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Andrea Chapela:
“Me gusta escribir historias que funcionen como aparatos de relojería”

viernes 12 de noviembre de 2021
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Andrea Chapela
Andrea Chapela: “Lo que aprendí estudiando química configura mucho de cómo me aproximo a la escritura”.

Es posible afirmar que Andrea Chapela (Ciudad de México, 1990) es hija de nuestra generación. Empezó a escribir cuando tenía once años, en la onda de los fanfics. Fiel a nuestros tiempos, publicó sus primeros textos en Internet y de allí en adelante no hizo más que ascender. Es autora de la saga de fantasía Vâudïz, conformada por cuatro novelas: La heredera, El creador, El cuentista y El cuento. Estudió Química en la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam) y luego Escritura Creativa en la Universidad de Iowa, donde comenzó a escribir poesía. Desde 2017 es becaria del Ayuntamiento de Madrid en la Residencia de Estudiantes. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 2018, en el género de cuento, y el Premio Nacional de Ensayo Joven José Luis Martínez 2019. Este año la revista Granta la reconoció como una de las veinticinco mejores voces jóvenes de nuestra lengua. Además, ha publicado cuentos en Tierra AdentroEste PaísIowa Literaria y Samovar.

—¿Cuándo y cómo se despertó en ti la vocación literaria?

—Comencé a escribir desde pequeña como a los doce o trece años. Escribía fanfics (historias que los fans escriben) de Harry Potter que publicaba en foros en Internet. Escribí mi primera novela a los quince años. Ésta se convirtió en la primera parte de la tetralogía Vâudïz, una saga juvenil de fantasía, que publiqué entre 2008 y 2015. Para entonces ya estaba estudiando Escritura Creativa en Iowa bastante decidida a ser escritora; fue algo que, aunque comencé pronto, me tomó tiempo elegir.

Estudio los libros que llaman mi atención, que me dicen cosas específicas para entender cómo construir historias que generen ciertas emociones.

—Háblanos un poco de tu canon literario actual como lectora…

—Está cambiando mucho últimamente, creo que estoy justo buscando nuevas referencias. Algunos libros que me rondan la cabeza son La dimensión desconocida, de Nona Fernández; Human Acts, de Hang Kang, y The Friend, de Sigrid Nunez. Ursula K. Leguin, Ted Chiang, China Miéville y Susanna Clarke son algunas referencias en literatura especulativa. En español estoy leyendo muchas mujeres latinoamericanas y en otros idiomas me interesan mucho las literaturas coreana y japonesa, pero apenas estoy comenzando a darme un clavado en esos mundos.

—¿En qué medida lo que has leído ha afectado a lo que escribes?

—Afecta muchísimo. Me pasa que a veces leo un libro y me digo “quiero escribir algo que tenga este efecto, pero con este otro tema”. Estudio los libros que llaman mi atención, que me dicen cosas específicas para entender cómo construir historias que generen ciertas emociones. Cuando quiero tratar algún género nuevo, leo mucho en él, sobre todo para entender qué es lo que me gusta y me llama la atención, para intentar hacerlo mío.

—Has publicado una tetralogía de novelas y dos libros de cuentos, ¿piensas seguir creando en estos géneros?

—He publicado una tetralogía de novelas de fantasía, un libro de ensayos y dos libros de cuentos. Todos estos géneros me gustan y espero seguir explorándolos. Me gustaría volver a escribir juvenil sin duda y ahora mismo estoy trabajando con una fotógrafa en un libro que sigue la línea de mi libro de ensayos anterior. Me interesan también los límites y combinaciones de estos géneros. Novelas que tienden hacia el ensayo, ciencia ficción autoficcional, cuentos en claves poéticas. Creo que hay mucho que explorar allí.

—Te graduaste en química en la Unam, ¿cómo llevas esta profesión paralela al arte literario?

—En realidad, no ejerzo en mi profesión como química. Lo que aprendí estudiándola configura mucho de cómo me aproximo a la escritura, cómo planeo o desarrollo un proyecto. La ciencia también es un tema recurrente en mi obra tanto en el ensayo como en la ciencia ficción.

—¿Qué influencia ha tenido la fuerza cultural y literaria de México en tu obra?

—María Luisa Puga es una de mis mayores influencias en cuanto a literatura mexicana. Leí Pánico o peligro en la preparatoria y me cambió totalmente la manera en la que pensaba en la escritura. Algo parecido me pasó un poco antes con Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco. Ambos suceden en una Ciudad de México que ya no existe, se siente extraña al compararla con la ciudad de ahora, creo que algo de eso llama mi atención de esos libros. Además de esas y otras referencias más bien puntuales, siento que es hasta ahora, cuando regresé a vivir en México después de haber vivido en el extranjero, que estoy tratando de entender más qué hay en esa “fuerza cultural y literaria” que la hace mexicana. Es una pregunta abierta todavía.

—¿Crees que tu obra responde a una literatura comprometida ante los tiempos que vivimos o buscas una voz íntima?

—La obra cambia mucho. Al principio, con la serie de fantasía lo que me interesaba era contar una historia, después quería escribir mejor y todo lo que escribía consistía en ponerme retos. En ese período, la voz ha sido muy intimista. Quería entender cómo usar el yo, la vivencia personal para narrar. Creo que he aprendido, no todo, pero algunas herramientas de eso y ahora mis preguntas tienen que ver más con los tiempos que vivimos. O tal vez lo que sucede es que yo me estoy haciendo más preguntas que tienen que ver con cuestiones de ideas y no tanto cuestiones formales de la literatura. Como te decía, me siento en transición sobre lo que escribo; sé que quiero seguir escribiendo híbridos y literatura especulativa, pero estoy buscando dirección.

He descubierto la fuerza que pueden tener el cuento o el ensayo.

—¿Qué impacto tiene para ti el reconocimiento que ha hecho la revista Granta al considerarte una de las mejores voces jóvenes en lengua española?

—Me emociona mucho y me siento muy agradecida. Es una especie de voto de confianza, un encuentro de comunidad, y me ha hecho redoblar mis ganas de seguir en este camino. De alguna manera se siente como un disparo de salida, de aquí hay que seguir escribiendo, no detenerse. Ayuda para disipar el síndrome del impostor.

—En cuanto a las formas de tu narrativa, ¿tienes alguna predilección por alguna, sea por estructura, sea por otro aspecto, a la hora de escribir?

—Lo primero que escribí fue novela y de alguna manera es el género en el que me siento más cómoda, el que se me da más naturalmente, pero indagando en otros también he descubierto la fuerza que pueden tener el cuento o el ensayo. Soy muy estructurada en general, me gusta escribir historias que funcionen como aparatos de relojería; sin embargo, también noto que últimamente mis estructuras se van relajando. Antes me apoyaba mucho en ellas para escribir, ahora creo que tengo otras herramientas y que puedo tener estructuras más libres. Eso me emociona.

—¿Piensas publicar algo próximamente?

—Pronto saldrá un nuevo cuento mío de ciencia ficción. Además, está el libro que estoy haciendo con la fotógrafa Fabiola Menchelli para la colección de ESPAC que saldrá en noviembre de este año. En proyectos más largos y personales, he estado trabajando en una novela desde 2019, también de ciencia ficción, que espero que salga el próximo año.

José del Prado

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