Inglés
Poemas de Li-young Lee

Caquis

Caquis

(De Rose, 1986)

En sexto grado la señora Walker
me dio un palmetazo en la nuca
y me hizo parar en el rincón
por no saber la diferencia
entre “persimmon”1 y “precision”.2

Cómo escoger
caquis. Esto es precisión.3
Maduros son suaves y pardimoteados.
Oler los puntos más bajos.4 El dulce
será fragante. Cómo comerlo:
disponer el cuchillo, desplegar un periódico.
Mondar la piel delicadamente, sin rasgar la carne.
Mascar la piel, chuparla,
y tragar. Entonces, comer
la carne de la fruta,
tan dulce,
toda ella, al fondo.

Donna se desviste, su estómago es blanco.
En el patio, fresco y estremecedor
con grillos, nos tendemos desnudos,
frente a frente, boca abajo.
Le enseño chino.
Los grillos: “cri, cri”.5 El rocío: lo he olvidado.
Desnudos: lo he olvidado.
Ni, wo:6 tú y yo.
Separo sus piernas,
recuerdo decirle
que es hermosa como la luna.

Otras palabras
que me hacían molestar eran
“fight” y “fright”,7 “wren” y “yarn”.8
Luchar era lo que yo hacía cuando estaba atemorizado,
temor era lo que sentía cuando estaba luchando.
Los abadejos son pequeños, pájaros ordinarios;
el hilo es lo que uno teje con palillos.
Los abadejos son suaves como el hilado.
Mi madre hacía pájaros de hilo.
Me gustaba mirarla entrelazar el tejido;
un pájaro, un conejo, un hombrecito.

La señora Walker trajo un caqui a clase
y lo cortó
así todos pudieron saborearlo
una “manzana china”. Sabiendo
que no estaba maduro o dulce, no comí
pero observé los otros rostros.

Mi madre decía que cada caqui tenía un sol
adentro, algo dorado, fulgurante,
ardiente como mi rostro.

Una vez, en el sótano, encontré dos envueltos en periódicos,
olvidados y no maduros todavía.
Los tomé y los coloqué sobre el antepecho de la ventana de mi cuarto,
donde cada mañana un cardenal
cantaba, “El sol, el sol”.

Finalmente entendí
que él estaba quedando ciego,
mi padre se sentaba toda la noche
aguardando por una canción, un fantasma.
Le di los caquis,
hinchados, pesados como tristeza,
y dulces como el amor.

Ese año, en la turbia iluminación
del sótano de mis padres, escudriñé, buscando
algo que había perdido.
Mi padre sentado sobre los fatigados escalones de madera,
el negro bastón entre sus rodillas,
una mano sobre la otra, asiendo el puño del bastón.
Estaba tan feliz de que yo hubiese venido a casa.
Le pregunté cómo estaban sus ojos, una estúpida interrogación.
“Se han ido”, respondió.

Bajo algunas mantas, encontré una caja.
Dentro de la caja hallé tres rollos de pintura.
Me senté al lado de mi padre y desaté
las tres pinturas para él:
hojas de hibisco y una flor blanca.
Dos gatos acicalándose.
Dos caquis, tan llenos que deseaban caerse de la tela.

Él alzó ambas manos para tocar la tela,
Preguntó, “¿Qué es esto?”

“Esto son caquis, padre”.

“Oh, la sensación de la cola de lobo9 sobre la seda,
la fuerza, la tensa
precisión en la muñeca.
Los pinté cientos de veces
con los ojos cerrados. Esos que pinté ciego.
Algunas cosas nunca abandonan a una persona:
el perfume del cabello de alguien que amaste,
la textura de los caquis,
en la palma de tu mano, el maduro peso”.

 

Notas

  1. Caqui. En chino se llaman shizi.
  2. Precisión.
  3. Juego de palabras entre persimmons y precision.
  4. En el original: “sniff the bottoms”. Bottoms también significa trasero, nalgas. La base del caqui tiene una hendedura.
  5. La onomatopeya del chirrido del grillo en chino se expresa así: “chiu, chiu”.
  6. Tú, yo, en chino mandarín.
  7. “Lucha”, “temor”.
  8. “Abadejo”, “hilo”.
  9. Los pelos de la cola del lobo se usan para hacer finos pinceles para pintar y para la caligrafía.