Se
escucha con mucha frecuencia a personas que poseen niveles académicos e intelectuales, decir cosas como "La
verdad absoluta no existe",
o que "No podemos decir con certeza que esta mesa o libro están realmente donde lo estamos
observando".
Esta forma o manera de pensar se cree que está en armonía con los conocimientos actuales establecidos por
la física teórica de Einstein, creador de la "Teoría de la relatividad", y de Werner
Heisenberg, divulgador del "Principio de incertidumbre",
pero la verdad es que esta forma de pensar no tiene asidero ni correspondencia con la realidad, es decir no
tiene justificación. El pensamiento verdaderamente racional y científico requiere de bases firmes, y para
esto es necesario analizar la teoría y principios involucrados con la naturaleza del tema que se desea
conocer, para luego poder llegar a una conclusión más satisfactoria.
¿Puede ser la verdad un concepto relativo o asociarse con la incertidumbre? Desde tiempos inmemorables,
el hombre se ha esforzado por conocer el mundo en el cual habita. El espíritu humano se satisface con sólo
saber con exactitud el lugar donde se encuentra, pero al tratar el hombre de explicar la naturaleza y
comprender la realidad que lo rodea, ha propuesto muchas teorías e ideas que a la larga han resultado ser
erróneas, pero lo que sí se sabe con certeza hoy en día es que este mundo es especial para la vida,
expresamente hecho para este fin y podemos asegurarlo al comprender el significado que los límites de la
física le han impuesto al fenómeno de la vida, representados por la teoría de la relatividad, que nos
habla de lo más gigantesco y lejano, y el principio de incertidumbre que plantea la física cuántica sobre
las dimensiones de las partículas sub-atómicas.
La teoría de la relatividad desplazó, aparentemente, la idea de lo absoluto del tiempo y el espacio,
establecida por Isaac Newton, produciendo en el pensamiento filosófico una tendencia a negar la verdad como
algo absoluto y en consecuencia a negar la existencia de Dios. Es necesario decir que el pensamiento
occidental estaba deseoso de librarse del yugo impuesto por la Iglesia durante siglos en todos los aspectos
de la vida, pero los errores de la Iglesia no deben ser atribuidos a Dios. Es por la influencia de la idea
de la relatividad de las cosas, que tenemos hoy en día una corriente de pensamiento que considera que Dios
es algo que depende del cristal con que se mire, lo cual es muy perjudicial a la verdad y totalmente
injustificado con respecto a la realidad, debido a que tal teoría sólo es válida si, y solo si, se viaja
a la velocidad de la Luz, lo cual no es lo que sucede en nuestro ámbito de la vida normal. El aquí y el
ahora siguen siendo tan absolutos como siempre.
El principio de incertidumbre, por su lado, establece, en pocas palabras, que no es posible determinar
con certeza la posición real de los electrones, es decir, no se puede decir con seguridad si están o no
están en un lugar determinado. Este fenómeno ha contribuido en gran manera a reforzar el concepto
generalizado de que no se puede llegar a saber nada con certeza,
que todo es relativo, y que las cosas u objetos no existen o no están en realidad donde creemos que están,
estimulando, por así decirlo, una anarquía en el pensamiento contemporáneo y una gran confusión con
respeto al conocimiento, pero como veremos más adelante ninguna de estas posiciones o puntos de vista se
justifica.
Los limites de la física, tanto la relatividad como la incertidumbre, ocurren realmente, pero en los
límites extremos del espacio que ocupa la vida, y por lo tanto ninguno de los dos conceptos afecta la vida
humana; ni nos movemos a la velocidad de la luz ni tampoco vivimos a la medida de los átomos. En pocas
palabras, todas las mediciones de tiempo y espacio tanto a escala atómica como a la velocidad de la luz,
son despreciables en cuando a la física clásica se refiere, es decir a la escala en la cual el hombre y la
vida existen. Es como si la vida y la existencia del hombre estuvieran colocados dentro de una burbuja,
especialmente diseñada para que la vida se dé en todas sus formas, protegida y con todas las condiciones
para que se multiplique y permanezca. Pensemos por ejemplo en las características del Sol, se sabe que
algún día se apagará, pero el cálculo en el tiempo es tan extenso que, para la percepción humana y el
tiempo que dura una vida, prácticamente el Sol estará encendido para siempre, lo cual resulta ser
absolutamente maravilloso; lo mismo sucede con el resto de los sistemas naturales que existen en el planeta
al parecer con el único propósito de facilitar el fenómeno de la vida.
Protágoras creía que la mente humana es lo que rige al mundo, debido a que pensaba que la realidad es
construida por el pensamiento y que por lo tanto no existía la verdad absoluta u objetiva. "El hombre
es la medida de todas las cosas", decía, pero los hechos y siglos de conocimientos científicos
acumulados lo desmienten, ya que si algo caracteriza al conocimiento científico es su objetividad, pero su
frase sigue latiendo en la vida del pensamiento actual a pesar de que el conocimiento se ha hecho más
sólido y estructurado en la medida en que se han realizado los descubrimientos de las leyes naturales y de
las causas físicas de los fenómenos que observamos; por lo tanto, si algo concreto se puede determinar
sobre la realidad que nos rodea, es que la Tierra, el
espacio y el tiempo, en los cuales se da la existencia del hombre, parecen ser hechos a la medida.