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El recitador de canciones

Arnoldo Varona

Bola de Nieve Cuando a menudo hablamos sobre la cantidad de artistas mexicanos que, por así decirlo, "nacieron" artísticamente en Cuba, parece olvidársenos un poco el también buen número de artistas cubanos que deben a México "su nacimiento", acogida y calor de su pueblo; este es el caso de una genial figura que recordamos hoy, no sólo fue en México donde comenzó su ascendente carrera artística, allí también le sorprendió la muerte. Su nombre, Ignacio Jacinto Villa y Fernández, conocido en el mundo artístico sólo como Bola de Nieve.

Siempre en un impecable frac negro junto a su piano de cola, con su desmesurada sonrisa y su cantar al antojo, con gestos teatrales, risa suelta y un sello atractivo y peculiar, como si recitara sus canciones, al verlo actuar Andrés Segovia diría: "parecía como si asistiéramos al nacimiento conjunto de la palabra y la música". Bola de Nieve, creador de un estilo único, voz ronca y áspera, "de vendedor de duraznos, ciruelas y mangos", como él mismo decía siempre en forma burlona, irónica y a la vez humilde entre sus amigos. Así es como aún miles de personas lo recuerdan a través de cuatro continentes, como el Embajador de la Música y Arte cubano y no como le llamó, "el calesero del partido", en forma injusta y desproporcionada, uno de nuestros más destacados escritores, Reinaldo Arenas, que en 1990 también muriera.


Origen y destino

En su nativa Guanabacoa, cuna musical de grandes artistas cubanos como fueran Ernesto Lecuona (autor de Andalucía, Siboney y Malagueña, entre muchas otras) y Rita Montaner, comienza a trabajar, diría "para ganarse unos pesos", como pianista del Teatro Carral, donde acompaña a los artistas cuando falta el que dirige la función. Actuando en el Bar del Hotel Sevilla Biltmore, donde se encontraba de visita Rita Montaner, ésta le invita a acompañarla a México, donde se presenta por primera vez al público con el nombre artístico que llevaría toda su vida, Bola de Nieve. Es en su debut como solista en el Teatro Politeama del Distrito Federal mexicano, cantando ante 4.000 espectadores e interpretando entre otras Vito Manué tú no sabe inglé, cuando su actuación se convierte en un verdadero éxito. Con los meses, y ya con su coterráneo Lecuona, viaja por todas partes; Argentina, Chile, Perú —donde interpreta en forma magistral de Chabuca Granda su famosa Flor de la Canela—, Colombia, Venezuela, Brasil —donde gana acento brasileño para interpretar las sambas de Ary Barroso—, Canadá y Estados Unidos, donde en el Carnegie Hall de Nueva York le obligan a salir al escenario nueve veces ante los aplausos y donde el New York Times lo compara con Nat King Cole y Maurice Chevalier. En un recital en Washington la prensa le llama "El Maestro de la canción cubana". Con los años, en actuaciones visita a Europa: París, Cannes, Niza, Florencia, Milán, Copenhagen, Roma, Moscú, España, Inglaterra, Praga, Sofía, Bucarest y, en Asia, Beijing y Pyongyang.

Un artista como Bola de Nieve, que pudo haber amasado una considerable fortuna si se hubiera propuesto hacerlo, pues del extranjero siempre le llovieron muchas proposiciones de actuaciones diversas, y a pesar de su posición como homosexual, inadmisible para la intolerante dirección revolucionaria cubana, prefirió quedarse en su país. Con el aparente reconocimiento de su carrera artística y su prestigio internacional, la dirección del gobierno cubano supo utilizar a Bola de Nieve como embajador artístico de la música cubana enviándolo alrededor del mundo. Es en la década de los sesenta cuando abiertamente se comienza a perseguir en el país a los cubanos por su homosexualidad. Bola y muchos otros artistas e intelectuales callaron, por supuesto haciéndose cómplices de las heridas y ofensas a otros cubanos por su preferencia sexual privada.


El final

Entusiasmado por su viaje a Lima, donde Chabuca Granda y otros amigos le preparaban un homenaje, parte Bola de Nieve de Cuba hacia México. Muchos recuerdan esos días de octubre del 71 en la capital mexicana, donde se movió entre periodistas y amigos. Según el relato de un periodista local: "traía su sonrisa de siempre y nadie podía percatarse de que no vería el sábado mexicano, ni actuaría en Lima, ni jamás miraría a su Cuba nuevamente...". Realizó visitas a diversos artistas y admiradores: "se le veía alegre, bromeaba, contaba anécdotas, habló de sus planes futuros, de las actuaciones que le esperaban en el Perú", terminando el cronista, "a las diez de la noche decidió retirarse diciendo 'mañana quiero levantarme temprano, me espera un día de mucha actividad'". Así se apagó en su sueño aquella luz y personalidad, tan lleno de defectos como todos los humanos, síntesis armónica de voz y piano, orgulloso como artista y meticuloso constructor de exigencias en actuaciones bien preparadas hasta el detalle más mínimo. Así todavía le recuerdan los que tuvieron el honor de verlo actuar alguna vez, así lo recordaremos nosotros, espectacular, risueño, franco y como también el poeta chileno Pablo Neruda dijera, "Bola de Nieve se casó con la música y vive con ella en esa eternidad llena de pianos y cascabeles, tirándose por la cabeza los teclados del cielo...". Con eternos recuerdos, sólo un adiós momentáneo para ese nunca olvidado orgullo de Cuba, el Recitador de Canciones, Bola de Nieve.


       

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