Chino
Cinco cortos cuentos chinos contemporáneos

Introducción, selección, traducción y notas: Wilfredo Carrizales

Piel de jabalí, por An ShiliuPiel de jabalí

An Shiliu

Al anciano que contaba historias yo le llamaba tío abuelo, de la familia Nimacha. Provenía de los jürchen1 de Jianzhou.2 Sus antepasados, bajo las órdenes de Nurhaci,3 combatieron en muchas partes. Después fueron enviados a Ningguta bajo el mandato del general de Heilongjiang4 para que defendieran la frontera. Los descendientes de la familia Nimacha están en el lugar llamado Ba Jia Zi5 en Ning An y se multiplicaron y llevaron una vida próspera.

Estas cosas no me las contó el tío abuelo. Yo las vi en el árbol genealógico. El anciano habló. En realidad, él me preguntó una cuestión. Él dijo: ¿tú sabes cuál es el animal más temible del bosque?

Yo dije: el tigre.

Él dijo: es el jabalí.

Yo dije: el tigre es el rey de la montaña.

Él no explicó. Dijo una historia para que yo escuchara.

Aquella vez nosotros seis penetramos a la montaña; no fuimos a cazar. Teníamos otro asunto. Por eso, no pensábamos provocar a los jabalíes. Por supuesto, nosotros llevábamos a la espalda las escopetas de caza. Entre nosotros había un compañero que además traía un palo armado de una punta de hierro para que le sirviera de bastón para la nieve. Ja, ja, avanzábamos dentro del bosque a cuarenta grados bajo cero. ¡Ah, heroico! El bosque estaba muy oscuro como un muro negro, impidiendo la terrorífica tormenta de nieve. El gran vigor de la tormenta se reducía considerablemente. Sólo las puntas de los árboles a unas cuantas decenas de metros sobre nuestras cabezas casualmente rugían. Dentro del bosque había mucho silencio. Los extremos de las yerbas no se movían; las ramas de los árboles no se balanceaban; el frío era seco. Justo en ese momento, nosotros nos encontramos con una manada de jabalíes.

El tío abuelo se detuvo como si quisiera responder a la pregunta mía anterior. Dijo: ¿tú puedes haber escuchado quién dentro del bosque se ha topado con un grupo de tigres, un grupo de osos negros?

Yo pensé un instante. Verdaderamente no había escuchado tal asunto. El lugar del tigre y el oso en el escalón superior de la cadena animal los ubica con capacidad para existir solos. Por eso cada uno es un guerrero solitario.

El tío abuelo movió la cabeza aprobatoriamente. Prosiguió contando la historia.

Tampoco sabíamos qué pasaba. Entonces, nosotros seis, de pronto, estábamos frente a una manada, de seis o siete jabalíes. Ellos tenían el cuerpo cubierto de cochambrosas cerdas negras; los pequeños ojos completamente rojos; las narices moviéndose, resoplando sin cesar; erguidas sus dos puntiagudas orejas; los dientes rechinando. La blanca nieve combinada con la pura y débil luz del amanecer hacía resaltar claramente sus grandes y largos dientes, afilados y salientes que despedían un brillo frío y que nos hacía sentir escalofrío en la columna vertebral. El jefe de la manada era un jabalí macho de gran tamaño. Nosotros nunca habíamos visto un jabalí de aquel porte. Mirándolo parecía un bisonte del polo norte que hubiéramos visto por televisión. Con aquel aire salvaje de completo brío se le parecía.

Por un momento ambas partes no optamos por tomar acción. Sólo mirando sin movernos, esperando que retrocediera la parte que no pudiera aguantar. Pero hubo un compañero que no pudo contenerse. Descolgó la escopeta de caza de su hombro. Entonces tan pequeño movimiento estropeó el asunto. La manada emitió un gruñido y se abalanzó hacia nosotros.

El que rompió la regla, primero se medio acuclilló e hizo un disparo. Cada uno de nosotros cinco nos echamos a un lado en cinco lugares diferentes; las escopetas las empuñábamos en nuestras manos. Pero el primer disparo de aquel compañero fundamentalmente no había tenido utilidad. Por completo sólo se escuchó un gruñido en voz baja. Tampoco se sabía si el disparo había dado en el blanco. El jefe de la manada, a la cabeza, se abalanzó. En la manada no hubo uno que no obedeciera su directriz. Juntos echaron a correr hacia el compañero y lo aterrorizaron. Aquel jabalí macho lo hocicó y el compañero cayó de espaldas con las piernas despatarradas; el polvo de nieve se removió hasta la altura de un hombre. Nosotros cinco disparamos juntos, provocando muchas esquirlas como las de una bomba. La manada se dispersó con fuerza hacia todas las direcciones y se abrió paso a empujones. ¡Caramba! Un desorden de armas. Sucedió de repente. La escopeta de caza de uno de los hombres fue disparada y el cartucho no explotó. Él era listo. Aferró el palo con punta de hierro y lo clavó en el cuello de un jabalí. Originalmente pensó presionar el palo para someter al jabalí, pero eso no era posible. El jabalí agitó la cabeza. Sus dientes largos y afilados partieron el palo con suma facilidad como si pellizcáramos tallo de cebolleta. Pero aquel compañero aún aferraba el palo y no aflojaba las manos. El resultado fue que el palo al partirse lo lanzó al suelo. De todas maneras, todos nosotros también teníamos experiencia de cazadores. Gracias a que éramos muchos hubo pérdidas en nuestra gente. Cada uno buscaba la oportunidad, sin cesar, para contraatacar. Al fin abatimos a un jabalí. Los restantes jabalíes huyeron con precipitación. En ese momento, nosotros entonces descubrimos que el compañero embestido por el jabalí no se había levantado. Ambas manos cubrían el muslo y gritaba sucesivamente. Al ir a ver, la sangre se le escurría entre los dedos. Los afilados dientes del jabalí habían desgarrado su muslo. En un momento hicimos una estimación. Calculábamos que al menos aún había un jabalí más que había sufrido graves heridas. Por lo tanto, dejamos a un hombre para que cuidara al herido. Nosotros cuatro seguimos los rastros de sangre y las huellas de las patas de la manada de jabalíes y continuamos la persecución. Los perseguimos dos li.6 Vimos al gran jabalí jefe de la manada, solo, echado dentro de un bajío de nieve. Al parecer había evacuado a la manada. Él, todavía agresivo, no permitía que nadie se le acercara. Nosotros lo flanqueamos. Comprendimos que ya estaba dando las últimas boqueadas. Entonces aguardamos sin atacarlo. En realidad, en ese momento, a él le hubiera resultado fácil pelear solo contra una o dos personas.

Después nosotros lo trasladamos al pie de la montaña. Lo pesamos: ochocientos jin7 completos. Al quitarle las cerdas hubo un sorprendente descubrimiento. ¡Ah!, este jabalí macho, inesperadamente tenía en todo el cuerpo ochenta y ocho cicatrices, largas y cortas, nuevas y viejas heridas, se encontraban por doquier. Yo las conté una a una. Aquellas viejas heridas tapadas por las nuevas, yo las consideré como una. Cuando se le extrajeron las vísceras, ¡desde dentro de los intersticios de los omóplatos se sacaron tres balas! Este jabalí digno de compasión, ¿en una vida se había topado con qué? Difícil imaginarse que él parecía un veterano de muchos combates, con cicatrices acumuladas, pero colmado de gloria.

Así que tal asunto, así que tal jabalí, yo nunca los he olvidado. Desde mis veinte años de edad hasta mis actuales ochenta y seis.

Al contar hasta aquí, el anciano cerró la boca. Su mirada se perdió en la lejanía. Mucho rato después, abrió la boca y preguntó: ¿Tú sabes quién fue el primer rey8 o no?

Yo dije: lo sé. Nurhaci.

Él preguntó: ¿tú sabes qué significa “Nurhaci”?

Yo dije: no lo sé.

Él dijo: Piel de Jabalí.

De Digesto de la Juventud; número 14; 2012.

 

Notas

  1. Los jürchen (o jürchet; en chino: nüzhen) eran tribus tungús que habitaban las inmediaciones de las provincias de Jilin y Heilonjiang, en el nordeste de China. Eran los antepasados de la etnia man (los manchúes, como se les conoce en la historiografía occidental). En 1115 los jürchen fundaron el imperio Jin (Oro) y después de derrotar a la dinastía Liao de los qitan y a la dinastía Song del norte se establecen en Pekín desde 1153 hasta 1234.
  2. Región ubicada en los alrededores de la actual ciudad de Zhaoyang en la provincia de Liaoning, en el nordeste.
  3. Nurhaci (1559-1626) fue un jefe guerrero de la etnia jürchen que en 1616 se proclamó jan (“máximo gobernante”) de su pueblo y fundó la dinastía Jin Posterior que ulteriormente, en 1635, se convertiría en la dinastía Qing (Pureza), la última dinastía feudal que gobernó en China. A Nurhaci se le llamó, póstumamente, el “Supremo Ancestro de la dinastía Qing”.
  4. La provincia más septentrional de las tres que conforman el nordeste de China. Su nombre significa “Río del Dragón Negro” y es limítrofe con Rusia.
  5. Ba Jia Zi significa “Ocho Familias”.
  6. Medida de longitud. Un li equivale a medio kilómetro aproximadamente.
  7. Medida de peso. Un jin equivale a quinientos gramos aproximadamente.
  8. Primer rey de la dinastía Qing.