Poemas
Ernesto Fidel Domínguez Mederos
Cuarentena
Azúcar, incienso y tilo al atardecer.
Crecerá rápido, desnuda y azul,
Pero tendremos paz y buen pan tostado.
Café, tabaco, mirra y manzanilla dulce
—que ya tendrá tiempo de dormir en ascuas—
para que baile como nunca
y nos salpique a todos con su sudor amargo.
Valor, orgullo y tres tazas de caña santa,
Para que vuele y nazca mil veces
Sobre el vigor de una ceiba.
Soles, majarete, y hasta vino tinto
¿por qué no?
—que sólo de lluvia no vive la tierra—
y ya verán cómo caerá caliente
la estrella de los augurios,
para que viva y tenga ganas de beberse el mundo,
para que duerma y sueñe con el año nuevo,
para que explote
y nos hunda el corazón en el pecho.
Tras las huellas de un conejo ciego
I
Mudo, salí ayer
Con la piel más curtida
Por las malas noticias,
Esquivo, tosiendo promesas.
II
Hay sólo tres soles
En el cielo plomizo de la tarde
Y todavía
Hay quien nunca los vio.
Pobre de aquellos
Sin ojos en las manos.
III
Gira el mundo (signo de interrogación)
IV
La conciencia es la madre
De los barrigas-llenas.
Si sienten hambre
No tardan en despedazarla
V
Quizás sea porque prefieres los pomales.
Me deslumbras
¿Te lo habré dicho antes?
Los diez escalones del olvido
Volver a lo mismo creo que va siendo
Ganas de morir
Mirando el cielo tan rojo
De cansancio.
Volver a lo mismo no es volver,
Es destrozarnos.
Gauguin en La Habana
Pintarte va siendo difícil,
Estática, ovulando temores y primaveras.
Pareces tragarte
El pudor de aquella noche
Lívida, fugaz.
Tener que pintarte a solas,
Dormida,
Lloviendo sobre tus propias sábanas,
Va siendo difícil.
Te quiero mar abierto sobre mi espalda,
Blonda cordillera
Vomitando sueños dentro de mi boca,
Azul y verde sobre el vigor
De mis manos desnudas.
Pienso pintarte sin atril,
Sin pinceles, solo con mis dedos.
Te quiero pintar
Sobre el jardín vibrante de tu cauce abierto,
Del único planeta ingenuo del universo,
En el único espacio cerrado del siglo.
Te quiero pintar
A puertas abiertas, sin teorías,
Sin vida, sin silencio.
Con el corazón destrozado por la vendimia,
Por las cuatro estaciones de Vivaldi,
Por tu indiferencia...
A pesar de todo,
Sigo pensando en pintarte.
Rumbo a Ítaca
Las bestias tienen ojos de azufre
Y garras de antimonio,
Cáscara de plomo
Y un reguero de grutas clavado en sus venas.
Degustan los sueños de los inocentes
Y apestan a Erebo y a ciudad decapitada.
Las bestias, devoran tus manos,
Pero escupen verdades entre hilillos de sangre.
Los ángeles tienen ojos de lluvia
Y manos de alabastro,
Níveos brazos de hielo intangible
Y un millón de lunas y estrellas fugaces.
Limpian recuerdos de telarañas
Y toman el néctar de la primera aurora.
Los ángeles, te besan las manos,
Pero te clavan espinas y versos primaverales.
La tarde llora,
Y sin Neruda la vida sabrá a Infierno
Y a cola de sirena.