Publica tu libro con Letralia y FBLibros Saltar al contenido

Los signos demoniales de Escalante

lunes 1 de mayo de 2023
¡Comparte esto en tus redes sociales!
Evodio Escalante
Pensador que poetiza y poeta que piensa, Escalante dialoga hasta la fusión con el otro Evodio, el creador de artefactos autónomos, de objetos bellos y terribles.

I

Ese espacio prístino en el que poesía y pensamiento apenas se distinguen. Aún más: esta binaria disposición al ensayo crítico y a la poesía —no sólo géneros sino experiencias, acontecimientos o violentas irrupciones del ser a través del lenguaje— apunta a la nostalgia por el ápeiron, por el fundamento de todas las cosas, que no es, tal vez, ni el ser, ni la divinidad, ni la palabra. Con el impulso de la tensión dialéctica entre pensamiento y palabra fundacional, entre el desgarramiento por el asombro originario y el heterogéneo ejercicio de cierta vocación por la verdad, se despliega el tejido escritural de Evodio Escalante (Durango, 1946).

Pensador que poetiza y poeta que piensa, Escalante y la subyacente filosofía bicornuta —como lo plantea en Las metáforas de la crítica, a partir de la lectura de “Los teólogos” de Borges— de sus ensayos, constituida de mecanismos paradójicos, en plena resonancia con la intuición poética, más afín a la pluralidad de lo posible que a la hegemonía de la verdad —si bien es un exégeta de nuestros nuevos clásicos—, dialoga hasta la fusión con el otro Evodio, el creador de artefactos autónomos, de objetos bellos y terribles, reversibles cadenas de signos y símbolos, cables de alta tensión en la textura del organismo literario por la que circulan inéditos interpretaciones reservadas al lector. Escritura polisémica en la que se “acumulan ordenadamente sentidos aproximándose al texto plural, al texto con redes múltiples que juegan sin que ninguna pueda reinar sobre las demás. Este texto no es una estructura de significados, es una galaxia de significantes”, precisa Roland Barthes,1 crítico multicitado por Escalante.

En la escritura del autor, la poética se instala al centro de la ensayística. Más que haz y envés, son fundamentos siameses. Configuraciones mutuamente incluyentes. La condición intelectual del ensayista, la pasión crítica que cerca la subjetividad del escritor, templa al poeta, ocupado en la configuración de dispositivos sonoro-semánticos que transducen experiencias afectivas entre individuos; concentrado en la escritura de poemas, no sólo desde la emoción y la razón, sino desde la inteligencia.

La preponderancia de lo heterodoxo, la inclinación a la ruptura de la unidad, se desplaza del ánimo poético al ejercicio crítico.

A la vez, la poesía propicia al ensayista. La preponderancia de lo heterodoxo, la inclinación a la ruptura de la unidad, se desplaza del ánimo poético al ejercicio crítico. Sin método impuesto, el ensayista, caracterizado no sólo por la proclividad al juicio —y sobre todo a la duda y, en los casos óptimos, a la digresión— devenida actitud vital, acusa inconformidad, polemiza y protesta contra lo que no considera excelente, contra la imprecisión y lo contradictorio. Y en esto hay mucho de la rebeldía del poeta. El crítico contingente, con su lectura “parcial y fragmentaria” de la obra, según la tipología establecida por Escalante en “Lo viejo y lo nuevo en la crítica literaria”.2 Su presencia crítica se sitúa entre las principales de México, junto a Eduardo Milán y a los polifacéticos Marco Antonio Campos, Adolfo Castañón y Vicente Quirarte, Guillermo Sheridan, Fernando Fernández, por mencionar algunos escritores con los que comparte búsquedas y autores estudiados y con los que ha divergido por momentos. Por supuesto, al evocar en la doble figura del poeta pensador el caso recurrente y ejemplar es Jaime Labastida. También cabe señalar a una generación anterior de críticos, en la que destacan Emanuel Carballo y Antonio Alatorre, algunos de cuyos planteamientos fueron cuestionados con acierto por Escalante, como se puede constatar al leer Las metáforas y la crítica, así como en múltiples notas de prensa y entrevistas al autor.

Antes que libros de ensayo como crítico, Escalante publicó los poemas de Un demonial de días (1975), que se incluye en el volumen colectivo Crónica de viaje, publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam), junto a poemas de José Joaquín Blanco, José de Jesús Sampedro y Luis de Tavira, con prólogo de Eugenia Revueltas.

Al pronunciar el título no es difícil recordar a Los demonios y los días —que a su vez recuerda a Los trabajos y los días— y al clásico Endemoniado de la literatura rusa. Nada viene de nada y no hay nada nuevo bajo el sol, es claro. Pero demonial también permite conjeturar la fusión de las palabras memorial y demonio; el recuento del genio, no siempre malévolo, remite a la conciencia que de los hechos, temas y experiencias del mundo se tiene: dolor, enfermedad, vejez y muerte, amor, erotismo y comunión, furia, tristeza, digresión o soledad —convergentes o no, pero entrelazados unos con otros— en los movedizos y hasta fugaces dominios de la belleza. El demoníaco de los días es el día del poeta, el que, pese a ejercer la más inocente de todas las ocupaciones, perdió la inocencia, comió del fruto del árbol del discernimiento.

Un demonial de días. El demonial de los días. La memoria luciferina, la crónica de lo terrible. El tiempo alucinado del poeta. No es difícil pensar en el daemon danzante que anima a los genuinos creadores, los partidarios de la luz que desciende y asciende —espasmo dialéctico, doble movimiento, afirmación y negación, sugerencia y señalamiento— en una escala que trasciende la vida interior y se instala en el inconsciente colectivo, que rebasa al sujeto en la instauración de la palabra que subyace a la palabra, el decir primero y último que aguarda tras el habla cotidiana, en la raíz del verbo. Y este genio es, ante todo, libre; es libertad. Y angustia por el vértigo y dolor por su consumación perpetua, por avanzar hacia la muerte a cada instante.

 

Asombra y atrapa, en la poesía de Escalante, tanto la presencia de temas inusuales, escenas poco comunes, un continuo y dominante decir al otro.

II

Sin afán de hacer patente una crítica autoritaria sobre la poesía de Escalante, asombra y atrapa tanto la presencia de temas inusuales, escenas poco comunes, un continuo y dominante decir al otro, un hablar para el escucha, aunque por momentos el yo se yergue en las cumbres del hartazgo, cuando no se regodea en los pantanos del deseo o reclama por el extravío de la existencia.

Pienso en algunos poemas de la publicación antológica Todo signo es contrario, selección que apareció dentro de la colección Asteriscos de la Universidad Autónoma de Puebla en 1988.

Por supuesto, la poesía de José Gorostiza tiene una influencia notoria en el autor de Todo signo es contrario. Desde que el tema de la tesis doctoral de Escalante, así como varios de sus mejores ensayos, es “Muerte sin fin”, podemos advertir lo fundamental que es este poema en el pensamiento escalantiano, como un detonante, como el puerto del que parte para consumar sus propias exploraciones expresivas. Entre los descubrimientos de Escalante al respecto se cuentan los títulos de las silvas del poeta tabasqueño, como explica en el ensayo sobre Gorostiza “Metáfora y metafísica”,3 reunido en el libro Cinco cumbres de la poesía mexicana. La segunda parte de Todo signo es contrario se denomina “De un infierno a otro infierno”. Como tal, y en orden con la visión revueltiana del lado, moridor de la realidad, el infierno es el cautiverio y la brutalidad del estado sobre el individuo, como se aprecia en los poemas que conforman esta segunda parte del libro: “La conciencia”, “La encarnación” y “El sufrimiento”. Esta sección se inicia con una cita de Archibald MacLeish, poeta norteamericano antifascista, tal vez menos leído que William Carlos Williams, e. e. cummings o Wallace Stevens, pero autor de poemas célebres como “Ars poética” y “You, Andrew Marvell”. De este último, Escalante elige los versos:

To feel the always coming on
the always rising of the night

Justo, la proximidad y el ascenso de la noche, la oscuridad fundamental, la serie de aniquilaciones hacia la desaparición, la violencia sistemática del estado sobre el individuo, se desocultan en los tres poemas, se apunta a lo que aguarda —el grito, la herida, el miedo y la furia— en el anonimato, en lo informe, hasta el momento de la escritura poética. La condición demiúrgica del poeta, edificar un sistema de códigos y connotaciones asequibles al otro desde la indecible experiencia del sujeto.

Otra figura señera para Evodio Escalante como para todo aquel que aspire a escribir un poema, tanto por su poesía, suma de erudición y riesgo, como por su hondura crítica, es Ezra Pound. “La conciencia”, un poema en verso blanco, compuesto por endecasílabos, se inicia con una alusión al poeta ¿Dante o Pound? El florentino mandarín: acaso el autor de la Comedia metido en querellas políticas —entre güelfos y gibelinos— o el autor de los Cantares pisanos, uno de los autores universales, como Arnaut Daniel, el propio Dante, Confucio o Li Po. La atmósfera de los horrores de la guerra, el antisemitismo y el fascismo rodean al protagonista del poema de Escalante, la inmundicia que también evoca la destrucción de la Toscana medieval, en el siglo del Alighieri. El poema dice:

Ojos en llamas, casimir marchito,
el florentino mandarín absorbe
—cansado de saber cuanto se sabe—
la espesa, sucia luz que cae del cielo
por entre coladeras, gas, ceniza,
polvo carbonizado, hierro, azufre,
huesos de aire, ojos, grasa y muerte.

Si la construcción de los versos recuerda a la excelencia de la catedral de la poesía mexicana, al fondo permanece el nombre, el rostro, la biografía del nacido en Ohio.

Sombras, fetidez, inmundicia, agravios, desesperanza, sufrimiento, gritos, golpes, son los elementos centrales, simbólicos y circunstanciales, términos axiales del drama que sucede durante la detención y cautiverio previo al internamiento en el hospital psiquiátrico Saint Elizabeth, en el que, es bien sabido, estuvo encerrado el mayor entre los poetas modernos de lengua inglesa, al que Elizabeth Bishop acudía para verlo (y a partir de lo cual escribe el espléndido “Visitas a Santa Elizabeth”). Pero también el fuego, cosa, fenómeno y símbolo, se reitera. Y el fuego limitado, el fuego y su unidad fundamental: la llama. Ojos y conciencia en llamas, el fuego del delirio y del dolor. En “La encarnación”, Escalante nos dice:

De una conciencia en llamas fue su grito.
Acaso no había nada sino sombras:
sombra de fuego blanco era su sombra.
Rubicundos soldados lo escoltaban
de un infierno a otro infierno.
………………………………………..Ensordecido
por sus únicos gritos, despertó
y cayó de rodillas, junto a un charco,
y la tierra besó, siempre la tierra.
Lo golpearon entonces con los rifles
pero el sabor del polvo le curaba
—vegetal en la boca— los dolores.

Si la construcción de los versos recuerda a la excelencia de la catedral de la poesía mexicana, al fondo permanece el nombre, el rostro, la biografía del nacido en Ohio. Los tres poemas de la sección aluden a Pound, a la pasión de Jesús de Nazaret y al martirio de los hombres de la clase trabajadora que osan rebelarse contra el orden. En este punto, también la poesía de César Vallejo tiene fuerte resonancia, como punto de partida. Recordemos que Escalante publicó La perspectiva ausente, una selección de textos sobre el gran poeta peruano, así como por él escritos. El epígrafe de “El sufrimiento” son los versos de Vallejo:

…le pegaban
Todos sin que él les haga nada

No es difícil recordar el poema con “El sufrimiento armado” (del libro Estado de sitio, de Óscar Oliva), que también tiene un epígrafe de Vallejo. El poema de Escalante es una sucesión de escenas, de tortura durante el encierro en un manicomio, de la indiferencia de la autoridad del lugar y el quiebre anímico del sujeto lírico, que puede ser en un momento Pound y en otro cualquier preso político como Salvador Corral, durante la guerra sucia, salvo por la celda —jaula— fabricada para trasladar al viejo Ezra. Leemos en el poema de Escalante:

Le daban duro con un palo, y duro
con porras en cráneo, por ver, duro,
si alucinaba jardineras, o
no alucinaba nada y era un burro.

(…)

Se hace en los pantalones, moja el patio,
ensucia las paredes, se desviste
hasta que los doctores le colocan
de nuevo la camisa.

(…)

“Fabríquenle una celda”. El general
Después de dar la orden se regresa
a terminar su té. La noche pasa.
El prisionero llora cuando mira
por entre las rendijas de ese techo
un par de estrellas locas, crepitantes.

Por su parte, “Tijuana Moods”, poema de la sección IV, “La noche de Sun Ra”, cifra la experiencia de quienes intentan cruzar la frontera con Estados Unidos. Ahora que está de moda intentar escribir poesía a partir de la experiencia migrante, muchas veces sin la conciencia suficiente sobre el tema —adquirida por la experiencia o no— y sin conseguir configurar un genuino texto poético, sería recomendable atender el poema de Escalante. Por supuesto, también hay espléndida poesía a partir de la migración, como es el caso de Balam Rodrigo, por ejemplo. El poema de Evodio dice:

¿Y si esto no es tu cuerpo sobre la plancha dura?
¿los ojos, los cuerpos, son de nadie?
¿nadie da fe de lo que pasa?
Amaneció la noche barrida por los cuerpos.
Eran oscuros, prietos.
Han soltado sus nombres como una medicina.
Están petrificados.
Eran horriblemente cuerpos,
Límites de materia, resistencias.
Y tu cuerpo también:
Un cuerpo duro que amaneció tirado.
¿El nombre? Ahí después se sabrá.
Tú no tenías papeles.
Un mexicano pinche, sin papeles.
¿Quién la hace sin papeles?

(…)

He buscado tu nombre en los periódicos.
Vestidos de civil, dos policías americanos
Te mataron a tiros por la espalda.

(…)

Si pudiera escribirte, te diría:
“Es noche ya.
Hay mucho miedo por las calles.
Te estamos esperando”.

(Nota: Mera coincidencia: transcribo mientras suena, al fondo, “Clandestino” de Manu Chao; se me absuelva por la referencia coloquial).

Por su parte, la “Pequeña biografía”, último poema de Todo signo es contrario, está compuesta por siete breves poemas, seis de los cuales en los que se desdoblan negaciones mediante anáforas —nada, nunca, nadie, ni, niega y no— que constituyen un compendio de los desaciertos y pesares de una estancia en la tierra; se niega y se reniega, se rememora lo negativo de la existencia, como al que se le explica por qué se reserva el derecho de acceso al paraíso. Este sumario de desventuras es otra perspectiva de lo dicho en “Tijuana Moods”. Por otra parte, recuerda al desmontaje de la memoria, a la recapitulación a la que apunta Carlos Castaneda en El don del águila como única posibilidad de no aniquilación absoluta. El séptimo poema es una suerte de despedida, cuando no un epitafio desafortunado:

Un alto en el camino: ahí dejé la memoria.
Fui un relámpago que sabe lo que quiere.
Desmenucé recuerdos, ideas, rencores, sensaciones
todo cayó con la velocidad de mi escapada.
¿Qué intentaré decir de mi fantasma deslenguado,
derramado sobre la carretera sin una nube encima?

Leamos la poesía de Evodio Escalante con la mirada crítica, de crítico contingente, en espera de que otros continúen nuestra indagación hasta el hallazgo o, al menos, con la intención de propiciar el diálogo franco y honesto que él nos ha mostrado como ejercicio necesario para la buena salud del intelecto y en resguardo de la propia palabra, del don celeste.

 

Fuentes

Bibliografía de Evodio Escalante

Poesía

  • Un demonial de días, en Crónicas de viaje (colectivo). Unam, 1975.
  • Dominación de Nefertiti. La Máquina de Escribir, 1977.
  • La noche de Sun Ra (plaquette). UAM-A, La Rosa de los Vientos, 1979.
  • Todo signo es contrario. Universidad Autónoma de Puebla, 1988.
  • Cadencias de amor y neciedumbre, UAM, 1994.
  • Relámpago a la izquierda. Conaculta/Fondo Municipal para la Cultura y las Artes de Durango, Letras, 1998.
  • Crápula. La Otra/Instituto de Cultura de Durango, 2013.
  • Salmos sueltos. Tinta Nueva Ediciones, 2022.

Crítica

  • César Vallejo. La perspectiva ausente (presentación y selección). UAM, 1988. 221 p.
  • Elevación y caída del Estridentismo. Conaculta/Ediciones Sin Nombre, La Centena, Ensayo, 2003. 121 p.
  • José Revueltas. Una literatura del lado moridor. Ediciones Sin Nombre/Conaculta, 2006. 179 p.
  • Breve introducción al pensamiento de Heidegger. UAM, 2007. 153 pp.
  • Las metáforas de la crítica. Editorial Gedisa y AUM-Unidad Iztapalapa, División de Ciencias Sociales y Humanidades, 2015. 288 p.
  • Las sendas perdidas de Octavio Paz. Ediciones Sin Nombre/UAM Iztapalapa, 2014. 183 p.
  • Cinco cumbres de la poesía mexicana. Universidad Autónoma de Nuevo León/Editorial Los Bastardos de la Uva, 2017. 178 pp.

Capítulos de libros

  • “Walter Benjamin y la fenomenalidad pura de la obra de arte”, en Aproximaciones a Walter Benjamin. Mambrin Editorial, México, 2012. 186 pp.

 

Sobre Evodio Escalante

  • Cervantes, Freja; Oliva Mendoza, Carlos; Ugalde, Sergio (coord). Entre literatura y filosofía: Evodio Escalante (antología). Universidad Autónoma de México, México, 2018. 197 pp.

 

Libros citados

  • Barthes, Roland. S/Z. Siglo XXI Editores, 1980. 221 pp.

 

Libros consultados

  • Adorno, Theodor. Metacrítica de la teoría del conocimiento. Planeta, 1986. 287 pp.
  • Bachelard, Gaston. El derecho de soñar. FCE. 1985. 250 pp.
  • Barthes, Roland. El grado cero de la escritura. Seguido de nuevos ensayos críticos. Siglo XXI Editores, 2009. 248 pp.
  • Chumacero, Alí. El sentido de la poesía y otros ensayos. Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), México, 1999. 150 p.
  • Gadamer, Hans George. Poema y diálogo. Gedisa Editorial, 2004. 159 pp.
  • Gorostiza, José. Notas sobre poesía, Canciones para cantar en las barcas, Del poema frustrado, Muerte sin fin. FCE. México, 1964.
  • Montaigne. Ensayos escogidos. Unam, 1958. 174 pp.
  • Paz, Octavio. El laberinto de la soledad. Quinta edición, FCE. 2020. 176 pp.
    . El arco y la lira. Tercera edición, séptima reimpresión, FCE, 1990. 307 pp.
  • Steiner, George. La poesía del pensamiento, trad. María Cóndor, Siruela-FCE, México, 2012, 231 p.
  • Wong, Óscar. No creo que las rosas cambien, Edit. Claves Latinoamericanas. México, 1986, 63 p.
  • Zambrano, María. Filosofía y poesía. FCE, 1996, 121 p.
José Antonio Natarén Aquino
Últimas entradas de José Antonio Natarén Aquino (ver todo)

Notas

  1. Roland Barthes. S/Z. p. 3.
  2. Evodio Escalante. Las metáforas de la crítica. p. 29.
  3. Evodio Escalante. Cinco cumbres de la poesía mexicana. p. 87.
¡Comparte esto en tus redes sociales!
correcciondetextos.org: el mejor servicio de corrección de textos y corrección de estilo al mejor precio