Esta ciudad no está hecha para la conquista. Tampoco es un santuario dispuesto a las plegarias. Tiene cabeza dura, tosca, bruta, como la de aquel que apuñala oculto bajo una túnica que no se tiñe de rojo. Esta ciudad ya no ríe, aunque se hinche de carcajadas y aplausos en los actos oficiales. Sus festejos distan de la alegría simple, porque ahora la barbarie es su marca. Esta ciudad es una estampa en blanco y negro para quienes creen en la victoria de la bondad. Está llena de despropósitos y la errancia la cerca como a un templo de extraños augurios.
Fotografías tomadas en Caracas
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