Tres poemas
Guillermo López Borges
Alicia
Nunca llega
Siempre ha estado al piano
Nada ejecuta, no ha tocado las teclas
Y ya no quiere ver a nadie
Simula un agobio
Suspicaz, la mirada huye
por una vez y cae sobre su música
su traje ligeramente envejecido,
sus manos acostumbradas
a construir lo que otros
requieren, sin una queja
sin un lamento
Su instante la descubre
Se ve detenida en la vida y bella
Frondosa entre la fronda y tierna
Luminosa corriendo hacia el agua
por quién sabe qué trama inalcanzable
Qué momento para asentar la vida
Simula la mirada
El agobio se le escapa
Tiende su música
Es un estruendo bendito
por sobre la angustia de todo
Sin reparar
Del baúl que ahora abre
podrá sacar casi todo a gusto;
Las joyas que dejó la abuela
La piedra que trajo del parque
El libro de cuentos que abre
al azar y lee en alta voz:
"...no pretenda, caballero,
que me desvista aquí
¿Qué pensará usted de mí,
qué dirán los otros?
¿Qué dirá el espacio abierto,
qué dirá su memoria?
Él entonces, impasible, le sonríe..."
Usted cierra el libro
y también ese cajón
y un destello le cierra
un instante los ojos
y una alegría le marca la cara
y un dolor abofetea su aire
Se vuelve lentamente
Desciende los peldaños
en busca de su propia voz
para asegurarse que nada
pasa. Que el mundo sigue esperando
para que lo adorne de acuerdo a su ser
Sin reparar en modas, estilos o instantes
Entonces, sólo entonces, se sorprende y sonríe
A veces
En noches de luna vertical
me imagino un torpe jinete
y su caballo. Un río de soldados
que se abre en mi camino. Una campana
vieja y un castillo. Un clavicordio regio. Un óleo
tibio por mi espalda se desliza -y es un capricho
Una cornetín de circo, de payaso. Mi carreta triturándose
en el camino. Un agua plateada o de plata -que nunca lo sé
Lago, simple espejo que se vierte en el alboroto del día. Una escopeta
de cazador con mi nombre, sumergida en el lugar de la presa;
escurridiza
Un disparo
el golpe del trueno
la quebradura del manto
Y a ambos lados del miedo el asustado soy yo