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Prólogo a El muro abierto, de Jorge Campos

miércoles 7 de abril de 2021
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“El muro abierto”, de Jorge Campos
El muro abierto, de Jorge Campos (Casasola Editores, 2020).

El muro abierto
Jorge Campos
Microrrelatos
Casasola Editores
Brimfield, Massachusetts (Estados Unidos), 2020
ISBN: 978-1942369462
144 páginas

“Quemar libros y erigir fortificaciones es tarea común de los príncipes”, observaba Borges a partir de las obras del primer emperador de China, Shih Huang Ti. En su relato “La muralla y los libros”, recordaba que el gestor de la gran Muralla China fue también quien pretendió abolir el pasado, erigiendo el principio de la historia con él, al quemar los libros que atesoraban la ancestral sabiduría de su pueblo.

Resuena en la opinión de Borges el príncipe maquiavélico que intenta conservar el poder a través de medios que, ética aparte, opriman la capacidad de resistencia. Pero tanto las ideas de El príncipe como la historia de todas las murallas levantadas desde Shih Huang Ti nos hablan de dos aspectos que constituyen su realidad y que Borges las intuye.

Cada muro, teniendo en cuenta la escala, es la expresión de un símbolo claro de percepción de ciertas realidades como amenazas, manifestando en último sentido el temor de quien lo construye. Nunca han sido metáfora de fortaleza, sino al contrario de fragilidad. El primer emperador de China obsesionado con la inmortalidad buscó en la descomunal empresa de la Gran Muralla y la quema de libros detener la muerte, dado que “la corrupción no puede entrar en un orbe cerrado”.1

Hoy la ironía de los muros nos vuelve a recordar que, justamente en el conocimiento de su desgracia, se siguen levantando.

No obstante, y segundo, intentar contener las invasiones de los pueblos de las estepas del norte y desaparecer las ideas que pudieran subvertir su poder, fueron acciones “tan torpes como inútiles”.2 La Gran Muralla levantada y defendida con un coste de millones de vidas fue finalmente impotente cuando Kublai Kan penetró en 1271 la pétrea estrategia, fundando incluso la dinastía Yuan que duraría prácticamente un siglo. La historia de la ineficacia de la muralla se repetiría cuando los manchúes la atravesaron derrocando a la dinastía Ming en 1644. Si Shih Huang Ti pretendió inmortalizarse además con la quema de libros, estableciéndose como referente único en la memoria china, falló, pues la sabiduría de Lao Tse y Confucio han llegado hasta nosotros con mayor fuerza.

Temor e inutilidad serían entonces la significación última de un muro. Si preservar la vida era la intención de Shih Huang Ti con la construcción de la Gran Muralla, ésta se convirtió en el mayor cementerio del mundo. Si las mayores obras de ingeniería y despliegue militar apoyaban esta empresa, eran inútiles frente a la corrupción que alcanzó a los centinelas, que, expuestos al cansancio, el temor, la soledad y las inclemencias del tiempo, podían convertir la vigía de las torres en colaboración con los nómadas para que realizaran sus incursiones.

Hoy la ironía de los muros nos vuelve a recordar que, justamente en el conocimiento de su desgracia, se siguen levantando. Desde el muro de Cisjordania hasta las vallas en Melilla y Ceuta, se agrieta el temor y la inconsciencia de considerar a una parte de la humanidad como amenaza. Hoy los muros son promesa de campaña presidencial. Decisión de abandonarse en la esterilidad de los límites que, reclusos en su propia soledad, les lleva a considerar la libertad más un concepto que una realidad.

Y los muros no detienen su alcance en la arena de la política internacional. Cercados en nuestros hogares y en nuestras propias personas, ellos se instituyen al interior de cada uno como la verdadera sustancia de las cosas. Nos entendemos como ámbitos aparte, donde la línea divisoria entre la mente y el cuerpo pareciera muy clara, y como si la razón y las emociones fueran realidades en permanente contradicción. Nos hemos creado como seres parcelados.

Evidenciado aquello, es imposible no exponer su trascendencia para la propia vida humana. Amurallados contra nosotros mismos, los otros y la naturaleza en su conjunto, es la intención de Jorge Campos descubrir la herida por donde se agrietan las paredes y, como diría el místico sufí Rumi, permiten ver donde entra la luz.

En la lectura que hacemos de El muro abierto en una misma humanidad, todo lo que significa seguridad es también, en la otra cara de la moneda, humillación.

Desde su propia experiencia ha logrado sortear las vallas de su natal Nicaragua para mirar más allá de lo que la cerca le permite. Aparente extravagancia en un economista que se ha decidido por las letras. Expresión de consecuencia de quien ha podido ver la luz detrás del parapeto. Por eso El muro abierto surge en 2014 cuando se acrecienta el conflicto en Gaza y las imágenes que logran llegar hasta nosotros nos conducen al sufrimiento lejano haciéndonos sentir entre escombros. Pero no los simples vestigios de los edificios abatidos producto de la violencia, sino el sentimiento de encontrarnos entre las ruinas de la humanidad. Como desde tiempos de la gran Muralla China, en medio de fortificaciones mientras arremeten los bombardeos y la brutalidad, la prensa internacional no es capaz de mostrar la verdad.

Imágenes, una suma de imágenes constituye nuestra existencia y, recreando ese aspecto vital, Jorge Campos va descubriendo con cuadros paradójicos, inteligentes, llenos de ironía, humor negro y hasta sentido místico, la insensatez de los muros hoy existentes. De esta forma vamos evidenciando con él la necia pretensión de significación de la barrera para quien la construye, como para el que queda excluido. Para el primero constituiría un símbolo de defensa y poder; para el segundo la exclusión en el sometimiento. En la lectura que hacemos de El muro abierto en una misma humanidad, todo lo que significa seguridad es también, en la otra cara de la moneda, humillación. Por eso mismo, en cinco movimientos, estos pequeños relatos nos hablan de la vida de un muro pues, como diría Foucault, “donde hay poder hay resistencia al poder” y, por ende, retratan la misma libertad que nos permite decidir desde qué lado de su construcción miramos la valla divisoria.

Por esta razón este un libro para recorrerlo, tal como lo hicieron los ciudadanos berlineses frente al Muro de la Vergüenza en la noche del nueve de noviembre de 1989, martillo en mano.

 

Jorge Campos

Jorge Campos
Managua, Nicaragua, 1987

Escritor. Economista. Autor de Ruinas del árbol (Managua: 400 Elefantes, 2017) y El muro abierto (Casasola, 2021). Director y editor de Vórtice (2012-2015). Ha publicado en revistas electrónicas e impresas latinoamericanas como Revista Altazor (Chile), Círculo de Poesía (México), Carátula (Nicaragua), Hilo Azul (Nicaragua), Revista Ágrafos, La Prensa Literaria (Nicaragua), 400 Elefantes (Nicaragua), Álastor (Nicaragua), Letralia (Venezuela), Pórtico21 (Costa Rica), La Estantería (México), Resonancias Literarias (Francia), Θράκα Περιοδικό Εκδόσεις (Grecia) y Efory Atocha (Cuba), entre otras. Seleccionado para aparecer en antología del IV Concurso de Microrrelatos Eróticos (Ediciones de Letras, España, 2016), en la V Antología de Relatos Eróticos (Ediciones Con Talento, España, 2016), en Tierra breve: antología centroamericana de minificción (Índole Editores, El Salvador, 2017) y en Las huellas de las hormigas: muestra colectiva de minificción contemporánea nicaragüense (Parafernalia Ediciones Digitales, Nicaragua, 2020). Sus poemas han sido traducidos al italiano y griego.

Javier Muñoz Salas
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Notas

  1. Borges, Jorge Luis. “La muralla y los libros”. Texto publicado en el diario La Nación, de Argentina, el 22 de octubre de 1950.
  2. Ídem.
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