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El silencio en las palabras

domingo 21 de enero de 2018

Entrevista a Nuria Amat

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Nuria Amat
Nuria Amat: “Volví a nacer en la literatura cuando estuve en Colombia”.

“He aprendido a vivir con la soledad”, dice Rulfo como si fuera el protagonista de su cuento “No oyes ladrar los perros” y llevara cargando hace mucho las palabras en sus hombros, como si le mordieran con rabia los labios, como si salieran obligadas. Nuria Amat en la vida real nada tendría que ver con el escritor, excepto porque los dos son escritores, y su vida comienza y termina con el lenguaje. Nuria es catalana. Rulfo, mexicano. Si las palabras de Rulfo salen en silencio en algunas entrevistas, las de Amat salen con la fuerza, con el asombro que muestra un recién nacido cuando está encontrando la vida. Nuria está enamorada de los silencios de Rulfo. Cosas que disfruta: la poesía de Emily Dickinson, la sonrisa de sus hijas y escribir; escribir para encontrar a su madre, para buscar su infancia, la otra, la de ella, la de Rulfo.

Se llama Nuria Amat: “A veces creo que no soy yo, yo creo que el fondo no tenemos nombre”.

“A él le mataron al padre, al poco tiempo pierde a su madre, yo quedé huérfana muy temprano; a él lo envían a un orfanato, yo vivía delante de un manicomio; todo esto tiene mucho que ver, la orfandad de alguna manera nos une, además me identifico mucho con el autor, con sus silencios”, dice Nuria, que al igual que Dorian Grey parece que le hubiera hecho trampa al tiempo. Amat por esa familiaridad, esa intimidad que viene de otro lado con el autor y por la profundad admiración que le tiene de este lado, se dedicó a documentarse lo mejor posible sobre él, a leer las soledades de Rulfo, sus espacios en blanco, para así poder escribir Juan Rulfo, el arte del silencio. “La primera página casi salió sola, de repente aparece un jinete que va por un camino de Comala, eso es muy de Rulfo. Sin embargo, después comienza la biografía, una biografía literaria, de escritor a escritor. Yo quería descubrir los secretos de Rulfo, pero en el campo literario, porque Rulfo es un gran maestro de la literatura del siglo XX, fue el gran maestro de Gabriel García Márquez, que era otro genio. Rulfo leía mucho pero jamás hablaba de sus lecturas, no tuvo editores pero sí amigos que hicieron de editores que son algo importantísimo, que se está perdiendo, ese tema lo desarrollo en el libro”.

Se llama Nuria Amat: “A veces creo que no soy yo, yo creo que el fondo no tenemos nombre”. Nació en España, “de niña leía sin saber hacerlo, escribía sin conocer el abecedario”. Quedó huérfana en la niñez. “Yo no conocía a mi madre, así que ya nací algo extraña. Mi madre está en mis libros, no todos la ven”. Se licenció en Filosofía y Letras, se aventuró a viajar a Francia, su vida estaba en Europa pero una fuerza casi como la de los libros, el amor, quizás, la trajo a Latinoamérica, exactamente a Bahía Solano, un municipio del Chocó. “Yo nací dos veces, nací como todo el mundo y volví a nacer en la literatura cuando estuve en Colombia. Ese fue un viaje muy especial: Óscar Collazos, mi ex esposo, que me conocía, no me contó lo que me iba a pasar. Comíamos una vez al día, lo poco que podíamos comer, comíamos culebras y teníamos que caminar casi una hora por un buen trecho para poder hacerlo, la marea subía, bajaba, entonces también dependía de la marea si comíamos o no. Había detalles peores, allá llovía, llovía de verdad y se caían muchas avionetas, mucha gente moría”. La experiencia de Nuria está traspuesta en su libro Reina de América: “Yo iba por la tercera página y comienzan a aparecerme muchos personajes colombianos, personas que yo conocí y que no he olvidado sus rostros. Por ejemplo, yo me acuerdo que me hice amiga de una vecina a la cual el padre la violaba. Ella es un personaje, en la novela le hago un homenaje”.

Amat es una profunda admiradora de Emily Dickinson, y expone temas con la misma fuerza que la autora lo hacía.

Reina de América cuenta la historia de una joven que trabaja en una ONG y llega a Colombia y se enamora de un periodista mayor. Yo necesitaba para la historia que fuera mayor, el personaje tiene mucho de Óscar por ejemplo que fuma mucho, la novela tiene mucho de mí, los diálogos son de ambos; es decir, son conversaciones de las que yo me acordaba. Pero en la novela todo es mucho más serio, porque hay un conflicto y siempre que hay un conflicto hay tristeza. La joven se da cuenta de que su pareja es un perseguido, hay un enfrentamiento entre los paramilitares y las Farc. Ahora venimos a presentar este libro en la Feria Internacional del Libro. Es la tercera edición y es un regalo que me conceden la Universidad del Valle, once universidades que reeditan Reina de América, esto es muy importante para mí”. Dice Nuria, quien trajo en sus ojos la marea de Bahía Solano.

La violencia que retrata en Reina de América, y por la que obtuvo el Premio Ciudad de Barcelona 2002, la deja atrás y expone un poco más su alma a la hora de escribir poemas. “El lenguaje es el alma, eso lo sabemos todos”. Quizás por eso escribió Poemas impuros. Amat es una profunda admiradora de Emily Dickinson, y expone temas con la misma fuerza que la autora lo hacía, sin que en ningún verso se guarde, sin que en ninguno haya algo de timidez, todo está dicho, todo lo dice. “Cree que su casa es la escritora de sus penas, y el ladrillo lo usa de pluma, polvorienta, tiene la mano ensangrentada de tanto levantamiento de los muros, acaba de cegar una ventana con un firmamento negro como alcoba”.

Laura Carolina Cruz Soto
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