Especial: Colombia+Venezuela
Especial
Colombia+Venezuela

Presentación
Jorge Gómez Jiménez

¿Por qué vamos a pelear?
Pablo Amaya

Las Letras son para la Unión
David Alberto Campos Vargas

¿Una cicatriz?
Jaime de la Hoz Simanca

Siete poemas por Bogotá
María Antonieta Flores

Intereses ajenos
Silvia Hebe Bedini

La ruptura que demuestra cuán unidos estamos
Martha Beatriz León

Gritos salvajes sacudiendo nada
Gabriel López

Venezuela-Colombia
Adelfa Martín Hernández

Así era con ella, así de difícil y absurdo
Andrés Mauricio Muñoz

La ruptura que demuestra cuán unidos estamos

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Soy una venezolana que ya no habita en su país y que sólo ha visitado Colombia una vez, y en la frontera, algo que por supuesto limita mi conocimiento de ella. Pero Colombia es para mí el símbolo de lo que una nación puede ser, tanto en las cosas buenas, como en las malas.

Siempre he visto a Colombia como la Israel de Latinoamérica, pues su camino de dolor, guerras y divisiones sólo puede semejarse al exilio y sufrimiento judío. Pero así mismo, han sido lo suficientemente fuertes como para mantenerse erguidos ante la tragedia de vivir a diario una guerra civil no oficializada. Y no dudan en devolver los golpes que reciben y de clamar por lo suyo, cuando lo amerita la ocasión.

Ante esta ruptura me tocaría defender a Venezuela, inflarme el pecho para llenarlo de patriotismo, obviando mis preferencias políticas. O, en base a éstas, aplaudir al que gobierna del otro lado, cuando sé que al final este asunto no tiene que ver sino con verdades convenientes (o mentiras verdaderas, usted escoge).

Para mí sería más fácil que en Venezuela probásemos lo equivocado que está el gobierno de Colombia —si pudimos recorrer violentamente Europa para asistir en Venecia al estreno del film de Stone, seguro podemos hacer esto en nuestro territorio y a menor costo— en vez de decretar un corte de relaciones como si la cultura, la amistad, el sentimiento de hermandad y la convivencia admitiesen leyes divisorias. Y Colombia ha podido no ir directamente a la dirección sino hablar con la maestra, ese gesto hace inevitable la confrontación.

Me arranca una sonrisa saber que en la frontera las cosas siguen marchando como siempre. Porque no hay poder ejecutivo de ningún lado que interfiera con una cotidianidad que no sabe de líneas punteadas y me imagino ve con indiferencia alcabalas y uniformes verdes. Igual, lejos de ella, seguimos recordando con cariño al Gabo, viendo la enésima repetición de Betty la fea y usando la ropa íntima de “ellos” para mostrar encantos que quizás ya no tenemos.

Aunque si quisiera que se pudiese decretar el fin de la violencia, de la corrupción, del maltrato infantil, esta vez me satisface que sea indecretable la separación de dos pueblos que históricamente están unidos, que pelean pero se contentan, que comparten más sangre no derramada que la que eventualmente regaríamos en caso de ir a una guerra. Esta ruptura, aun con sus puntos críticos, muestra lo unidos que como pueblos estamos. ¡Vivan Colombia y Venezuela!