Letralia, Tierra de Letras - Edición Nº 24, del 19 de mayo de 1997

Artículos y reportajes

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Antes o después, el libro desaparecerá

Entrevista con Berna Wang y José Carro

El mundo está cambiando rápidamente y los cambios están arrastrando a la literatura, dándole nuevas oportunidades de creación y difusión: una prueba de esto es la existencia, cada vez más profusa, de revistas literarias que tienen como soporte material las redes electrónicas, como esta que usted lee en este preciso instante.

Casi sin que nos percatáramos de cómo sucedió, la informática sumó una nueva herramienta a la ya conocida y tradicional pareja que hicieron la pluma y el papel. La computadora, con su afán por reconstruir el mundo —¿a su imagen y semejanza?—, ha otorgado a los autores ciertas libertades y ventajas que antes resultaban inimaginables.

En España está por publicarse, con el auspicio de la editorial de los Talleres de Escritura Creativa Fuentetaja, el libro "Guía para el uso del ordenador en la creación literaria: de la pluma a la araña", que estudia el desarrollo del proceso creativo, en literatura, desde el nacimiento de la idea hasta el momento en que la misma es editada electrónicamente o, al menos, en papel con la asistencia de los medios informáticos. El libro es escrito por José Carro y Berna Wang.

Letralia ha tenido el honor, según nos han informado sus autores, de ser mencionada en esta guía como uno de los mejores medios de difusión literaria existentes en Internet. Es propicia entonces la ocasión, dado que nuestra edición de hoy celebra nuestro primer aniversario, para conversar con Wang y Carro acerca del convulso presente y el incógnito futuro de la literatura y su relación con la informática.

Arte y técnica

La "Guía para el uso del ordenador en la creación literaria" es un completo mostrario de las cosas que pueden hacerse con dos herramientas básicas: la creatividad suficiente para hacer literatura y una computadora. El libro analiza todos los pasos del proceso de producción de una obra literaria con la asistencia de la informática y se inmersa en las profundidades de la red para brindar al lector el máximo provecho de la misma —al final del libro, a manera de guinda, hay una relación de unas cuatrocientas direcciones de recursos en Internet aprovechables por un escritor.

El correo electrónico nos permitió conversar con los autores sobre diversos temas de relevancia para tener un primer panorama del libro y, por intermedio de él, de las inmensas posibilidades que ofrece la informática al escritor. La guía ha tomado como punto de partida la adquisición de un ordenador que sirva adecuadamente a los fines del autor, y para hablarnos de ello se mezclan en una sola las voces —los caracteres— de Berna Wang y José Carro:

—Intentamos huir de la idea nefasta de que un escritor no pueda ya trabajar sin computadora, o de que su trabajo vaya a ser menos valioso si su máquina no es lo bastante eléctrica o no tiene suficientes megaelectronvoltios. Para nosotros una libreta y un lápiz son suficiente para crear algo valioso y nos molesta ese fetichismo moderno de la máquina. Pero nos parece igual de fetichista su rechazo; si los autores no pensáramos que el ordenador tiene una utilidad (por ejemplo, y no es poco, el ahorro de papel) no habríamos escrito este libro.

Uno de los primeros capítulos del libro habla de ordenadores mínimos y máximos para la creación literaria. Los autores afirman que, más que una guía de compras, intentan hacer una guía de las posibilidades que ofrece hasta el ordenador más antiguo: "Para nosotros, el ordenador mínimo, barato, antiguo, pasado de fecha, tiene las mismas posibilidades de ver alumbrar una gran obra que el equipo más caro; la guía rebosa de ejemplos y consejos para sacarles partido a ambos. No dejamos de echar un vistazo a todas las posibilidades actuales y a las que nos depara el futuro cercano; pero si escribiéramos sólo del ordenador de nuestros sueños, nuestros lectores serían, también, soñados.

—El libro describe el papel del ordenador en la tarea de elaborar un libro, desde la parte creativa —como muleta para plasmar las palabras, en un caso, o como juguete literario, en otro— hasta la parte técnica de manipulación del lenguaje e impresión de originales. A vuestro juicio, ¿existe una frontera entre lo aportado por el ordenador —lo técnico— y el cuidado del autor en la preparación de su libro? ¿Qué patrones delimitan esa frontera?

—El ordenador parece abrir una gran cantidad de posibilidades en la autoedición, y en la preparación de textos por el propio autor, o así al menos nos lo han vendido los fabricantes. A la hora de la verdad, en la autoedición se suele descubrir por qué un autor que se edita a sí mismo fue rechazado por las editoriales, y con desastrosos resultados; y por qué existen oficios tan antiguos como los del tipógrafo y el editor, o tan difíciles como el de diseñador gráfico. La frontera se puede poner donde uno quiera, pero los límites siguen siendo, como en todo, la modestia para reconocer lo que uno sabe y no sabe hacer, y el sentido común.

"No creemos que los lectores prefieran los juegos de manos del aprendiz de brujo al arte mayor del gran mago", indican los autores al ser consultados sobre el eventual asesinato del escritor en beneficio del aprendiz técnico. "Quitando algún caso más bien raro, creemos que el hecho literario es tan ajeno a la habilidad en el uso de la tecnología que nunca se dará el caso de un maestro eclipsado por un experto en videojuegos. Además, los programas informáticos se hacen cada día más fáciles de usar, se acercan al usuario intermedio y ponen al alcance del buen escritor las mismas herramientas que usa ese 'listillo electrónico'. No hay cuidado".

Los problemas de la edición electrónica

—La publicación en Internet entraña un problema con los derechos de autor. ¿Cómo salvar este problema sin resistirse a la tentación de ver nuestro nombre "impreso" en un monitor?

—Internet es un peligro para los derechos de autor, porque por la propia configuración de la red no hay forma de proteger la autoría de un documento. La red multiplica los peligros que ya existían con la fotocopia. En el libro tratamos de estos derechos y de sus límites, y especulamos (un poquito) sobre lo que cabe esperar de la publicación electrónica. En cuanto a los derechos de autor, nosotros recomendamos que éste haga lo mismo que en el mundo real: que inscriba su obra en el Registro de la Propiedad Intelectual (u organismos equivalentes), para evitar futuros problemas. Aunque en el caso de pleito por la autoría, sería mucho más complicado, claro porque las leyes siguen siendo nacionales y en Internet están abolidas en la práctica las fronteras nacionales.

Desde hace algún tiempo se viene incrementando la presencia de la informática en actividades que antes podían realizarse inclusive a nivel artesanal. La creación literaria no escapa a esto: intérnese en una maquinaria de búsqueda y solicite información con la cadena "generated computer poetry" y podrá entrar a las páginas de quienes están investigando sobre creación literaria hecha a base de cálculos binarios, tomando como variables cientos de versos. Sobre la posibilidad de una eventual desaparición del concepto de autor, nos dicen Wang y Carro: "El problema es paralelo al del Diseño Asistido por Ordenador: el CAD no ha hecho desaparecer a los diseñadores, a los ingenieros industriales y a los arquitectos, aunque haya enviado al paro a muchos delineantes. El ordenador es un auxiliar que facilita los procesos intermedios, pero siempre subyace una autoría (aunque sea la del programa informático o la del circuito impreso). Las promesas de la inteligencia artificial comienzan a ser una realidad palpable, pero al precio que se le paga, no parece que haya aún una necesidad industrial de sustituir al autor humano en la producción de textos... por el momento. En el último capítulo de nuestro libro revisamos qué se puede esperar de esto".

—También hay quien dice —continúan— que el ordenador potencia la autoría, porque nos dota de herramientas como el hipertexto con las que no podía contar el autor de papel. Creemos que esto es una exageración, porque todo libro ha sido siempre un hipertexto. La diferencia es que los enlaces (o "links") hipertextuales los podía fabricar el lector a su antojo con cada una de las palabras o citas del escrito, y en el hipertexto los enlaces los impone el autor. Es sin duda un juguete más, pero no es para tanto.

—Hay quienes opinan que la publicación electrónica tiene menos validez curricular que la publicación en papel.

—De momento quizá sea cierto: la publicación electrónica permite saltarse ciertos filtros de calidad que la tradición ha establecido, porque uno puede publicar lo que quiera. ¿Quién decide en última instancia lo que es bueno? Nadie. A efectos de currículum, al menos por ahora, la publicación electrónica vale tanto como hacer fotocopias de nuestros textos y regalárselos a los amigos. Pronto se aprenderá a discriminar entre los textos buenos y malos, valiosos o no, y los criterios para decidirlos; entonces las publicaciones en Internet serán tan buenas como las otras. Entretanto...

El libro que no puede ser tocado

Uno de los debates más recurrentes en el actual ambiente de la edición electrónica es la posible desaparición del libro. En este sentido, la guía escrita por Wang y Carro esboza la próxima aparición del libro de silicio, que probablemente llegará a los ojos del lector mediante pizarras electrónicas.

Sobre el fin del libro de papel, nos comentan: "¿No les parece una gran noticia para la conservación de los bosques? Imaginen que nos ahorráramos la energía, la tinta y el papel gastados en preparar, imprimir y distribuir libros (por no hablar de otros documentos) que por fin tienen una vida más o menos larga pero limitada. Nuestro libro, sin ir más lejos, escrito a caballo entre Madrid y Orihuela, en la costa, apenas ha visto el papel hasta su impresión definitiva, y ningún cartero se ha afanado en mover legajos de ida y de vuelta por los trescientos kilómetros intermedios".

—Si no nosotros, que quizá amamos todavía el tacto del libro recién hecho y su olor, el rito de escoger en una librería repleta, la industria sí quiere eliminar todos esos pasos intermedios. La tecnología se lo permite ya; por ello, igual que los discos o las películas, por su menor precio, antes o después el libro desaparecerá. Pero no desaparecerán la escritura, ni la literatura, ni los escritores, ni la Feria de Frankfurt, ni los premios, ni los clásicos.

Debido a su economía y alcances, Internet se ha convertido en un medio importante para la autopromoción de autores inéditos —aparte de los que pueden dar con un editor electrónico de valía—, quienes a través de revistas digitales o listas de correos han inundado la red con sus escritos. Al respecto, los entrevistados afirman: "Internet no deja de ser un trasunto, un reflejo del mundo real, y en el campo de la publicación es lo mismo. Igual que nadie tiene el menor interés en perder el tiempo con textos que no avale un editor o un crítico solvente en el mundo 'real', todos los esfuerzos de autopromoción de un autor malo terminarán tarde o temprano por verse limitados en la red, del otro lado de la pantalla".

—Por su propia forma de organizarse, el espacio cibernético (con sus cincuenta millones largos de páginas de momento) tendrá que contar con esos editores electrónicos que señalen qué merece la pena leerse y qué no, revistas del estilo de la que editáis o boletines del tipo "TourBus" de Patrick Crispen y Bob Rankin, clásicos ya de la 3W. Por razones diferentes, como que Internet elimina intermediarios no tan necesarios en el proceso de comunicación literaria, esperamos que con el tiempo se logre acercar el autor a sus potenciales lectores, dando más oportunidad a los buenos escritores que tengan una audiencia muy especial o muy pequeña.

—¿Qué papel tendría la literatura en un mundo cibernético?

—Una nota previa y curiosa: Internet ha devuelto al tubo de rayos catódicos la letra que la televisión había expulsado. Hace mucho tiempo que no se leía tanto sobre una pantalla. Incluso la vieja costumbre de escribir cartas, abandonada cada vez más tras el advenimiento del teléfono, ha sido recuperada a costa, irónicamente, de los servicios de correos.

"No es probable que Internet o la informática cambien la literatura, ni sus tendencias de cambio, más de lo que lo han hecho los libros leídos en cinta de casete", aclaran Wang y Carro. "El problema sigue siendo la gente que hace las máquinas o la gente que lee los libros más que las tecnologías intermedias. En nuestra opinión la literatura depende de que haya lectores que sepan leer, más que de las máquinas con que se elabora el libro".

—Imaginemos por un momento el mundo que predecían los comics y las historietas para el año 2000. Carros voladores, videófonos y robots haciéndonos la vida más fácil. ¿Resultará afectado el lenguaje de alguna manera?

—Sí, por qué no; en la medida en que lo ha afectado ya la escritura, la imprenta, la prensa, la difusión masiva de libros baratos, la radio, la televisión, el teléfono, los viajes en avión, las películas norteamericanas y las novelas de Corín Tellado. En qué modo resultará afectado por la profusión de máquinas que comenzarán pronto a hablarnos en idioma natural, o por el hecho de que podamos hablarles (igual que ya se dicta a los procesadores de textos) es difícil de decir. Pero creemos que las máquinas no dejan de ser máscaras que esconden a las personas que las han fabricado, y es el lenguaje que hablan estas personas el que debería preocuparnos a todos los hablantes (y escribientes).

La Biblioteca de Babel

—Hay más de cuatrocientas direcciones Internet comentadas en el libro. ¿Qué tipo de material guardan esos recursos? ¿Qué utilidad pueden brindar al escritor?

—¡Y son pocas! Quizá sean la décima parte de las que se podrían encontrar ahora. Su utilidad es la de ponernos en contacto con otros lectores y autores, de hacernos idea de lo que se está haciendo. Su diferencia con las clásicas revistas literarias es acaso la inmediatez, aunque esa ventaja todavía no ha sido explotada lo bastante en Internet. El ciberespacio es una réplica más rápida del mundo real y su mayor cualidad es esa rapidez. Con las direcciones que incluimos (sólo 400) ofrecemos un mapa de entrada a esa porción del mundo literario que se vierte ahora en la red.

Wang y Carro afirman haber imaginado "el proceso por el que pasa un texto desde las primeras ideas en la cabeza del escritor hasta la publicación (incluyendo la propia escritura, naturalmente)".

—Hemos organizado el libro siguiendo ese esquema: la mitad dedicada a Internet suministra direcciones de "sitios" y "páginas" que pueden servir a quien se encuentre en alguno de esos momentos del proceso. Como el escritor es un mundo y las poéticas un sinfín de universos, hemos procurado ser amplios de miras y hasta eclécticos; pero nuestra principal guía ha sido la utilidad para el lector. Comenzando por el uso de la propia Internet. Nos parece que hemos conseguido un buen equilibrio entre lo práctico —como ofrecemos en el título— y lo juguetón. Internet es un cofre creciente de tesoros, de información sin demasiadas cortapisas en que la censura no tiene sentido, repleto de ideas escritas sobre las que trabajar (y de una buena cantidad de mentiras sin control para las que hace falta una gran reserva de sentido común). Como el mundo, al fin. Y nuestro criterio ha sido ofrecer sólo los mejores puertos desde los que aventurarse ya en solitario.

—¿Qué parámetros medirán la calidad literaria cuando la Biblioteca de Babel se convierta en un catálogo incontrolable (¿acaso no lo es ya?)?

—Qué difícil decir a estas alturas cómo se organizará la red más adelante. De momento sí, ya es un alboroto sin control, y las cuestiones de calidad en un medio que se define "no jerárquico y antijerárquico" son difíciles de decidir. Internet decidirá sus propias jerarquías, por un lado; y por otro el desembarco de las grandes editoriales no se va a hacer esperar. La calidad la decidirá, como ya hemos puesto arriba, la confianza de los lectores en algunos vértices de información como esta revista, mientras sigan ganando prestigio (por cuidar su información, enviar a buenos "lugares" para leer, etcétera).

"La calidad es la misma a un lado y a otro del monitor", prosiguen. "Y las mismas serán las broncas con que se decida. Quizá en estos apasionantes segundos momentos de existencia de la red asistamos a grandes prodigios y terribles espectáculos, como de cualquier mundo primitivo; pero poco a poco se irá enfriando y la luz se irá separando de las tinieblas. O no".

Berna Wang nació en Chamberí (Madrid). Su tardío aprendizaje del español por el método de la inmersión le infundió un insuperable pánico al agua que aún hoy perdura. Traductora y escritora (a ratos), colabora con los Talleres de Escritura Creativa Fuentetaja desde 1994.

José Carro nació inesperadamente en Madrid hace veintiocho años. Pasó por la escuela pública y por la Facultad de Sociología de su ciudad. Sin embargo aún conserva su afición a buscarle a los juguetes el mecanismo y a las hojas el envés, lo que le ha servido de ayuda en la confección del libro. Su relación con los Talleres de Escritura Creativa Fuentetaja dura ya nueve años.


       


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Depósito Legal: pp199602AR26 • ISSN: 1856-7983