Letralia, Tierra de Letras
Año IX • Nº 118
22 de noviembre de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Artículos y reportajes
Sir Peter Blake: la gran
"Estrella de los Mares del Sur"

J. P. Leroy

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Sir Peter BlakeAl igual que nosotros, de Nueva Zelanda, posiblemente, nuestros lectores habrán oído muy poco. Bueno, sí, quizás una que otra referencia como, por ejemplo, el kiwi, el ave emblemática de este país... Y más nada. Crasa falta de información que, desde luego, hay que decirlo, aunque cuesta en un planeta hoy interconectado en fracciones de segundo por Internet, se debe, básicamente, a... la distancia geográfica (que, para unos, resulta casi astronómica) que nos separa de este país, ubicado a 2.000 km al sureste de Australia, continente-isla (de ardiente actualidad la pasada Navidad pues perdió 100 mil hectáreas de preciosos pinos y eucaliptos por incendios, en gran parte, provocados —el cuento de siempre...) que, de por sí, ...está a las antípodas de nuestras latitudes... Pero, claro está (y aunque, por las mismas razones ya expresadas, suena muy paradójico), esta ignorancia nuestra, también, tiene que ver con el hecho —aparentemente fundamental, hoy en día— de que estas islas, de dominio británico desde 1907, al extremísimo sur de Oceanía, originalmente habitadas, a partir del siglo X, por indígenas polinesios más conocidos como maoríes y "descubiertas" en el año 1642 por un explorador holandés, Abel Tasman, no sale a la luz de las noticias internacionales sino una o dos veces al año, cuando mucho. Como, por ejemplo, en 1973, cuando rompió, muy justamente, las relaciones diplomáticas con Francia a consecuencia de los experimentos nucleares en la atmósfera realizadas por este país a partir del Atolón de Muroroa; o cuando, en 1985, el navío Rainbow Warrior, de la organización ecologista internacional Greenpeace, fue despiadadamente bombardeado y sumergido en la bahía de Auckland, ciudad principal de casi un millón de habitantes, por agentes del Servicio Secreto francés; o cuando, todavía, en 1995 (año de mayores turbulencias de todo tipo en Nueva Zelanda), hizo erupción uno de sus volcanes, el monte Ruapehu, obligando a la evacuación de su población en un radio de 10 km; o bien aun cuando, siempre en 1995, sus indígenas maoríes (que disfrutan de un estatuto muy especial pues su lengua es una de las dos oficiales habladas en Nueva Zelanda, junto al inglés) organizaron, por vez primera en la historia, espectaculares e insólitas manifestaciones callejeras (en un país conocido por ser políticamente casi aséptico; otros dirían insípido; nosotros diríamos, más bien, tradicional y naturalmente pacífico), para reclamar compensaciones por tierras ancestrales confiscadas, logrando, sea dicho de paso, en 1996, conseguir unos 200 millones de dólares neozelandeses (un US$ equivale a 2 y pico $NZ) como indemnizaciones por negocios hechos a expensas de sus propiedades durante el establecimiento de europeos en el siglo XIX, o cuando, entre los años de 1995, 1996 y 1997, a raíz de la reanudación de la explosiones nucleares francesas en el Pacífico Sur (subterráneas esta vez), el primer ministro de aquel entonces —James Bolguer— se involucró personal y gallardamente en las reivindicaciones contra el gobierno francés —cuya presión, a través del gobierno de Gran Bretaña de entonces, lo obligó a dimitir, en 1997.

También, en 1997, Nueva Zelanda salió de su "forzoso" y natural aislamiento geográfico cuando se inauguró en Auckland el Sky Tower, el rascacielos más alto del hemisferio sur, con una altura de 328 metros.

También, en 1997, Nueva Zelanda salió de su "forzoso" y natural aislamiento geográfico cuando se inauguró en Auckland el Sky Tower, el rascacielos más alto del hemisferio sur, con una altura de 328 metros.

Y llegamos al pasado mes de diciembre de 2001, luego de varios años sin que este lejanísimo país acuariano (su fiesta nacional es el 6 de febrero de cada año) —cuya hora oficial tiene una diferencia de ¡16 horas! con relación a Caracas, es decir, cuando son las 6 de la mañana aquí, son las 10 de la noche en Wellington, la capital neozelandesa— se haya mayormente manifestado, informativamente hablando, con excepción del año de 1999 cuando asumió por primera vez una mujer primera ministra, Jenny Shipley, actual jefe de gobierno (siendo jefa de Estado, por Constitución no escrita, otra mujer: la propia Reina Isabel de Inglaterra, debido a que Nueva Zelanda pertenece a la Mancomunidad Británica, al igual que Canadá, Australia, etc...).

En este fuertemente contrastado mes de diciembre de 2001, pues, he aquí que ocurren dos acontecimientos, diametralmente opuestos aunque casi simultáneos (los designios de Dios son insondables). Primero, fue la consagración mundial de la película basada en la famosa novela con trasfondo gnóstico y graálico de J. R. R. Tolkien, El Señor de los Anillos, del cineasta Peter Jackson, enteramente rodada en Nueva Zelanda en sus tres versiones: La Comunidad del Anillo (mundialmente inaugurada en diciembre), Las dos torres y El retorno del rey. Y segundo, la trágica y turbia muerte del gran navegante circunterrestre y connotado defensor de la ecología a nivel planetario: el comandante de nacionalidad neozelandesa Sir Peter Blake, ocurrido el pasado 5 de diciembre, en una pequeña población brasilera —Macapa— ubicada en la desembocadura el río Amazonas, a manos de una pandilla llamada "las ratas del agua"...

Considerado por todos los entendidos como el nuevo Jacques Cousteau de la defensa del planeta Tierra a partir de su velero SeaMaster (Maestro de los Mares), Sir Peter Blake fue el último de estos caballeros mosqueteros que, al igual que el no hace mucho fallecido comandante Cousteau, había elevado el conocimiento y la defensa del medio ambiente a nivel planetario a su máxima expresión.

Primero interesado en la arquitectura naval, y luego en la aventura por la aventura, Peter Blake llegó a ganar todos los más prestigiosos trofeos, en solitario y en equipo, a bordo de unos u otros veleros o catamaranes, en carreras de circunnavegación de nuestro globo terráqueo: la Withread, la Copa América (1995 y 2000); el Trofeo Julio Verne (1994) —consistente en dar la vuelta al mundo, ¡en vela y en solitario!, en menos de 80 días, para superar la hazaña del capitán héroe de la novela del escritor francés La vuelta al mundo en 80 días (récord, por cierto, detenido, en la realidad, desde 1997, por el navegante francés Olivier de Kersauson, en 71 días, 14 horas y 22 minutos).

Sin embargo, con los años, al igual que el comandante Jacques Cousteau, Sir Peter Blake se había convencido de que nuestro planeta azul se hallaba en grave peligro de perder para siempre su equilibrio ecológico a raíz de la extrema contaminación observada, desde luego a partir de todos los satélites especializados pero, sobre todo, personalmente, en contacto directo, físico, visual, hasta alta mar, de este 70% de sus aguas que la constituye. Todo esto, a consecuencia de la extrema industrialización, en especial de la extrema irresponsabilidad de los países (¡y sus ciudadanos!) en la adopción de medidas para evitar la muerte orgánica de nuestra principal fuente de vida como son los océanos y todos sus afluentes...

Sir Peter BlakeEn su primera competencia en 1980, entre Sydney y Hobart (Australia y Tasmania, respectivamente), al que llegaron a apodar "Estrella de los Mares del Sur" le había llamado la atención lo que la prensa contaba sobre la destrucción progresiva de las grandes barreras de corales al sur y norte de Australia, debido a la acidificación de las aguas, consecuencia de las afluencias tóxicas en procedencia de las ciudades portuarias. En su vuelta a Australia, en 1988, había podido observar por sí mismo este fenómeno aparentemente irreversible, al sumergirse con su equipo de buceo. En su primera vuelta al mundo en equipo (en la competencia llamada Withread), en 1989, anotó en su diario de a bordo las grandes capas de algas muertas que flotaban en alta mar, así como las grandes capas bituminosas, resultado de accidentes o descargas ("limpieza") de los tanques de grandes petroleros en aguas internacionales. En su primera Copa América, en 1995, lo alertaron los gigantescos bancos de ballenas muertas observados en algunas playas o los ejercicios altamente tecnificados de barcos balleneros o atuneros dejando sin vida miles de kilómetros cuadrados en derredor...

En su contacto durante años con el prestigioso comandante Cousteau, del que (luego de la muerte de su hijo predilecto) iba a ser el primer heredero —si no hubiese sido por mezquindades sucesionales—, realizó incontables programas de televisión y videos vendidos en decenas de países sobre el estado ecológico de nuestro planeta. Poco antes de rescindirse la creación de una fundación especial, auspiciada y financiada por la Fundación Cousteau, ya tenía planificada la pronta construcción del primer "Disneylandia Ecológico" mundial en el puerto suroccidental francés de La Rochelle. Para perfeccionar su preparación, se había retirado 6 años en Auckland para emprender una nueva vuelta al mundo, esta vez en misión científica, siempre a bordo de su Seamaster, un velero de 36 metros de largo, único en su género, a partir del cual quería concienciar al planeta entero para (según la fórmula escogida) "proteger la vida en el agua, sobre el agua y en torno al agua"...

Sir Peter Blake, que unos años atrás había sido ennoblecido por la Reina de Inglaterra por su trayectoria como circunnavegante terrestre (de ahí su título de Sir), quería ser un nuevo salvador del planeta, por lo que esperaba trabajar intensamente en las zonas claves del ecosistema mundial, entre los cuales el Ártico y el Antártico. En este último caso, especialmente, en la zona emblemática del "continente blanco" —la Antártida— llamado Mar de Ross, que es la parte del territorio neozelandés administrativamente llamado Dependencia de Ross, de 730 mil kilómetros cuadrados, donde se encuentra la famosa Base Scott, en la isla de Ross, y punto de partida de gran parte de las expediciones científicas, aventureras y hoy hasta turísticas (¡más de 250 vuelos aterrizan anualmente en el Polo Sur!), hacia las montañas transantárticas y el Polo Sur. Todos territorios que Sir Blake también tuvo oportunidad de conocer, pudiendo observar y lamentar la lenta desaparición de muchas especies marinas como la ballena azul y unas especies de focas y pingüinos (como los pingüinos de Adelia); y, sobre todo, la creciente rarefacción de los bancos de Krill, base de la alimentación de todas las especies marinas en torno al Antártico. En este caso, como problemas derivados de los efectos del calentamiento global, en el que también está incluido, a la vez como causante y resultante, el enorme hueco en la capa protectora de ozono, que alcanza hoy millones de kilómetros cuadrados y cuyos efectos Blake también pudo anotar en su diario, sobre todo en época de verano en el hemisferio, encima de Antártica, Argentina, Chile y hasta parte de Uruguay, como parte de su nueva misión científica que había recibido, sea dicho de paso, el amplio respaldo del Programa de las Naciones Unidas por el Medio Ambiente —PNUE— del cual, desde el pasado mes de julio de 2001, era embajador honorario itinerante...

La próxima misión de Peter Blake era remontar los principales ríos amazónicos para hacer las observaciones científicas correspondientes a su nuevo rol... Con esta intención, había llegado a la desembocadura del gran río Amazonas, cuando fue víctima (dos tiros certeros en medio de la noche selvática) de unas "ratas de agua" que, según reporte policial, desconocían la envergadura del personaje, ya nominado para varios galardones internacionales para 2002 —entre los cuales, el Premio Nóbel Alternativo de la Paz...

Todavía está fresca en la memoria de los que seguimos los acontecimientos de esta índole en el mundo, el horrendo asesinato en los años 80 del mundialmente famoso dirigente de los Seringueiros del Mato Grosso brasilero: Sergio Méndez, quien murió por oponerse tenazmente a la explotación industrial a ultranza de la resina de los árboles de la Amazonia brasilera... No quisiéramos pensar mal... pero, en el caso de Peter Blake, no podemos evitarlo...

En su último diario de a bordo Sir Peter Blake dejó algunas notas sueltas escritas en suelo brasilero: anotaba el fuerte olor y el espeso humo que flotaba encima de la selva amazónica ("inundando y contaminando en permanencia el aire y nuestra cabina"); también recordaba entre otras cosas que "...la calidad del agua es un elemento fundamental en la salud de nuestro planeta...", y, de paso, regalaba estas reflexiones a modo de receta en la lucha por la vida: "...Para ganar, se debe creer en la victoria. Hay que desear apasionadamente el resultado anhelado, aun si esto significa años y años de lucha. Lo más difícil es empezar. Hemos empezado... Nuestra aventura está en marcha con la misma pasión con la que hemos empezado...".


       

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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 17 de enero de 2005 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes