Sonetos
Georgina Wilson
Al amigo que escucha
Has sido tú quien ha solicitado
que me siente a escribir, y pluma en mano
te pienso a ti, mi amigo inesperado
desconocido, sí, mas cotidiano.
¿Qué he de decir en estos versos hoy?
Siempre te he dicho todo lo que quiero
yo sin apuros, conversando voy
y tú me escuchas, como un caballero.
¿Será tu buen humor, quizá, la clave?
Tal vez; pero, ¿quién como tú podrá
comprender el dolor y hasta aliviarlo?
No hay nada por decir, ya todo sabes
y si aún no lo sabes, ya vendrá
el momento propicio de contarlo.
Cuestión de tiempo
Hoy tomé la guitarra y entoné
el "Unicornio", que antes me gustaba
aunque no diera bien con la tonada.
Pues bien, puedo decir que lo logré:
encontré los acordes adecuados.
Lo malo es que de pronto vino el llanto
a interrumpir mi voz a medio canto.
Ya no podré saber los resultados.
Luché en su contra, pero el llanto denso
no me abandona, sigue en mi garganta,
secándome la voz y hasta el aliento.
Y guardo la guitarra mientras pienso
que el llanto no es eterno, y que no es tanta
la pena; sólo necesito tiempo.
El reto
Envolveré su cuerpo con las formas
estrictas, implacables, complicadas;
y a simple vista no se verá nada
detrás de la cubierta que la adorna.
Perfumaré su rostro con esencias
la cubriré con joyas y guirnaldas,
y gozaré después en desnudarla
buscando entre mis versos su presencia.
La guardaré en mi celda preferida,
y sólo algunos cuantos sabrán dónde
la idea primogénita se esconde.
Y quedará por siempre ahí, dormida
en su precioso ajuar de idea latente,
retando al insensible a que la encuentre.
Entrenamiento
Tu esposo en la cocina está ocupado
lavando platos y haciendo un ruidal.
No le queda muy bien el delantal
y no le sirve: está todo mojado.
Indiferente, conmigo conversas.
Me miras con malicia y me sonríes:
sé que has ganado, pero no te fíes,
no bajes todavía tus defensas.
Debo admitir lo bien que cocinó
aunque el café estuviera un poco aguado
y sean dos los platos que rompió.
No cejes, aunque lo has domesticado,
se ve que añora su otra condición
de esposo inútil, sí, pero mimado.
Recuerdo de la Patria
Patria, de ti recuerdo muchas cosas,
algunas con tristeza, otras con gozo.
Hoy quiero recordar lo más sabroso:
tus cazuelas calientes y olorosas,
llenas de tinga, chicharrón o rajas,
de nopalitos o de cochinita.
También recuerdo quesadillas fritas
de hongos con queso y chorizo con papas.
El sabor de mi Patria es de cajeta
de tamalitos verdes con atole.
Me sabe a chocolate de tableta,
a enchiladas, a mole y a pozole;
a gente que temprano se despierta
a sembrar chiles, milpas y frijoles.
Destierro canino
No debiste confiar en mi cariño;
no pensaste que fuera yo capaz
de observar tu partida nada más
y seguir tan tranquila mi camino.
Bien sabías que estaba ya prohibido
escarbar, mordisquear, aullar, huir,
defecar, orinar y destruir.
Casi nada te estaba permitido.
No llevé nunca a cabo tu rescate,
yo era, como tú, una mantenida;
hoy lamento haber sido tan cobarde.
Sólo espero que nadie te maltrate,
que cuentes con cobijo, paz, comida
y a San Francisco pido que te guarde.
Autorretrato
Soy yo, la que siempre silencio guarda
pero cuando habla no puede parar,
que nunca se ha querido maquillar
y apenas doma su melena larga.
Soy una coda y soy muy despistada,
soy ingeniosa y también persistente.
Puedo considerarme inteligente
sin ser un genio ni superdotada.
No tiendo ni a gordita ni a lombriz,
me gusta mi lunar en la nariz
si no es bonito me es irrelevante.
Aunque no soy preciosa, no es que espante
no ando en harapos, tampoco elegante.
Soy tibia (no mediocre) y soy feliz.
Indeciso
No me animo a soltar estas amarras
no he querido acercarme, me das miedo
pero siento tu oleaje, calmo y quedo
que me llama en silencio, sin palabras.
Yo quisiera flotar sin sentir culpas
sobre el mar tan tranquilo que me ofrendas
pero temo que un día me sorprendas
con tormentas y vientos que en ti ocultas.
Tengo a veces deseos de remarte,
cobijarme y hundirme en tus corrientes
escarbar y perderme en tus arenas.
Puede ser que algún día al fin me embarque
y naufrague en tus aguas lentamente
y sepa al fin si valías la pena.
Al cerrar el libro
Intento no pensar en el pasado.
Evito recordarte, mas no puedo
dejar de lamentar todo este enredo
y te imagino aún aquí a mi lado.
Tú no fuiste capaz de hablar de frente
y no quisiste dialogar conmigo.
Te comportaste como un fugitivo
y casi logras desaparecerte.
Por fin tuve el valor de ir a buscarte
para saber de ti, para enfrentarte
y así obtener de ti la retirada.
Pero, aunque ya logré lo que buscaba
y sé que de lo nuestro ya no hay nada
no encuentro la manera de olvidarte.
El retrato hueco
Observo cómo azotas el retrato
furioso de saber que nada esconde.
Su inocuidad te causa frustraciones
compensas su vacío con maltratos.
Descubro adolorida cómo el tiempo
torció tu inspiración, que era inmadura;
te dio talento a cambio de cordura,
te convirtió en artista y esperpento.
Bajo tus órbitas de daga fría
surgen espantos, monstruos, tristes ecos
de aquellos cuadros que nada decían.
Ayer sólo pintabas rostros huecos
y en tus ojos guardabas alegrías.
Hoy tu mirada es sólo viento seco.
La máquina de recordar
Aún arrastro el peso de tu ausencia
las ganas de abrazarte hoy me ahogan
Intento despensarte y mi conciencia
no logra concentrarse en estas horas.
Me asfixio en el vacío que dejaste
y muero cada día mil y un veces.
Me duele tanto el hueco que cavaste
llenándolo de pájaros y peces,
y que hoy sólo es la llaga del herido.
Ignoro si éste seguirá conmigo,
drenándome de todo sentimiento
hasta dejarme seca sin tu olvido;
y en cambio recordando sin sentido
la vida que me diste en otro tiempo.
Reencuentro hipotético de viejas amigas
Un día de éstos te preguntarás
qué fue de mí, e intentarás buscarme
sabiendo que me gusta complicarme
la vida, y yo sé que me hallarás.
Encontrarás mi rostro algo arrugado;
estudiarás mis manos, mis cabellos
algo canosos, pero no por ello
menos rebeldes que en años pasados.
Recordaremos nuestros años tiernos
y me dirás que soy siempre la misma
que nunca nada en serio se tomaba.
Tal vez no notarás mi llanto eterno
y que este tiempo cruel, con su llovizna
me ha transformado en lo que más odiabas.
Dos intentos
He terminado y odio lo que veo:
Es dura y sin canciones tu guitarra,
tus dedos en tensión parecen garras
y te concentras con un gesto feo.
Una vez más intento dibujarte
mas ya no de perfil, sino de frente;
sin tu guitarra, pero muy sonriente,
porque es como me gusta recordarte.
Entonces viene a mí como una oleada
la inspiración que encuentro en tus facciones,
y doy luz a tu rostro a pinceladas.
Aunque no se adivinen tus canciones,
está llena de vida tu mirada
y al fin te siento pleno de emociones.
Carta a las 11:45 de un miércoles
No voy a hacer mi carta "comme il faut"
ni voy a saludarte por ahora
aunque tal vez lo haré en otra ocasión.
La fecha... no recuerdo. Pondré la hora.
No quiero ni siquiera platicarte
la infinidad de cosas que han pasado
desde que de mi patria te marchaste:
Supongo que tú ya te has enterado.
Y no pondré mi firma, no hace falta
ni me despediré con frases tristes
pues nunca lo hice, ni cuando te fuiste.
Preguntarás por qué escribo esta carta,
y es que, si bien tu ausencia no hace daño,
a veces siento como que te extraño.
La mujer de Lot
De pronto se detiene y ya no huye,
sus pies cansados ya no pueden más;
se sienta, y sin pensarlo mira atrás,
y observa la ciudad que se destruye.
Su piel palpita tenue y suavemente
dejándola insensible y entumida,
pero ella sólo mira adolorida
la suerte cruel que acaba con su gente.
Sus ojos, aún húmedos, distinguen
catástrofes que van segando vidas;
y el llanto se le hiela en una mueca.
Y al morir la ciudad, también se extingue
su carne, que ha quedado convertida
en una enorme lágrima reseca.