Espejo
Es una pena ver los adentros del espejo,
en donde mueren los credos, y nacen palabras marchitas.
La imagen opaca de un lugar que no conozco,
y la inmundicia de los años que se vierten entre copas de cristal
manchados con el rubor del mañana que nunca llegó.
Se escapan sombras acústicas que se pintan de nostalgia,
y se bañan obscenos los muros de un templo
vigilando que no desaparezca el murmullo dantesco
que se percibe en los cantos de este silencio.
Caricias furtivas que crecen por la duela crujiente,
como huesos de un dios que dejó el mundo
a la postre de los hombres.
Qué pueda haber en este cuarto que no haya pasado intacto
de tus manos que conspiran contra mi naturaleza;
es el envidiado cuadro teocéntrico que se olvidó en el medioevo,
la danza de una mujer de cristal azogada
que se rompe entre las horas del acallado reloj que muere
en los pasillos de mi habitación
Tango
Si encuentras las vísceras tiradas en el jardín,
Es solo que te amo.
Si miras los ojos atormentados
Y me ves en los páramos del ácido
Será porque aprendo a amar.
Mi nombre es multitud,
En el abismo descanso,
Seco igual que un madero.
No resistiré otro beso,
Que mi doble rostro no quiera.
Soy revolución; no me destruyas,
No soy el mismo papel.
—Sangre tibia en tu cama.
Puedo arder por amarte,
Y será un placer infinito
Morir por ti.
Teñido de sangre,
Junto a la bañera,
Encontrarás un manuscrito.
Versos a la Noche
I
Cristales rotos al abrirse camino largo; sin trayectorias.
Viejos morimos, y viejos somos; notas musicales baldías de oxigeno.
¿Cómo desaparecer entre la noche?, cuando sonriente la luna resquebraja mis
sentidos y mi alma.
Ventanas vacías, deslumbradas de pudor y victoria,
me asomo entre una y otra y no parece existir tiempo entre vanidad y un suspiro.
¿Cuándo dejas de sentir dolor, si el cianuro es la única respuesta?,
¿no abundan ángeles en un amanecer infestado de butano?
II
Visitando los muelles amargos, pereciendo: vejez.
No existen porqués, sólo fantasmas cargando mi cuerpo;
Se olvidan de mi cabeza cuando cae por los sembradíos de mis penas;
lo soñé, lo sentí, muros de llanto, un sicótico tras un piano que va a gatas
por las lenguas del desquicio: Luna pálida, ciega y moribunda.
Dices amarme, y sueltas mi mano.
El día se nublará rojo, rebelde,
entonces abriré a tu pueblo las pestes dolorosas de un mundo sin encanto: sin
vida.
Niños que a donde van buscan la muerte, y la encuentran en sus casas.
Dale culto a los versos ajenos e impropios que canto por las noches a las doce
en punto.
III
El mundo engendra pecado, el cielo vacío: sin rehenes.
Laten las letras de mi pasado; silencios que matan.
Navegando entre la infinitud, existe una mujer mitad animal,
con ojos que aguardan el murmullo de inexistencia,
y sus labios pronunciando venganza.
Las tristezas hablan, yo envejezco;
"la maldad" aniquila mis deseos; Dios me arrebata el alma.
La justicia es el vago recuerdo de algún demente que lleva por sexo
sensibilidad,
y por ojos montes púrpura: La vanidad cae en pozos misóginos.