Adobar bien la carne no es el único secreto...
Mucho tiempo en el congelador suele dificultar su cocción a punto.
El tiempo óptimo de espera, a temperatura ambiente, es la parte más difícil. La ansiedad puede
arruinar todo plan de comida, y también de sobremesa. Pero él sabía cómo hacerlo...
Eligió para esa noche una carne tierna, rosada, sin poder evitar que estuviese llena de nervios. Pensó
en tomarse todo el tiempo para hacerlos desaparecer, si bien creyó que era lógico que así fuera.
Cuando la llevó a la fuente, ya estaba descongelada. Tal vez fría aún, pero dispuesta a ser el plato
principal.
Él gozaba, pleno, mientras la acercaba al fuego, sin apuro. (No fuera a estropearse todo por
arrebatarla).
Ella sentía el calor, cada vez más intenso, hasta que sin oponer resistencia, se dejó hacer.
Él la acercó hacia sí nuevamente, y agregó los condimentos necesarios para que todo saliera perfecto.
Luz tenue, una copa de vino, ropa cómoda, y un sillón mullido en donde esperarla.
Se acercó varias veces, destapándola apenas. Al ver que faltaba poco, bebió su copa de vino y cerró
los ojos, disfrutando su aroma, como parte del placer que se completaría al tenerla en su boca.
Ella preparada, él ávido de comérsela.
Sus fluidos le indicaron que ya era el momento.
Se unieron la carne a punto y la boca de quien, por fin, culminó su espera. La hizo carne de su carne,
degustando sin prisa, cada trozo. Sabrosa...
Logró sentirse colmado luego del segundo plato. Éxtasis.
Encendió un cigarrillo, dormitó un buen rato, y luego sí, entonces, colocó los restos de la velada en
el congelador, a la espera de un nuevo encuentro...