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Eduardo Mendoza habló de sus lecturas del Quijote al recibir el Premio Cervantes

viernes 21 de abril de 2017
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En su discurso durante la ceremonia que los reyes de España, Felipe y Letizia, presidieron este jueves 20 de abril en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, el escritor español Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) se declaró un fiel lector de Cervantes y asiduo del Quijote, a cuyas páginas, confesó, acude con mucha frecuencia, aunque centró su intervención en cuatro de estas relecturas que ha hecho a lo largo de su vida.

“Vivimos tiempos confusos e inciertos”, indicó Mendoza, y no en lo que se refiere a la política y a la economía, donde siempre son así “porque somos una especie atolondrada y agresiva, y quizá mala”, sino en lo que atañe al cambio radical que afecta al conocimiento de la cultura y a las relaciones humanas, señaló el premiado.

Mendoza descubrió en el Quijote un humor que no está tanto en las situaciones ni en los diálogos, como en la mirada del autor sobre el mundo.

No obstante, consideró que este cambio “no tiene por qué ser nocivo, ni brusco ni traumático”.

Durante su discurso desgranó, con muchas pinceladas de humor, lo que las sucesivas lecturas del Quijote le han aportado a lo largo de su vida, desde la primera obligada en el colegio, donde “casi” contra su voluntad se “rindió a su encanto”, hasta la última, que emprendió de nuevo de “un tirón” al saberse ganador del premio que ha recibido.

De su primer contacto con Cervantes, en unos años en los que la figura de don Quijote “había sido secuestrada por la retórica oficial para convertirla en el arquetipo de nuestra raza y el adalid de un imperio de fanfarria y cartón piedra”, recordó Mendoza, la lectura del Quijote “fue un bálsamo y una revelación”.

Fascinado por el lenguaje cervantino y con una vocación temprana de escritor, el autor de La verdad sobre el caso Savolta (1975) aprendió de Cervantes “que se podía cualquier cosa” y que era posible hacerlo con claridad, sencillez, musicalidad y elegancia.

La segunda ocasión fue de bachiller, cuando era “ignorante, inexperto y pretencioso” y le atraían los héroes trágicos, esos que se equivocan: “Y a eso a don Quijote, como a mí, no nos ganaba nadie”.

En la siguiente ocasión, ya en la madurez, había publicado algunos libros bien acogidos por la crítica y el público, relató Mendoza, que recordó a su editor y amigo Pere Gimferrer, y a la fallecida agente literaria Carmen Balcells, “cuya ausencia empaña la alegría de este acto”.

En esa tercera lectura descubrió un humor que no está tanto en las situaciones ni en los diálogos, como en la mirada del autor sobre el mundo.

Alguna vez me he preguntado si don Quijote estaba loco o si fingía estarlo para transgredir las normas de una sociedad pequeña, zafia y encerrada en sí misma.

“Un humor que camina en paralelo al relato y que reclama la complicidad entre el autor y el lector”, una relación que constituirá la novela moderna.

Tras asegurar que hay una cosa en la que él lleva ventaja a don Quijote (“yo soy de verdad y él es un personaje de ficción”), el autor explicó lo que es la función de la ficción: “No dar noticia de unos hechos, sino dar vida a lo que, de otro modo, acabaría convertido en mero dato, en prototipo y en estadística”.

Y por eso, agregó, la novela cuenta las cosas de un modo ameno aunque no necesariamente fácil, para que las personas, a lo largo del tiempo, la consuman y la recuerden sin pensar.

“Alguna vez me he preguntado si don Quijote estaba loco o si fingía estarlo para transgredir las normas de una sociedad pequeña, zafia y encerrada en sí misma. Aunque esta es una incógnita que nunca despejaremos, mi conclusión es que don Quijote está realmente loco, pero sabe que lo está”, explicó.

Lo contrario de lo que le ocurre a él: “Yo creo ser un modelo de sensatez y creo que los demás están como una regadera, y por este motivo vivo perplejo, atemorizado y descontento de cómo va el mundo”, confesó.

Y, tras insistir en su profunda gratitud y alegría por un premio que nunca esperó recibir, garantizó que seguirá siendo el que siempre ha sido: “Eduardo Mendoza, de profesión, sus labores”.

Fuente: EFE
Letralia

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