Cuando uno escribe, está escribiendo o tiene la intención de escribir algo (a veces no hay ninguna diferencia entre todos estos hechos), por lo general lo comenta con otras personas, algunos también escritores. Al comentar la presente nota muchos de los ilustres colegas se constituyeron en consejeros gratuitos: me aconsejaron que buscara un tema más interesante y más real, porque, a su juicio, el tal boom no existió, que todo fue una gran mentira urdida por Barral para enriquecerse a costa de los escritores latinos y a costa de los incautos lectores españoles que ya estaban cansados de lo mismo de siempre.
El boom fue la coincidencia en el tiempo de una gran novelística, de un grupo de escritores de singular calidad o de un conjunto limitado de obras, en el subcontinente suramericano.
Supe agradecer los consejos, pero no los seguí (prueba de ello es el presente). No sólo los obvié porque creyera que había algo de envidia en esas voces, sino porque pienso que tengo algo que decir al respecto y, en efecto, lo digo. De que hubo una cosa llamada boom de la literatura iberoamericana, nadie lo duda; pero, ¿qué fue exactamente? ¿Un ardid editorial, como dicen esos amigos? ¿Un fenómeno literario? ¿Un fenómeno sociocultural? Tal vez todas estas cosas y tal vez no fue todo eso al mismo tiempo.
Empecemos a revisar los argumentos. Ha habido intentos, casi todos malogrados, de inventar movimientos literarios para vender, desde la época de Balzac, inclusive, cuando no tenía el mercado literario un volumen tal como el de hoy día. Hubo, hace tiempo, un movimiento español que surgió como la contrapartida del boom: se lo llamó “nueva novela española” (y poco tenía de nueva, de novela y de española). En suma, se necesita un poco más que la intención de un editor para consolidar un movimiento literario, un fenómeno editorial no puede surgir por generación espontánea. Se necesita el concurso de lo literario y de lo editorial (este último no podría existir sin el primero, y viceversa). Pero si fuera sólo editorial ya estaríamos listos: nada más que a alguien se le ocurra que quiere vender algo y se cambia la historia de la literatura.
Creo que, en realidad, el boom fue la coincidencia en el tiempo de una gran novelística, de un grupo de escritores de singular calidad o de un conjunto limitado de obras, en el subcontinente suramericano. Como complemento, esta coincidencia vino a llenar cierto vacío en la literatura mundial o en el mercado editorial (me ahorro los detalles de discutir la diferencia, que cada vez se nota menos) y, además, contó con el debido apoyo editorial que, con visión comercial, supo ver lo que tenía entre manos. (Espero que esto no constituya ni un agravio ni un elogio: un editor es un empresario, no un caritativo mecenas de minusválidos intelectuales ni un benefactor de la cultura.) Les concedo la razón a mis consejeros: sin la mano editorial tal vez no habría existido, pero no sólo existió por la mano editorial.
Pues bien, pueden negar el fenómeno, pueden negar el boom, pero no pueden negar la coexistencia de ese grupo de cuatro o cinco grandes escritores o de esas cuatro grandes obras. Si les resulta más cómodo, pueden llamarlo de otra forma. Como yo soy quien esto escribe, voy a seguir llamándolo boom; pero, aclaro, con esto me refiero a todo: es una definición por extensión. Existió, como ustedes saben, la mafia del boom, como se les conoce: García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Cortázar. Las novelas: Cien años de soledad, La ciudad y los perros, Rayuela, La muerte de Artemio Cruz. Se conjetura la existencia de un quinto elemento: ¿Sábato? ¿Onetti? En su Historia personal del “boom” Donoso trata de atribuirse este papel.
Aparte de éste, existieron otros grupos:
- Los antecesores: Borges, Rulfo, Carpentier, Felisberto, Arlt.
- La periferia: contemporáneos de aquéllos, de buena calidad también, pero que no alcanzaron la notoriedad (o la figuración) de los mafiosos; me refiero a Donoso, Onetti, Benedetti, Guimarães Rosa, Sábato (que está en este grupo y en el anterior, según otros estudiosos del tema).
- Los pos-boom: algunas veces contemporáneos que, sólo gracias al conocimiento de aquéllos, dieron a conocer sus creaciones: Puig, Bryce Echenique, Cabrera Infante.
- Escritores que casi nunca son mencionados a la hora de la enumeración a vuelo de pájaro; son los marginados, como Scorza, que bien podrían estar, por cuestiones generacionales pero también por su calidad.
También podría mencionar otra categoría, que nunca falta: la de los infiltrados que, aún sin méritos, son mencionados. Pero si los menciono ya les estaría haciendo un favor.
Ahora, aparte de coincidir en el tiempo, en un período corto de tiempo quiero decir (entre la primera y la última de las grandes obras de los mafiosos del boom sólo median cinco años); además de coincidir en un mismo ámbito geográfico: Iberoamérica; aparte de todo esto, digo, uno supone, sin exagerar la suspicacia, que algo deben tener en común tales autores y tales obras para que se las considere por igual. Pero esto no pasa de una suposición. Obviamente, son latinoamericanas, tienen cosas en común, pero no sólo entre ellas sino con tantas otras que ni siquiera se mencionan.
Leídas fuera de contexto, sin tomar en cuenta quiénes fueron sus autores y qué representan, parecen tener algo pero no demasiado en común. Comparo, por ejemplo, La ciudad y los perros con Rayuela o Cien años… Y sólo veo parecidos en el idioma español y en la nacionalidad de los autores. El estilo más comedido, sobrio, de Vargas Llosa, es diametralmente opuesto al estilo casi gongorino o pantagruélico de García Márquez, ni que decir del experimentalismo temporal (o atemporal) cortazariano frente a la linealidad del peruano. Algunas cosas se parecen, otras no. Pero es lo mismo que podría decirse de cualquier comparación que surgiera con obras de otras épocas y otras latitudes.
Me parece, también, que los europeos (porque la noción de boom nació en Europa) tendieron a ver como unidad lo que es diversidad; algo así como decir que todos los chinos se parecen. La aparente unidad es más bien extra (o pre) textual; no está en las obras. En la idea que comúnmente se tiene del boom subyace el integracionismo latinoamericano (eso lo inventaron o lo adoptaron aquí): Suramérica en pleno conquista a Europa.
El boom aparece en un momento en que la literatura mundial (sobre toda la europea) parecía cansada de tantos ismos, de tanta vanguardia snob y de tanto existencialismo.
Siguiendo con lo extraliterario, ha habido también una enumeración de hechos sociopolíticos como parte de la situación previa, según visiones de distintos autores, que han dado referencias sobre el boom: al parecer, el protagonista decididamente más fuerte en el panorama político de la región era la revolución cubana, y así lo destacan algunos estudiosos; señalando, además, que esta revolución implicó el despertar de la conciencia colectiva hispanoamericana. A esto puedo responder con una frase de Harold Bloom: si bien los movimientos sociales existen, hasta los momentos no han escrito una buena novela.
Estos años, los sesenta, fueron de una efervescencia ideológica en la juventud (posteriormente se degeneraría en el flower power y el mayo francés), esas juventudes hijas de la guerra, escuchas de rock and roll. Según algunos entendidos, la nueva novela hispana está sostenida por un nuevo grupo de lectores: marxistas, ultrosos y panfleteros, que demandan del mercado la literatura que querían. Entonces habría que pensar que fue una venturosa casualidad que esa literatura haya sido precisamente de buena factura.
También se habla de algunos hechos literarios que contribuyeron a la gestación del fenómeno: el boom aparece en un momento en que la literatura mundial (sobre toda la europea) parecía cansada de tantos ismos, de tanta vanguardia snob y de tanto existencialismo. Claro que decirlo resta méritos a los autores del boom, haciendo creer que, de haber habido una buena propuesta en cualquier otra parte, los del boom habrían sido los tuertos en el reino de los ciegos.
En este mismo orden de ideas, algunos destacan que la presencia en América de escritores españoles, que huían del franquismo, proporcionó a los escritores americanos algunas ideas y experiencias. Por supuesto, quienes esto creen son españoles que quieren atribuirse un protagonismo inexistente (este tipo de opiniones las leí, varias veces, en un texto titulado Los españoles y el “boom”). La verdad es que los autores del boom no estaban en sus países de origen como para haber sido influidos por los españoles que vinieron; algunos (Vargas Llosa y Cortázar) vivían en Europa.
Bernáldez, sin mucho éxito, pretende enumerar los rasgos que, a su juicio, identifican y hermanan a los escritores del boom, a sus obras. Transcribo sus ideas (mis comentarios, pertinentes o no, los escribo entre paréntesis): lo biográfico (no es sine qua non, siempre ha habido literatura así), la preocupación por el lenguaje (no es nada nuevo), la temática de la violencia (no es tan predominante), el experimentalismo narrativo (no se cumple en García Márquez), la presencia de la ciudad en oposición al telurismo de la novela anterior (no es sine qua non y no se cumple en García Márquez); la ruptura de sintaxis, el uso de la segunda persona, el uso de frases hechas y del lenguaje cinematográfico, el collage, caben en el experimentalismo y merecen el mismo comentario.
Me piden que les diga, entonces, qué tienen en común las novelas del boom. Les voy a responder con una frase de Wittgenstein: tienen un remoto aire de familia. Hace algún tiempo que no releo ninguna de estas obras; no podría precisar detalles (lo cual tampoco tendría mucho sentido ni aportaría nada). Las recuerdo de manera sintética. Pero creo entrever alguna semejanza: no son tan nacionalistas como las anteriores novelas de por estos predios, tienen vocación universal (disculpen el lugar común). Esto tampoco es nuevo en la literatura, pero al menos es una constante en todas las obras en cuestión.
Noto que, sin querer, estoy cayendo en una contradicción: dije que el boom no era más que la coincidencia en el tiempo y el espacio de un grupo limitado de obras. Coincidencia por coincidir y coincidencia por azar. Así me parece: una casualidad. Entonces, no habría por qué buscar razones, causas, semejanzas ni nada de eso.
- Tardía revisión del boom - domingo 31 de julio de 2016