Letralia, Tierra de Letras
Año IX • Nº 118
22 de noviembre de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Letras
El diario de Ludy D.
Extractos

Roxana Crisólogo

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Nota del editor
La poeta peruana Roxana Crisólogo nos envía los siguientes poemas, que pertenecen a su libro inédito El diario de Ludy D., para compartirlos con nuestros lectores.

mis dedos postrados en la mayólica del aire
vagan por la intransigente línea del tren
mis dedos enfadados con su instinto de dominación
abiertos a los acertijos de un conductor que no
soporta /
la espontaneidad de los saludos del otro
sacudiéndose la arena que subrepticiamente
los pelícanos robaron de la playa
el sol que cargué en un sombrero de hojas
de plátano y lancé
al otro sol que corría en el capricho de las olas
que incontrolables los muchachos
en busca de consuelo pretenden civilizar

saltos equinos que hipnotizadas nubes
conducen al seno denso de su epifanía

mis dedos que no dejaría prestados a pintor alguno
a cambio de su amor apócrifo


Ana
la ceguera empieza a dejarnos sordos
como las hojas secas el cactus
deja de sentir la humedad salada
de sus encías
el gas que la tráquea elimina del cuerpo
como un vertiginoso silencio
                            no ver la muerte
el polvo fino de invisibles oradores solitarios
que el bronce se limita a cargar
los accidentes que el lomo humano del agua
nos deja en la boca
                            cual angustiosa sequía
algunas flores crecerán
sobre este anonadado cemento
algunos niños volverán
a encarnecer sus sombras

La juventud siempre tendrá una mano qué apretar
a quién recurrir
el canto que las piedras reclaman


no veo las horas que marzo retire su pedernal
el invierno se ha ido
el guante de lana que mi boca respira
ver el sol ocupado por la coloración intensa
de las mariposas
los canales que en su aguas extinguen cualquier
ambigüedad
por ejemplo yo
que escribo dando marcha atrás a la fortuna

jalándole la cola al mono
exigiéndole que alguna suerte nos sonría
volviendo a los detalles para no repetir la vuelta
la misma pared y sus abrevaderos de sombras
que nos separa

la desnudez elemental que percibo
se descose del aire
y repetidamente soy la voz de un tumulto aletargado
en el pernocto
e insistentemente soy la tos en la ruta ácida
de un mediodía sofocado

la orfandad misma de un jardín
que otros niños trazarán
a la altura bronca del miedo


yo era una niña
mi primer poema retumbaba
en las orejas de mis vecinos
como un vendedor callejero

todo lo que nos sirve se extiende
sobre la lengua amplia y puntiaguda
de la tarde

si hubiera habido agua para lavar
la melena sedosa del sol
la urdimbre de orfebrería que el deseo
acantonó en plazas de una existencia
inmóvil

     Ah muslos de las dunas deshojadas
atravesar el denso tapiz de la neblina
que las palmeras impregnan
de una incomprensible laboriosidad
que aqueja
    volarle los sesos a la luna
                                 es verdad
no había agua para regar un jardín
el desierto era aquella humanidad
que aqueja y el polvo
que mi madre empuja con la escoba


puedo escuchar la voz ronca
el carraspeo afónico del piano perdido
no es más que el taladro que un obrero
desmedidamente hunde
en la hermandad de la tierra
como si todo el tiempo del mundo
estuviera ahí enconchado
                           momificado
discretamente indispuesto
en el musgo impenetrable de un ardor vidrioso
que los autos apabullan
y la mierda de otros perros descalzan


una india descifra en la lana de sus dedos
los extraños ligamentos del día

el aire
que no es más el cuerpo del oxígeno
que en aquellas alturas tiene el grosor de la sábila
ni lleva como una cascada maloliente en el pecho
el temblor sosegado de un valle telescópico
que algún pintor sincretiza

con la paciencia y la naturalidad del moho
el pintor esconde un suave
colchón de plumas en el lienzo
que todo lo enverdece

las palabras extienden su turbante de arena
para amordazar el fango irreparable de la lluvia
que nada moja
y la sed que remueve el estómago
con su cuchara de legión
cubre la artesanía irregular de otro país más mundano
que escondo
el hambre del desierto que no tiene frontera
ni sus cuartuchos embanderados por una luz fantasmal
que acarrean más niños como otro yo
en busca de agua


también el calor futuro
se sienta en la entrada de las bodegas
como una masa herrumbrosa de palabras
el cromo impalpable de los alfiles
ordenando el tráfico sofocante de la luz
el contraluz irreversible de toallas
como una arbitrariedad
al partir enajenado de los ojos
el juego de espejos de zapatillas de frutas
levantando la nariz del espinazo entreliño de la calle
un espesor de guitarra que en un McDonald’s
sigilosamente alguna marea trata de contradecir
y en medio está el mar
amuleto de la divinidad que acabo de canjear
por el más resplandeciente de los adioses
el ritmo de los dedos sobre las rodillas
las palmeras humanas gateando en la ribera
accidentada de vasos que las morenas
abrasan desde un mundo agujereado de sinrazones
y vida
el mar que sin piedad
en diminutos tallos abotono a mi piel
como un necesario latido de voces
piedra más dura del alba
por ahí van los que se despiden
en la desesperación de otros cuerpos
sumergidos en la máscara cautiva de las olas.


bajo la oscuridad centroamericana
el canto destemplado de los loros rebeldes
refulge como la memoria
su voz encogida en las palmas
redondas de la gente que nunca en
silencio se dispone a desarmar el día
con el vano pretexto de decir adiós
mientras el horizonte entumece sus músculos
rojos de soleado reptil
y en las pulperías cada quien encuentra
un desmedido espacio para estacionar su soledad
en una cerveza
el hielo recupera los rostros desvanecidos
de los parroquianos sus gordas e indefinidas
insolaciones que en una sola arruga
la mirada comprime
un río de carcajadas que ahora
un vencejo
vacía de la garganta seca de un costal
Los frijoles consumados en aguas negras e incontrolables
rompiendo en un hervor de cabecitas ajadas
los maíces ostentando el honor en los dientes de otros
Sólo una mujer inclinada al piso barriendo
un tipo de polvo inaguantable separa de un lado
las hojas mezcladas de las colillas de cigarros
el naranja del negro la humanidad de la superficie


recojo los adioses vehementes de las rocas
la cinta rosada del cuello adhesivo
del archipiélago de Suecia
de los empellones del aire
el desenlace fortuito del color
apolillado en el cielo de uva
que el transatlántico arrastra
en carcajadas de asfalto
La playas son una confederación sociable de fábulas
en el desembalse los cuerpos rescatan su identidad
y la luz provoca desnudez
que una manada de juncos atrinchera en la arena
de pequeñas voces
y culos redondeando el vaivén sosegado
del mantra
que en silencio el pantano mitifica
en vano le digo adiós
a la niña acabada de brotar
de un eclipse de cabañas y frutos de cesta
en vano el barco arrastra la
kurta inofensiva de un muchacho indio
lejos de su cuerpo natural y el papel
digo a los tambores de la olas suaves
el silencio tiene los pies de plomo.


       

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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 17 de enero de 2005 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes