Poemas
Alicia Spraggon
El mundo completo
Sumemos, dijo, tres más tres:
las rayas se amontonaban hasta seis.
Restemos, dijo, tres menos tres:
la pizarra quedaba limpia y negra.
El mundo, entonces, era y no era.
Había y dejaba de haber,
todo era tan claro,
media docena:
factura, huevos, cebolla,
seis clavos o ninguno,
escalones, horas, noches
y las tres estrellas
que siempre aparecían
Tan completo era todo,
pequeño y cierto.
Persecución
Tacos en la esquina.
Luna en la calle
de angostas veredas:
túnel abierto, túnel.
Suben la escalera,
dejan un destrozo
de espaldas con miedo:
detrás, un silencio de alcohol.
Entran, suspiran, tiemblan.
Se asoman y miran
la calle oculta en los árboles,
el alcohol,
la silueta negra,
la luna,
y el destrozo
esparcido en la puerta.
Ruidos
Mientras la oscuridad
penetra ladrillos y los desacomoda,
las paredes crujen.
Algún balcón se aleja de su suerte.
Nada queda de ese patio imaginario.
La raíz de la noche
se estira por las calles:
lava de luna
que quema de frío.
Todos los ojos se desmoronan,
se duermen o lloran.
Se apagan.
El cemento cruje.
La noche penetra en todos los rincones
y goza.
De noche
Un plato solo
sobre la mesa grande.
Un vaso, una botella.
Y el murmullo
de la noche descansada,
como zumbido largo,
se detiene.
Ya está la mesa limpia,
el agua y la canilla se callaron.
Es hora de unos mates,
de unos cuentos,
de volver a encerrarse
en un misterio.
El fuego se calienta.
La pava se acomoda
porque comienza a actuar.
El mate viene y va
y es un susurro
la bombilla tibia
y su deleite.
Es muy poco el espacio
que ocupa mi demora.
Y el zumbido largo
de la noche
muy pronto
vuelve a andar.
Mediodía de octubre
Junto a la ventana abierta
del bar iluminado y reflexivo,
las charlas de la gente
se acercan y se olvidan.
Allí, sobre la mesa,
aparece el destino:
marcas hechas con uñas,
con sangre de tijeras y de esmalte.
No te irás tras un aire,
dicen los signos,
ya no habrá más destino.
Las uñas me detienen
clavadas en la mesa.
El sol y el mediodía
son fuertes en octubre.