De donde son las palabras
Luisa Futoransky
(Nota del editor: Plaza & Janés publicó, en 1998, una antología de textos poéticos de la escritora argentina Luisa Futoransky. De donde son las palabras recoge lo mejor de la producción de esta poeta trotamundos, que ya en variadas ocasiones ha sido vista por los parajes de la Tierra de Letras. Llegado a nosotros gracias al viejo y fiel correo postal, hoy ofrecemos a ustedes algunos extractos del libro).
Mester de hechicería
A María del Carmen Suárez
Hay que comer un corazón de tigre joven
para tener afiladas las zarpas;
hay que llegar al centro de la estepa
y cortarle la lengua a un lobo hambriento
para poder hablar con la luna;
hay que peregrinar con los tarahumaras
para ser rico en silencio;
hay que sufrir el celo de todos los animales
para conocer los ritos del amor.
Recién entonces, mujer,
ve al encuentro de tu hombre
y camina a su lado por las estaciones;
no vuelvas la cabeza para llamar a tu inocencia
porque con ella alguien prepara
un nuevo sortilegio.
El padre cose kimonos.
La madre trabaja de peluquera.
Masatsugo toca un tambor que se llama taiko
y duerme en el suelo del negocio.
La madre ayer llorando le dijo que basta de música
que hay que ganarse la vida de otra manera.
Fuimos al cementerio budista de los samuráis del barrio
a pasear con mi cachorro Tango.
Bebimos saké y nos acostamos.
Lo mejor que tiene es que aun dormido, se sonríe.
De Provenza
Amo las ciudades de los otros
partidas al medio por un río
cada orilla con sus particulares ambiciones y desaliento
un segmento del Ródano que aquí pronuncian ron
como la repetida onomatopeya de animales,
diz que domésticos, extraviados de cariño y la bebida isleña del Caribe
Ciudad ésta, Arles, de comerciantes y burgueses
de profesiones llamadas liberales, que de apertura,
tan sólo una estrecha, irrespirable grieta en la sesera,
con algunos árabes para los trabajos que repugnan los nativos
y turistas sin sol ni mistral,
en suma, de menosprecio sin remedio al extranjero.
Conozco, por arrastrarme en trechos crepusculares
algunas de sus barandas de pocos rostros,
uno, por ejemplo, asociado para siempre a dos gatos
de un viejo inmóvil con boina y cigarrillo
los gatos parecen dorados
como le gustaban a un amigo muerto
cerca de mi extraño río cuya ciudad
vaya a saber uno por qué, le vuelve el lomo
a sus quimeras.
Amo también detenerme a divagar
ante las heridas y transformaciones
de los muros expectantes
erosionados por pasiones graves
ya que las paredes huelen siempre a notarios
herederos y enemigos.
¿Clausurarán por eso tanto las ventanas?
¿Querrán guardar todo el odio para sí?
El Hopital Dieu donde Van Gogh y yo dormimos
huele aún el aire de orines y de incontinencia de los locos y los muertos;
nuestros vecinos se retuercen las manos de pesadillas
y la calle principal se ha cubierto
de saldos y servilletas agusanadas
de todos los Mac Donald's del mundo, uníos.
El Puente de los Leones, roto por modernos cataclismos,
conservará una imagen de último abandono
porque ya nadie cortará jamás oreja y rabo en nuestro nombre,
tal vez, con cuidado en el espejo de las furias
unos pocos pelos, inoportuno recordatorio de naufragios,
torpezas y ternura que tenaces persisten, bajo las palmeras salvajes de aquella, única nariz.
El Ródano se deshace entre mis manos
y los olivares recortados
de este poblado mediterráneo
evocan lo mustio y perecedero
de todo afán.
Las semillas de girasoles
que adoran las cacatúas blancas
de las fábulas sangrientas
los girasoles, los girasoles
bah
Invocación a María
A Daniel Pires Mateus
salve de la intemperie madona de las rocas
del cemento y los ventanucos de los edificios más altos
salve señora de los malos pensamientos
señora de los deseos ocultos por la vergüenza
madona de las ciudades
y de los altares en medio del hollín
madona loca que vagas en los hospicios
con un muñeco viejo sucio diciendo que es tu hijo
tú la que te arropas con periódicos
y mendigas un poco de tabaco en las escaleras de los subtes
tú a la que despierta en los bancos de las plazas y estaciones
el insulto soez de los policías
tú que hablas sola por las calles
mientras los caminantes te abren paso
porque te tienen asco y sonríen entre sí con complicidad
tú que recuentas las monedas para una medida de alcohol ruin
y has visto desde dentro
cada uno de los lupanares más abyectos
tú la llena de gracia
ampáranos ahora y en la hora de nuestra muerte
amén.