Letralia, Tierra de Letras
Año IX • Nº 116
18 de octubre de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Letras
Poemas
Ulises Varsovia

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Adormideras

En la paz de las adormideras,
desplegar, de súbito, las alas,
y dejar de ser y seguir siendo
en la transposición cardinal
de tiempo y conciencia terrestres.

Así como si ni origen ni rumbo,
como si ni destino ni nenúfar
en la amnésica nebulosa urdida
en torno a la luz y a lo viviente.

Adentro de mí, y de mí ausente,
errante por mí en la obnubilancia
de renuncia y negación, de cancela
y cerrojo en la hermenéutica
del ser de sí mismo despojado.

Toda una larga historia del efímero
gusano encerrado en su capullo,
hilando, tejiendo su indumentaria
de sueños despiadadamente rotos,
despiadadamente terrenales.

En el follaje de las adormideras,
el indefinible espécimen astral
jocundo de lúcida ceguera,
ebrio de un narcótico intemporal
en la órbita de lo inenarrable.

La realidad tu capullo infranqueable,
tu celda monacal sellada.
Pero un sólo golpe de adormideras,
una inhalación de aromas órficos,
y tu estúpida conciencia trascendida,
tu regreso a la amnesia original.

 

Mariposa

Ocurra una flor inédita,
ocurra un insólito perfume
desde el útero de las cosas,
una mariposa arrebolada
en un color de inextinta llama,
en un espectro de lítico fuego.

Despréndase inesperadamente,
de súbito y en alto sigilo
con sus invencibles atributos,
con sus facultades omnímodas
desde la vagina impalpable,
desde el manantial del misterio.

Llegue hasta nosotros su irradiación,
llegue hasta nosotros su fuerza oculta,
y disuélvanse en polvo y silencio
las maquinaciones diabólicas
de aquello en nosotros subyacente,
de lo que en nuestra humana doblez.

Ocurra en su envolvente inanidad,
ocurra en su arrolladora impotencia,
llena de impalpable fuego digital,
llena de incombustibles llamas secas.

Una flor inédita erigida,
un perfume insólito rociado,
una mariposa color arrebol,
color incendio, color extinto,
color humano en su humana doblez.

 

Argamasa astral

Pan de opulento trigo
en estrépito solar
amamantado,
en rubia radiación astral
de linfas remotas
en desbandada,

de ti harina solar
y rubicundas enzimas,
de ti dones de alquimia
terrestre enraizada
en lo torrencial del agua,
en lo eléctrico del humus,
en lo proteico del limo
de ubres arreboladas,

en tus fibras el tropel
de celéricos corceles
a galope por la sangre,
en tu corteza el fuego
telúrico y astral
de llamas desbordadas.

Penetrar en ti a mordiscos
con ansiedad de eremita
largamente en celibato,
hundir en ti el deseo,
y derramar la libido
en tu follaje sexual
de aroma estupefaciente,
pan de argamasa astral.

 

Hora

Pródiga de emanaciones
la hora que en mi reloj
detenida y derramada,
pródiga de criaturas
bullendo en torno de mí
con su sutil zumbido.

Algo que indefinible,
que indefiniblemente
lo que su voz descalza,
lo que su voz en la hora
de misteriosa entidad
succionando el tiempo.

Desde dentro de las horas,
a débiles vagidos,
permaneciéndose y yéndose,
o precipitadamente
a través de la habitación,

hora, tu espesa melena
inaprensible, fugaz,
tu entidad de fantasma
rodeada de objetos
y plena de desnudez.

Pródigo de emanaciones
lo que indefiniblemente
dormido en mi reloj,
llorando con su voz descalza.

 

Visita

Un ángel de niebla y ceniza
viniera a mí en el atardecer
con su muda voz sacudida,
y abriera desmesuradamente
sus ojos sin dimensión,
sus ojos vacíos navegando.

Viniera en el atardecer
hasta mi distante ventana,
y sacudiera su voz
de áfonas sonoridades,
de áfona intemperie tonal,
al tardío atardecer,
envuelto en insondable niebla.

Y me mirara con sus ojos
inalcanzablemente lejanos,
errantes por la interioridad
de mis criaturas inconsolables.

Un ángel de niebla y ceniza,
un ángel de despiadada mudez
frente a mi remota ventana,
con sus labios inútilmente llamando,
irreconociblemente mío.

 

Pozo

Días de denodado silencio,
días de mudez perpetua
sumergido en un obscuro pozo
de aguas inmisericordes,
rodeado de muertas campanas.

Alguien con una mano anónima
inclinado sobre el pretil,
alguien con mis propios rasgos
desdibujados alejándose,
difuminando su parentesco
en la desfalleciente conciencia.

Manes míos de una estirpe
insoportablemente repetida,
manes láricos congregados
en el redondel de piedra patria,
hoscos de ira persecutoria,

quien en la mudez de la palabra
su mano de perpetuo náufrago
sobresaliendo en el torbellino,
aquel que por un largo túnel
con su congregación de hermanos
sepultos en su voto de silencio,

ese no ser reconocido,
ese ser por todos olvidado,
ese desaparecer del habla,
y reunir en su torno las voces
de camaradas febriles callando,
de cofrades deshojándose en luto,
de sonámbulos regresando a casa.

 

Disgregación

Tan sólo un manojo de pétalos
diasporales en la mano reunir,
tan sólo un puñado de tribus
babilónicas disgregándose,
diseminando su confusión
de alfabetos prístinos revueltos.

Reunir un haz de secas espigas,
y aventarlas en el cruce órfico
de lo inauditamente humano,
de lo impenetrable resistiéndose,
de lo fecundativo infecundo.

Abrir la mano grávida al viento,
soltar su iracunda amenaza
de apocalíptico misterio,
desbocar el galope de cascos
incontenibles precipitándose,
de jinetes en su antifaz perdidos.

Un manojo de letras áfonas,
de laberínticas letras reunidas
en mi mano como un nuevo Zeus,
arrojar un rayo de cenizas,
un rayo de término y final,
de amnesia hacia los cuatro vientos.

Y sacudir el puño en el aire,
libre de su cosquilleo natal,
vacío de la prole de Pandora,
paternal y contrito, perplejo
en el misterio de la disgregación.


       

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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 1 de noviembre de 2004 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes