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La libertad errante

jueves 10 de septiembre de 2020
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“Lugar sin fin”, de David Cortés Cabán
Lugar sin fin, de David Cortés Cabán (La Otra, 2020). Disponible en la web de la editorial

Lugar sin fin
David Cortés Cabán
Editorial La Otra
Colección “Temblor de Otra”
Ciudad de México, 2020
ISBN: 978-607-8167-55-5
84 páginas

voy a caminar hasta la rosa…
David Cortés Cabán

Caminar, deambular, desplazarse insistentemente por los vericuetos del lenguaje, llegar a lugares donde la imagen cristaliza y dejarse ir por la contemplación, meditar sobre la sorpresa del ser, alcanzar la desnudez con la fascinación y el esplendor de quien llega a los espacios / donde ocurre la transparencia. Esos son algunos de los puntos significativos en el derrotero que nos propone Lugar sin fin, el último poemario de David Cortés Cabán, poeta puertorriqueño, oriundo de Arecibo y residente en Nueva York desde hace más de cuatro décadas. Cortés Cabán nos ha acostumbrado a una poesía que se potencia mediante la concisión. Sus libros anteriores exploran las relaciones del ser humano con su entorno y proclaman un intimismo lírico de gran fuerza. Pero esta última entrega es sorprendente por su madurez y por su audacia. Ofrece una escritura de un calibre excepcional, poemas de una fluidez que nos recuerdan el discurrir del pensamiento y de la vida, en un lenguaje directo que invita a la reflexión.

El libro es rico en sugerencias. Desde el título mismo remite a diversas posibilidades: ¿cuál es el lugar a que se refiere? ¿Y dónde queda? ¿Acaso se trata del amor, de la poesía, de la naturaleza, de un estado de gracia? No hay una respuesta única, ni hay certidumbre. El camino no es franco, pero tampoco está vedado. Hay que aprender a caminarlo.

El epígrafe con que se inicia el libro es del estupendo poeta alejandrino Constantino Cavafis y anuncia el tema de la odisea, pero con un giro irónico que no forma parte del mito, sino que es producto de la perspectiva de Cavafis. Lo que gana Ulises en la larga y accidentada travesía es de una riqueza superior a su retorno eficiente a la entrañable Ítaca. Así sabemos que el libro que se nos propone es también un viaje, pero por un camino incierto, por una ruta que va revelándose sobre la marcha.

Lugar sin fin es el poemario de un mundo intuitivo y del adentro, de la interioridad como conciencia, como subjetividad, como historia personal y como búsqueda del logos poético. Nos proporciona un fluir permanente, un transitar incesante, y explora la búsqueda del ser a través de la poesía. Es preciso adentrarnos en este cuaderno con la actitud del que vive la vida con plena conciencia de los dones que nos ofrece y a sabiendas de su constante discurrir y transitoriedad. El poeta-caminante así lo confirma: vas por un puente / donde la vida es el puente (“Nada que decir”). De igual forma, el cuerpo y la memoria son, en tanto habilitadores de nuestra experiencia, lugares de tránsito.

Más allá del artilugio o del formulismo artístico, la poesía parecería estar ligada —para Cortés Cabán— a una forma de percibir o reflexionar que nos transporta a un estado de conciencia.

Además el libro propone un estar en el mundo coincidente con el budismo zen, en el que el sujeto se borra y desaparece y donde la palabra se convierte en mecanismo de autorreflexión: Te dejas ir / no puedo retenerte/ lo que pensaste / no es igual / que dejarse llevar / Lo que has dejado / permanece en la distancia / Las palabras / no son las mismas / Tampoco la mirada / que busca el centro… (“El regreso”).

El lector está ante un discurso que propone su inclusión y comparte los desafíos de una jornada impredecible, de un destino que se multiplica. ¿Adónde es ese viaje que propone esta poesía? ¿Y de qué manera podemos reconocer nuestra llegada? Las posibles respuestas están impregnadas de una ambigüedad que no desconcierta al viajero, quien la asume con absoluta naturalidad: no sabemos por qué / hemos llegado / a esta ciudad / la noche insinúa / un camino / y las palabras otro… (“El viaje”).

Más allá del artilugio o del formulismo artístico, la poesía parecería estar ligada —para Cortés Cabán— a una forma de percibir o reflexionar que nos transporta a un estado de conciencia: Son las palabras / atormentando / las raíces de este ondulante / mar que acontece dentro de mí / por esta razón / me detengo / ante la gran planicie / para ver la tempestad / desnudo / sin más ropaje / que esta memoria / llevada por el tiempo / devorando mi propio ser… (“La gran planicie”). La concentración y la capacidad de sugerencia, las insinuaciones que alienta la palabra poética la hacen transformadora de la percepción. Así por ejemplo, en un hermoso pasaje sobre la conciencia del tiempo escribe Cortés Cabán: y el corazón te lleva / por una ciudad / que no existe / caminas / el silbido de las hojas / nos recordó que el tiempo / no pasa en vano / y coincidimos otra vez / en dejar que el espejo / trazara una raya precoz / sobre la rosa innumerable / y cerramos los ojos para / que la desnudez nos abrigara / en la tibieza del círculo rosado (“Que diremos”).

También hay textos de resonancias místicas, versos que indican la pérdida de sí mismo hacia un estado rebasador de la conciencia: el secreto está en oír la palabra / que exige otra realidad / quedarse tendido hasta / escuchar la voz / de la inmensidad… (“La noche”). El poema se convierte entonces en un medio para llegar a ese otro lugar / sin / límites / para mirar la vida (“No esperes nada”). Y puede tornarse caja de resonancia o dispositivo de la memoria, donde acaso aún puedan escucharse las voces que vuelven / que no vuelven (“La infancia”).

¿Cómo ha de llegarse a esos estados de plenitud que la vida nos ofrece? El amor, la naturaleza, la libertad humana, la solidaridad son las experiencias, los entes o fuerzas que nos transportan. Así, en “Bajo la lluvia” el lugar apetecido es un espacio imaginado, al que accedemos desde la experiencia amorosa y que nos lleva a esa otra dimensión: el amor / vuelve / y nos hace / invisibles / caminamos / bajo la lluvia / queremos que este instante / sea eterno / queremos que la vida / sea como un viaje / sin regreso… “El sueño” es el poema del erotismo trascendente, donde la luz de la llama se asocia al goce sexual y acentúa la fugacidad y la inefabilidad del trance. Después / que el alma / se hace transparente / te asomas / y vuelves / a acariciar el cuerpo / que la noche anterior / dejó una ligera llama / una rosa fugaz / sobre la blanca sábana / para ti / que te has marchado sin volver el rostro / sin comprender / el leve / resplandor.

La palabra poética de David Cortés Cabán en Lugar sin fin cala hondo, gana en profundidad y nos entrega una poesía de los más humanos trances.

En cambio, el fracaso del amor da pie a una formidable concatenación de imágenes negativas. Allí donde el amor pierde su eficacia, hay un desconcierto ante un mundo descentrado y confuso. Corresponde a la poesía también testimoniar esa instancia, como sucede en el poema “La creación”, al que el poeta arecibeño dota de un lirismo profundo. De todas formas y en todo momento el lenguaje es el fiel acompañante, el que siempre tiene maneras de ser el uno, el otro y el mismo: una palabra / cubre la soledad / otra nos detiene / una señala un camino / y otra nos deja ir (“El instante”).

En este decir los absolutos están descartados: no hay un comienzo / ni una absoluta verdad, leemos en el poema “Entre la luz y el viento”. El poeta va indagando, con perplejidad o urgencia en su caminar: ¿Cómo es la huida? ¿Cómo es la soledad?, se pregunta (“Lo que vemos”). Nuestra condición existencial es ambigua, desigual, portentosa o detrimental, por momentos amenazante, a veces dolorosa, otras veces absurda, con graves y grandes momentos, y siempre imperfecta. Y, a pesar de todo, alberga la posibilidad del milagro. Quizás sea esa la verdad última que ilumina este poemario.

Casi al final del libro hay un poema en el que sabiduría, emotividad e inteligencia poética se funden. Me refiero a “La codicia”, que es de una extraordinaria belleza: La obsesión / por la perfección / la imagen buscando / el sentido de las cosas /… / mi corazón temblando / trémulo como un pajarito / perdido en la inmensidad / aferrándose a mi libertad / y errante en la dimensión / del misterioso acontecer / obsesionado con el leve silbido / en la cúspide del milagro / o en la derrota del encuentro / allí donde se desliza tu ser / ignorando la interminable realidad / buscando el ruiseñor de Keats / más allá del infinito acontecer / de la imperfección dolorosa y sin fin. Es una verdad que toca fondo.

La palabra poética de David Cortés Cabán en Lugar sin fin cala hondo, gana en profundidad y nos entrega una poesía de los más humanos trances.

Orlando José Hernández
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