Letralia, Tierra de Letras Año VIII • Nº 98
18 de agosto de 2003
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Letras
Poemas
Mauro Gámez

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Sosiego

Con desgano, quizá enjuto
con mis vértebras doblegadas
palpitando en diálogo
madera viva y huesos anquilosados

¿Dónde la altivez..? atrás
bueno es aquietarse a la sombra
burlando el sol.
Madera erguida, carne viva
enraizados en sal y lágrimas

El sol asfixió tus pulmones
Prendió mis hombros
Hinchó mis plantas
Reanudar la marcha
Fatiga ya vienes a mí.

Las hojas son esparcidas
Desnudo te quedaste sobre la tierra desértica en soledad
El hálito lejano de voces perdidas
Suave como el lodo bajo los pies
Humedece mis labios, enfría mis huesos
...sosiego

madera viva y huesos anquilosados


(I)

andaba en círculos
y la luna rodaba
por cataratas azules
salmones secos columpian
en piedras turquesas
y mi niño con sus temores
viaja sobre ciempiés luminosos

la calle era una burbuja
de alientos almizclados
¿qué era yo mañana?
¿que seré ayer?

cuán largo mi fémur
que cuelga en el ardid
de tu marmórea pelvis
estos ojos se han derramado
en el infinito de tu ombligo

lloré en el alba nostálgico y opalino
bajo el augurio de gorriones
encapuchados y solemnes
sentí tu lengua
en mi tercera cervical
hielo efímero
midiendo mi sal
que hambrienta la colmena
en un zumbido de cristal


Imágenes

En mi soledad
Incongruencias mis pensamientos
Sin embargo oigo risas, no se de quién.

Las sonrisas desbordan
Las lágrimas son enterradas
...mis pensamientos

llanto, no comprendo, ¿y las sonrisas?

Los rostros se ven atormentados
Un esguince de asco reflejado en el espejo

Los rostros
El carrusel gira
Las risas caen, se hunden
Se estrellan contra el silencio

Perdido en mi soledad
El tibio aliento dulzón de tu cuerpo
Se entremezcla con la sal de mis sienes... un recuerdo

Un recuerdo, tu aliento descolgado
de los cirios musgosos con olor a nostalgia
Los ojos arrasados por el agua no regada
¡Esas risas..! las risas sepultadas

¡Esa mujer!

Los tintes confundidos
Inexorablemente incestados
El lienzo cambia
La imagen reconciliada con mis pupilas.


Veintitrés

El sol está trasponiendo los cuerpos de tierra
Hundiéndose en la sangre que el tiempo ha secado
Los días se han estrellado en la violencia que ha erguido tumbas
Los años se han mezclado con los huesos desconocidos
Que yacen en senderos por los que corrí y caí
Por los que camino y resbalo

Veintitrés cruces...
Veintitrés ángeles...
Veintitrés flores...
Veintitrés... yo... ocupan mi cuerpo
Se distribuyen mis sentidos
Se alimentan de mis vísceras, me mantienen al filo.
Es corto el puente que cruza el vacío
Llena mi ser de nostalgia el espacio que hubo
Cuando niño anduve oliendo a inocencia
Las espinas rasgaron mi piel delicada y una piedra sepultó mi carne infantil
Pero, las flores hicieron me beber su dulce vida
El pasto húmedo abrazó mi debilidad
El cielo durmió en mis ojos
El sol abofeteó mi rostro
Se durmió el alcohol en mi sangre
Me reencuentro con el día
Mi cerebro la rebalsa una melodía

Veintitrés cruces...
Veintitrés flores...
Veintitrés ángeles...
Veintitrés... yo... me recuerdan
Que cuanto más vivo, siempre muero.


(II)

cuando se rompen las miradas
destellos de sangre lamen mis botas
repica tu voz en oscuros tintes de mar
grutas azules renuevan misterios
sortilegios descalzos inundan de arena
campanarios desiertos

alas envenenadas sustituyen mis manos
y te abrazo
hasta beberme tu vida
y te abrazo
hasta que la noche viene a copular
con las ninfas doradas del sol
los destellos de sangre
se han abandonado a la marea
formando grumos insabores cual lápidas
insectos de tórax esponjosos
forman pirámides de sueños violetas y multiformes
reveses de viento descubren cloacas
a las puertas de un templo
vendimia de sonrisas
en ciudades adormecidas

y te abrazo
mientras la sombra
mas allá de tu muerte
hasta nuestra otra muerte


(III)

el clamor de una vieja máquina
se desliza cual ventisca por mi lóbulo de agua
su martilleo aguijonea mis lágrimas
es un grito gris columpiando de mi clavícula
y las huellas de anulares amarillos
mojan el entristecido marfil

camino erguido de vez en cuando entre tus montañas
una consonante vuela en vertical
desde la humedad de tu lengua
y efervesce mi pasado
y una sonrisa de niño
borra los efluvios de mis años de sed

me dormí en la silla sin barniz
con mis manos en ángulo para acariciarte
mientras una fragancia a rosca navideña
me hacía correr a la calle entre gritos y maromas
con piernas que ya no se parecen a las que ahora
se acurrucan acalambradas... estas piernas

el sol nos salpicaba su fuego
y ni ahí se cansaba nuestro cuero
me enamoré de la niña que posaba y nos observaba
desde su marco blanco y cristal
su sonrisa está en un baúl junto a mariposas, alfileres
cometas, trompos y pelota
volquetas, pistolas y un robot que echaba chispas

¡hola, máquina! guardé la pelota, el sol y la niña
pero comeré la rosca en un pestañeo de lucidez
las palabras también hicieron un columpio de mi clavícula
y un resbalín de mi memoria
prometo no dormir sin antes acariciarte


(IV)

Un ángel con cuerpo de seda
ha transparentado mis manos desgarradas
vaciando mis huesos astillados
sobre lirios de algodón

Corre mi sangre nostálgica
por pasillos seculares
donde crecen higueras esbeltas
de pasado fermentado
Alientos retenidos
en vasijas de mármol
alas extirpadas de años mohosos

Cuevas brillantes de cráneos arenosos
senos colosales de respiros descolgados
ángeles de mirada enterrada
osamenta pegada a raíces saladas
tu recuerdo despertado con soles de mis labios recibidos


Densas obsesiones

El silencio salpicó las paredes de eterna riel abrazada por temores de acero
Piedras extasiadas al rumor de borbotones rugientes que en su lecho las atrapa

Apéndices de años
Con formas tumefactas y muecas ahogadas

Vino el murmullo de su voz como piara
Picaflores lánguidos llorando pétalos
Sendas incrustadas en ojos aterrados y violetas
Tu sabor a tierra usurpa mi lengua
Trastabillan mis células mientras caen trinos de cobalto
Huye el miedo bajo palmeras de sal
Irrumpe tu cuerpo en mi córnea
Aguijoneando un suspiro de arcilla

Sales desprevenidas asisten a la noche con sus mil laberintos
Y juegan sobre baldosas transparentes
Aromas entre alcoholes
Trepanación de vísceras y tejidos
Ocaso molusco de sabores profundos.


(V)

manta raya de cuarzo
libera mi córnea
de tu augusto andar

hunde tus lamentos
en mi famélico estar

cúbreme de cenizas
y empápame de tus claustros besos

mírame lacerante esfinge
y llévame más allá
de esta desdecible corporeidad

insúltame y duélete
en tus verbos
grácil locura de algodón


Ella

Al amparo del farol cuya luz irrumpe en mi noche
Dispersando las sombras abatidas sobre la crujiente soledad de mi lecho
Una perla cristalina no controlada humedece mis verbos
Desenlace de mis silencios.

Génesis de mis fulgores porque el rocío que brota de su garganta
No bañará la sequedad tormentosa del sarcófago de mis horas

Éxodo de mi jardín
Porque el aroma de su fragancia ausencia tierna de su presencia
No acompañará mis siembras.

Guardar su imagen en bálsamo de lágrimas
Para desahogo de mis pupilas

Esconder tras cortinas de arcilla
Su recuerdo alumbrado por zafiros de alborada

Sentirla arrebatada en el castillo de mis venas
Arrasada por el embate turbulento de mi sangre
A calmar la angustia de mi pecho
Que clama respirarle


       

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