Letralia, Tierra de Letras - Edición Nº 18, del 17 de febrero de 1997

Las letras de la Tierra de Letras

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Barbas y otros poemas en remojo

Wilfredo Carrizales

I

            Yo, este Wilfredo, mozo del patio de los Carrizales,
hombre de barba corrida y navaja en suspenso,
que se mira a los espejos sin anteojos
creyendo descubrir rostros de vecinos curiosos
signados por perillas y otros frutos menores,
opto por arrancar pelos insustanciales
desordenadamente dispuestos en caras comunes
y así, sin más, pongo en remojo
mis barbas para que ardan
por siempre y tales veces
bajo el agua de la poesía.

II

            En las barbas de alguien
o en las mías, si alguno lo requiere,
puedo esconder un clamor
de nostálgica ciudad perdida.
También estoy en capacidad de ocultar
innumerables manuscritos licenciosos
que llegasen en estampida a mi aposento.
Barbihecho con todos mis nombres
me dedico a ponerle pelos
a las lenguas que me niegan
por razones de siniestra inocencia.
Sólo las barberías acumularían
luengas e hirsutas verdades
ya que no disponen de más medios
para alcanzar la imponderable celeridad
interpuesta entre el filo de una navaja
y el cuello sumido en su lividez.

III

            Me hago la barba o embarbezco ocioso
al compás de los días posibles
marcados por dedos femeninos
que labran surcos en las mejillas
donde se atesoran terciopelos vivos.
Hala el viento de la calle mi barba
y no la mesa y la conduce al poniente
ante el asombro imberbe
de los asépticos maltratados.
Barbiponiente despliego anocheceres pilosos
sobre hembras que sucumben
bajo las delicias de una enmarañada oscuridad.
Los besos quedan enredados y temblorosos
y la barba engrandecida
sale a pregonarlo a la cabeza
de una multitud de barberos enloquecidos.

IV

            Por barba una cerveza negra
se espuma hacia un bien morir.
Suena un amén y por barba
el badajo santigua al sacristán.
La viuda joven empalidece
y es por barba su curación.
A la acera saltó por barba
quien venía en el carro del amor.
El mundo del recordatorio
y del no me olvides sin rasurar
por una barba se hizo transgresión.
En sus pieles las mujeres sabias
llevan inscritas sentencias
que se anuncian así:
"Por barbas que los gemidos crezcan
y proliferen muchos ardores por barbas".

V

            Mis mujeres se suben a mi barba
y se están allí, agazapados,
disponiendo de la alegría como cosas suyas.
Se instalan con sus roperos,
sus zapatos de salir los domingos
y a veces se dedican a reuniones
en donde el bailoteo molesta
a quienes habitan un piso más abajo.
Tiempos hay cuando acontecen
tormentas con escasas lágrimas
y algún inadvertido portazo
que pasa entre los pelos
sin mensajes y sin remisión.
Al final, los peines ponen orden
y las mujeres van cayendo,
una tras otra, lentamente,
sobre la página de periódico extendida.

VI

            Con toda la barba se la miento
y el dueño de las tijeras
se escinde en dos mitades:
una se desliza, giratoria, bajo la silla;
la otra, acaricia de cerca la tarifa.
En mi empeño, saco hacia la plaza
espejismos de navajas y masajes,
seguros señuelos para atrapar
potenciales traidores
a la muy noble causa
de la cofradía de los barbados.

VII

            Tirarse desde las barbas
en escapes de tobogán y lucidez,
cuando las ciudades han asumido
sus agonías, porque la marcha
nunca se dio y llega lo fugaz.
Las barbas atajan las ventoleras
y ese es su radical destino,
a pesar de lo que murmuren,
cara linda, pelo sin farol o royón.
Accederemos al sindicato barbado
a pesar de los afeites
o de las tibias protestas
pronunciadas desde rosadas mejillas
que levemente hacen recordar
un corrillo de nalgas en comunión.
Tiros a los barbudos
y que lo pregone el patrón
en las fiestas imberbes.


       


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Depósito Legal: pp199602AR26 • ISSN: 1856-7983