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Nadie te lo dirá antes de partir, de Ronald Guzmán
(primeras páginas)

jueves 7 de julio de 2022
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“Nadie te lo dirá antes de partir: sugerencias durante el exilio del venezolano”, de Ronald Guzmán
Nadie te lo dirá antes de partir: sugerencias durante el exilio del venezolano, de Ronald Guzmán (Letrame, 2021). Disponible en Amazon

Nadie te lo dirá antes de partir:
sugerencias durante el exilio del venezolano

Ronald Guzmán
Testimonio
Letrame Editorial
Madrid (España), 2021
ISBN: 978-84-1114-006-5
72 páginas

Mi justificación

Jenny, este no será un manual personalizado de cómo podrás convertirte en millonaria en diez pasos, tampoco será la guía para lograr el bendito sueño americano. Por medio de estas líneas no intento librar de todos los males al migrante venezolano, y mucho menos trato de tallar sobre piedra el decálogo del buen refugiado. Si tu interés se concentra en alguna de esas temáticas, da por culminada esta lectura, ya que nada de ello encontrarás aquí, además, desgraciadamente, no podré recomendarte bibliografía alguna para ese fin.

Querida, en estos días te marchas del país. Por un lado, lo celebro, me alegra que hayas reunido la valentía para dar ese paso, por el otro, me acongoja que la camada de jóvenes que siguen generacionalmente a los de mi edad también hayan necesitado marcharse… o por lo menos considerado francamente tal opción. Ahora heme aquí, del otro lado del Atlántico, con ansias de explicarte qué puede esperarte en el exterior.

Lo que a continuación leerás son palabras llenas de un subjetivismo que ha sido maleado por mis experiencias como venezolano, como migrante y como trabajador humanitario. Además, a modo de preámbulo te aviso que lo que te escribo no persigue como objetivo crear el “nuevo hombre”, el “nuevo venezolano” ni ninguna de esas barbaridades, sino estimular la reflexión antes de partir. Aunque no tengo intenciones de ataviarme con la indumentaria del profesor de filosofía, sí te dejo esta única lección; ¡no creas en las barrabasadas de ningún bando!, busca insaciablemente la verdad, sigue su pista y respétala cuando des con ella. Del resto, bien, sólo te daré unas cuantas sugerencias que bien puedes considerar o simplemente desechar. Para este fin se me ha ocurrido relatarte algunas historias, además de resumirte una interesante charla que una vez tuve con un gran amigo.

Una vez estés afuera, persigue con tozudez ese sueño que te empujó a salir del país.

Con mucho atrevimiento me parece pertinente preguntarte si sabes lo afortunada que has sido. El simple hecho de haber nacido allí y de haber tenido semejantes padres es una ventaja que muchas jóvenes no han tenido. De no haber sido por ello, difícilmente hubieses tenido la posibilidad de hablar de manera libre e independiente de un tema como el de emigrar, para no hablar de otras bendiciones a primera vista poco aparentes que en este momento no vienen al caso. Una vez estés afuera, persigue con tozudez ese sueño que te empujó a salir del país. El matrimonio, la maternidad y la familia son etapas de nuestra mundana vida, sí… simplemente etapas. Éstas pueden llegar a ser felices o gratificantes —o todo lo contrario—, pero no son la brújula que debe darle sentido a tu vida. Para tu alivio y para concluir finalmente con este tedioso tópico, te pido por último que desconfíes sanamente de aquel que se quiere sacrificar por ti, de aquel que “respeta” mucho las tradiciones o de ese que procura que las cosas se sigan haciendo como siempre han sido hechas. Aquí sí te dejo una recomendación literaria.1

 

Bueno, ya basta de darle tantas largas a esto, iré directo al grano. ¡Nos tocó migrar, menudo capricho del destino! Desconocíamos semejante verbo, y reconocerlo —por lo menos como alternativa— ha resultado en una tarea de notable exigencia. A modo de preparación, pensé en algunas experiencias que siempre quise contarte, pero tal vez por nuestra diferencia generacional nunca lo hice mientras viví en Venezuela. Lo apetecible de esta medida —escribirte un libro no muy largo— radica en que lo podrás leer cuando y como quieras, con las pausas que estimes necesarias y lo mejor de todo es que no tienes que presenciar un monólogo mío con cara de interesada. ¡Te quiero ahorrar tal suplicio! Eso sí, te ruego paciencia y ánimo para tratar de entenderme y contrariarme si lo juzgas correcto y enriquecedor, te repito, y prometo que es un texto breve.

Tengo recuerdos de cuando era un chaval y amigos de la escuela o familiares hacían reseñas rodeadas de un aire casi de excentricidad de esos pocos que, desde la mirada del resto, transgredían esa regla no escrita de emigrar. Eso sucedía sobre todo en el último lustro de los años noventa. Aquellas crónicas siempre terminaban tachando —con la mayor elegancia posible— a esos que soñaban con más de ambiciosos o fracasados, ya que las narraciones invariablemente tenían como final poco feliz el regreso a Venezuela de aquellos intrépidos. Lo usual era que marchasen a Estados Unidos, España, Italia o Portugal, mas te confieso que estoy seguro de que alguno de ellos triunfó; con pesar te digo que yo no pertenecía a ese círculo en donde se contaban esas felices historias.

Insisto en que desconocíamos el verbo emigrar, por lo menos en primera persona. Aunque yo asistía a un colegio público, en los grados que cursaba frecuentemente coincidía con chilenos, portugueses, españoles, colombianos e incluso peruanos-japoneses, y la impresión general era la de ser un país receptor de foráneos. Ciertamente ellos contaban con regularidad de algún encuentro familiar en su tierra natal (cosa que ocurría después de largos años) o de familiares que venían de visita durante las vacaciones; el punto es que ninguno de ellos expresaba mayor interés en volver a sus países natales, aparentemente estaban cómodos en aquella Venezuela.

Ya dicho lo anterior, quiero proseguir con mi cometido. Lo que expondré a continuación me parece una buena introducción de lo que deseo brindarte con este libro.

Húyele a aquellos que exigen un “mejor trato” argumentando que es una deuda moral que han contraído después de ser liberados por Bolívar.

Una vez te encuentres en tu nuevo hogar mantén siempre presente que los habitantes de esa nación nada nos deben y eso último has de subrayarlo. Húyele a aquellos que exigen un “mejor trato” argumentando que es una deuda moral que han contraído después de ser liberados por Bolívar, aléjate de esos y de los que pregonan “razonamientos” similares. Los países que decidieron abrirle las puertas a los venezolanos lo hacen por cumplir con acuerdos internacionales que han firmado y ratificado, o para aprovechar los recursos que ha desperdiciado un gobierno ciego; también lo hacen guiados por valores morales, o bien por mera convicción.

Te resumo ahora una exquisita escena que seguro puede ilustrarte mejor lo anterior. Antes de que estallara la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.), corintos y corcireos pujaban entre sí por una alianza militar con la todopoderosa Atenas. El embajador corcireo en su discurso señaló que, a pesar de que nunca habían existido pactos con los atenienses, su numerosa flota, conjuntamente con la ateniense, significaría la más fastuosa y temida fuerza naval de la Antigua Grecia. Adicionalmente, ambas Ciudades-Estado tendrían en común a un mismo enemigo: Esparta. Aunque carente de exóticas ofrendas y promesas, esta fue la modesta oferta de Córcira para Atenas.

Del otro bando, el embajador corinto le recordaba a los atenienses lo justo que sería contar con su apoyo teniendo en cuenta todas aquellas veces que Corinto había auxiliado en el pasado a los atenienses. Los corintos durante su exposición prácticamente enumeraron todos los favores concedidos en el pasado a Atenas, por lo cual exigían como retribución equivalente aquella alianza en disputa. Luego de ponderar ambas ofertas, los atenienses se decidieron por aliarse con los corcireos. Desde entonces las cosas no han cambiado mucho. Espero que los helenistas me indulten al haber citado este evento; sin embargo, creo que me ha servido para que puedas ver mi punto.

Retomando aquello de la convicción, te exhorto a que mientras estemos en el país vecino, no lleves a cabo ninguna vendetta con el bogotano o limeño porque en el pasado te sentiste estafada por algún colombiano o peruano que intentó reparar tu lavadora mientras aún vivías en Venezuela. De hecho, cuando volvamos a Venezuela, trataremos noblemente a aquel migrante en necesidad, sin importar nacionalidad, indiferentemente de como nos tratan ahora. Seguramente te preguntas, pero ¿por qué hemos de hacerlo si nos tratan tan mal en ciertos lugares? Quizás porque esa es la lección de todo este drama, pero más aún porque es lo correcto… y qué es lo correcto… Bueno, te mencioné previamente que hoy no quería hablarte ni de filosofía ni de ética, pero no te preocupes, antes de terminar te dejo otro tip; es un librito llamado Antígona de un señor de nombre Sófocles, es probable que des con la respuesta ahí. Léelo.

Ronald Guzmán
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Notas

  1. Se trata de la señora Chimamanda Ngozi Adichie, es originaria de Nigeria. Cualquier libro que encuentres de ella en español, regálatelo, valdrá la pena.
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