Dos poemas
Ramón Rey Carregal
La mataora (fantasía taurina)
Mas no la maté con armas;
busqué una muerte peor:
lo besé tan dulcemente
que le partí el corazón.
Alfonsina Storni.
La llamaban "mataora"
pues sus ojos al mirar
encandilaban el alma
de tanto y tanto brillar.
¡Cómo lloraba aquel día
el torero presumido,
cuando aquel miura asesino
le clavó espadas de acero
llenando de sangre el ruedo!
¡Virgen de la Macarena!
¡Oh, virgen de los toreros!
¡Que me desangro; que muero!
y con un mirar de ruego
clamaba el que a matar iba
y moría sin consuelo.
La macarena acudía
y con su mano piadosa
mostrando a la "mataora"
decía mientras sonreía:
—No se te nuble la mente,
no está llegando tu muerte
como dardos venenosos
te están matando esos ojos.
Cae la noche, en la penumbra,
una rosa terciopelo
con resplandores de fuego
quedó tirada en el ruedo.
Nada es eterno
La lluvia mansa que de tus ojos
caía blanda como un plumón
llevaba sueños que ahora marchitos
ayer forjaron tu corazón.
Sacaste fuerzas no sé de dónde,
miraste triste que se iba el sol
y el arco iris se formaba
entre tus ojos al resplandor,
te dio sus luces de mil colores
que así aquietaron tanto dolor.
Pasado el tiempo volvieron sueños,
algunos malos, otros mejor,
y comprendiste que en esta vida
nada es eterno, ni la ilusión.