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La poesía y el lenguaje según Octavio Paz y Aldo Pellegrini

martes 27 de marzo de 2018
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Octavio Paz y Aldo Pellegrini

Para el mexicano Octavio Paz, la poesía es la perpetua tensión del poeta hacia un absoluto del lenguaje, en la esperanza de cautivar la realidad, lo efímero, eso mismo que se desvanece en el momento en que uno lo piensa, da un paso, con palabras que no se esperan y milagrosamente se ordenan, gracias a la cadencia que el mismo artista vacila en considerar como el fruto de su paciente trabajo.

Paz decía ser un poeta hispanoamericano que escribía en español; la lengua era para él el motor esencial del destino de la sociedad humana.  

Si bien el “sentido” está en el origen del poema, su finalidad es esa cosa alada y ligera a la que aludía Platón y gracias a la cual, como sostenía Octavio Paz, “las imágenes se oyen”.

Sobre la literatura moderna, Paz afirmaba que no puede ser sino literatura crítica. Crítica del mundo en que vivimos y crítica de la literatura, crítica de la crítica y esa crítica es creadora siempre. La crítica del lenguaje se vuelve creación de un lenguaje.

Octavio Paz, ese poeta maduro que sabía de la existencia de un “alguien” que lo deletrea, letra por letra, que entre las muchas cosas que sabía que era externaba: “…soy escritura”.

Paz decía ser un poeta hispanoamericano que escribía en español; la lengua era para él el motor esencial del destino de la sociedad humana. Veía en su lengua un barómetro confiable de la situación ideológica, política y social y de la responsabilidad individual ante ella.

El vate mexicano sobre la poesía escribía:

La poesía, como la filosofía (…) es contemplación (…) es una actividad anfibia (…) que participa en las aguas movientes de la historia y de la limpidez del movimiento filosófico, pero que no es ni historia ni filosofía. La poesía siempre es concreta, es singular, nunca es abstracta, nunca es general.

La poesía, a su vez, “no es nada, sino tiempo, ritmo perpetuamente creador”, “instante que contiene todos los instantes”.

Para el poeta argentino Aldo Pellegrini, la poesía resulta una especie de dispositivo que descorre la cortina de lo cotidiano y sumerge al individuo en otro plano de realidad y de conocimiento, un plano más intenso y a la vez más verdadero.

El lenguaje poético, dice Pellegrini, es el lenguaje de la verdadera comunicación, mientras el corriente resulta, en cambio, el de la incomunicación.  

Según Pellegrini, el poeta busca en la palabra no la simple expresión sino un modo de participar en la realidad misma. Promueve el desorden y la confusión en el sentido de que desbarata las clasificaciones y esquemas reconocidos, consume lo fosilizado y purifica la vida de la especie. Su acción subversiva descansa en un principio simple y potente: es el medio que arranca al hombre de su letargo y le muestra el mundo como si lo contemplara por primera vez.

El lenguaje poético, dice Pellegrini, es el lenguaje de la verdadera comunicación, mientras el corriente resulta, en cambio, el de la incomunicación. El solitario no es un artista sino el hombre común perdido en la multitud de las grandes ciudades; la antipoesía es un valor indispensable para la poesía, porque la rescata de los mecanismos que la vuelven inofensiva.

Para el argentino, la poesía “cierra la puerta a los imbéciles” y ejerce una acción subversiva.

Como humilde homenaje a estos dos poetas y ensayistas latinoamericanos cuyas letras surcaron de una punta a otra el continente, va un poema de mi autoría:

El poema es otro

Las palabras con su carga mágica
alimentan el lenguaje de las dudas
dudas dinosáuricas.

Los paisajes se fragmentan,
el viento huye,
como las hojas que caen del árbol
y lo olvidan.

La luna dormita en un charco
mientras mariposas nocturnas
se metamorfosean en un verso triste
de alitas multicolores.

Un parpadeo de luz en las estrellas
son palabras temblando.
La poesía hace lo suyo
esperando, esperanzas.

Un rayo amarillo de una luna
que se despereza,
resalta la belleza de los diamantes
posados sobre las hojas
regalo de la helada.

Una coreografía se desoculta
el leve tatuaje de la aurora.
En el laberinto de versos,
el poema es uno.

Washington Daniel Gorosito Pérez
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