Especial
Crónica de la alegría para Meira
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“Lo mío no es nada extraordinario: escribir unos versos lo he
dicho varias veces, es casi como cortar una rosa, no
tiene ningún premio, no debería tener ese premio tan
maravilloso que yo recibo de la gente”.

Meira Delmar

Es este un homenaje a la alegría. Es este un homenaje a Meira Delmar quien tuvo por oficio en la vida, repartir felicidad. Voy a contarles, en esta hora que parece propicia sólo para el llanto, instantes felices vividos al lado de Meira allá en Cereté de Córdoba, donde Lena Reza ha hecho de la poesía, un bálsamo para aliviar las incertidumbres y hacer germinar el amor y la amistad en el país de la sinrazón.

Desde hace ocho años he presenciado cómo Meira Delmar acudía puntual a la invitación que su entrañable amiga Lena Reza le hacía para que fuese la reina del Encuentro Internacional de Mujeres Poetas. Desde hace años presencio cómo Cereté la revitalizaba: cada año más joven. De la silla de ruedas, a las muletas; de las muletas al bastón y del bastón a caminar con más luz en la mirada.

 

Estaba la Marisola

Infatigable y cariñosa. Siempre con el apunte preciso. En los momentos que antecedían a la partida hacia un recital, allí en Corpoica, el paraíso cereteano que sirve de hotel a las poetas, venidas de toda Colombia y de varios países, Meira se dirigía al comedor acompañada por las poetas Margarita Galindo, Nora Carbonell y quien estas líneas escribe y a tiempo que hacíamos el recorrido, nos llevaba a la infancia con la sutil orden de cantar la primigenia ronda de nuestra infancia Caribe: Estaba la Marisola / sentada en su vergel / abriendo la rosa / y cerrando el clavel. / ¿Quién es esta gente / que pasa por aquí / ni de día ni de noche / me dejan dormir / Somos los estudiantes / que venimos a estudiar / en la capillita de oro / de la virgen del Pilar. / Plato de oro / orilla de cristal / que se quiten, que se quiten / de la puerta principal...

 

Este amor

Cada vez que Meira Delmar empezaba a declamar “Raíz antigua” lanzando al fervoroso público de la plazoleta Raúl Gómez Jattin, la red del primer verso de este poema que ya es una oración en Cereté, los aplausos estallaban en una suerte de misticismo profano; una mezcla de solemnidad con euforia: No es de ahora este amor (...) No es de ahora. No. / De lejos viene / —De un silencio de siglos, / de un instante / en que tuvimos otros nombres y otra / sangre fugaz nos inundó las venas— / este amor por amor, / este sollozo / donde estamos perdidos en querernos / como en un laberinto enamorado.

Terminaba Meira “como en un laberinto enamorado” y su voz se hacía tenue ante el murmullo del público adorador, que repetía los versos como en un ritual; que pedía este o aquel poema como si se tratase de la canción favorita que no puede faltar en el repertorio del artista. Y Meira respiraba plena, se aferraba al micrófono, hacía a un lado cualquier amenaza de fatiga y proseguía en un acompasado ritmo de versos, aplausos y el clásico coro: “otro, otro, otro”.

 

El buen humor

A sus ochenta y seis años no había cansancio que la venciera, ni conversación que la cansara, ni lluvia que amainara su ánimo, como en aquel memorable recital en Montería, en plena Ronda del Sinú en el año 2007, cuando el cielo lanzó una cortina infranqueable que reemplazó los versos de la poeta, que festejó con carcajadas la osadía de la lluvia a quien llamó atrevida y con “ínfulas de poeta”.

Largas conversaciones con la poeta que no tuvo suerte en el amor: “...el arduo / amor que nunca pudo / vencer el tiempo...”. El arduo amor sobre el que la poeta contaba: “Siempre que me preguntan por el amor, recuerdo un conversatorio en Comfamiliar del Atlántico... Recuerdo que un señor me dice: ‘Doña Meira, en su poesía se ve que hay un amor secreto, ¿por qué no nos habla de él?’. ‘Bueno’, le respondía, ‘usted mismo dice que es secreto y si nos ponemos a hablar de él, deja de serlo...’. Y otro señor dijo: ‘Pero, doña Meira, en realidad es mejor que haya sido así, porque gracias a esa circunstancia usted ha escrito esa poesía tan maravillosa que hace’. Y yo le respondo: ‘Pero a mí no me hubiera molestado en absoluto que se hubiera realizado’ ”.

Meira Delmar inquebrantable en su sonrisa y buen humor, para quien el mejor elogio a su poesía provino del escritor y amigo Manuel Mejía Vallejo: “Estaba en la Biblioteca Piloto de Medellín con Germán Vargas y Manuel Mejía Vallejo. Manuel, acompañado de su inseparable vaso de ron. Eran las doce del día y hacía un sol ardiente, entonces Germán me pide que le recite algo a Manuel, a lo cual respondo que la poesía necesita otro ambiente y no ese sol de mediodía. Pero Germán insiste y yo cedo recitándole este: ‘Sola / en el azul de la mañana vuela / una garza / Sabe Dios qué poeta distraído / dejó que se le fuera / una palabra...’. Me mira Manuel, levanta el vaso, exclama: ‘¡Nooooojodaaa!’ y suelta Germán la carcajada. Ese es el mejor elogio que me han hecho”.

Es este, como dije al inicio, un homenaje a la alegría. Es este un homenaje a Meira Delmar, quien tuvo por oficio en la vida, repartir felicidad.