Francés
Víctor Segalen
Estelas
(En el centenario de su primera edición)

“Estelas”, de Víctor Segalen

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De “Estelas de Cara al Mediodía”

Sobre un huésped sospechoso

Sus discípulos cantan: él se vuelve el Salvador de los hombres: él viste otro hábito de carne. La estrella, caída del más alto cielo ha fecundado la Virgen escogida. Y él va a renacer entre nosotros.

¡Tiempo bendito donde el dolor retrocede! Tiempo de gloria donde la Rueda de la Ley corre sobre el Imperio conquistado que va a arrastrar a todos los seres fuera del mundo ilusorio.

*

El Emperador dijo: Que él vuelva, y yo lo recibiré, y yo le acogeré como a un huésped.

Como a un huésped pequeño, a quien se gratifica con una pequeña audiencia —por la costumbre—, y con una comida y con un vestido y con una peluca a fin de ornar su cabeza calva.

Como un huésped sospechoso a quien se vigila; a quien se acompaña bien de prisa allá de dónde él viene, para que él no cautive a nadie.

*

Porque el Imperio, que es el mundo bajo el cielo, no es ilusorio: la felicidad es el precio, sólo, del buen gobierno.

¿Qué fue él, el que se anuncia, el Buda, el Señor Fo? Ni siquiera un fino letrado,

Sino un bárbaro que conocía mal sus deberes de persona y devino el más malo de los hijos.

 

En honor de un sabio solitario

Yo el Emperador he venido. Yo saludo al sabio que, hace setenta años, ha retornado y elaboró nuestras Mutaciones antiguas y elevó los saberes nuevos.

Yo espero del Viejo Padre la lección: y primero, ¿si él ha encontrado la Panacea de los Inmortales? ¿Cómo se toma sitio en medio de los genios?

*

El Sabio dijo: Hacer que suba al Cielo el Príncipe sería una desgracia para el imperio terrestre.

*

Yo el Emperador interrogué al Solitario: ¿ha recibido él en su caverna la visita de treinta y seis mil espíritus o solamente de algunos de aquellos Altísimos?

*

Yo el Solitario no gusto de los visitantes importunos.

*

Yo el Emperador imploro por fin al Sabio el poder de ser útil a los hombres: ¡cualquier cosa para el bien de los hombres!

*

El Sabio dijo: Siendo sabio, yo no me ocupo jamás de los hombres.

 

La gente de Mani

En cuanto a éstos, ellos no sirven a un principio único, sino a Dos: ésta es la gente de Mani.

Ellos rehúsan el matrimonio, abusan de esto que no es matrimonio: ellos se aparean sin decir palabra, como la tortuga y la serpiente.

Ellos desprecian las medicinas y se regalan venenos medicamentosos. Maldicen la comida antes de comerla, a sus amigos antes de amarlos, a uno de los principios antes de adorarlo.

Ellos duermen todo el pleno día y vigilan durante las tinieblas... Esto no merecería un exergo, apenas ser dicho.

Si no usaran entre ellos un perfume mágico: tú los reconocerías por su olor.

 

Nombramientos

Cada oficial, civil o militar, detenta su título en el Imperio. Por sí mismo el nombre se glorifica; el grado y el favor engrandecen: obtener un empleo del Príncipe ¿no es el más noble fin?

Yo quiero investir a mis seres familiares. Que ellos no envidiarán más desde ahora a los sabios, a los Santos, a los consejeros y a los generales que no huyen delante del enemigo —así yo decido:

Este laurel fiel y florido será mi satélite; este pino que me observa y permanece derecho será juez de segunda clase; mi pozo se convertirá en Gran Astrólogo puesto que él ve el Cielo profundo en pleno día.

Reconozcamos en el corral, a esa ave como Maestro de Ceremonias: ¿no tiene acaso, por nacimiento, el noble andar del pato?

*

Así, recibid de mí vuestros infantazgos, oh mis seres familiares, y en razón de vuestras cualidades justas. Igual que por el Hijo del Cielo el Monte T’aï por su altura y su peso fue declarado Duque y guardián del Imperio.

 

Decreto

Esto no es el tiempo que se pueda medir. Aclamemos la virtud del pasado, llevándolo como una cadena: mas que sea de oro.

Esto no es hazaña que se pueda grabar. Aceptemos los altos hechos cumplidos: mas saludemos el advenimiento libre de otros que vendrán quizás.

Esta mujer exhala los diez géneros de belleza; cada uno mantiene un rasgo famoso, la sombra delicada de una heroína.

Mas donemos un poema a ésta que “No se puede decir quién es” ni por qué es bella; y entre los Nombres Dinásticos, encerrando el vacío de uno que no tuvo alba y no tendrá duelo:

Honrad con el título soberano al Emperador que hubiera podido ser y que no se digna promulgar otro edicto.