundidad milenaria
La luna guarda su néctar inmortal
Epifanía de infinito
Cabalgan sobre un cisne
Y te bañan de mar
Y sobre el fuego que danzan los cristales
Hay un presente que se ahoga
Entre un musgo que te quiebra.