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Las “maldades” de Paula

sábado 28 de agosto de 2021
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“Maldades”, de Paula Winkler
Maldades, de Paula Winkler (Vinciguerra, 2021).

Maldades
Paula Winkler
Cuentos
Vinciguerra
Buenos Aires (Argentina), 2021
160 páginas

Un título así, Maldades, hace esperar atropellos sin cuento. Pero sus protagonistas no son, en definitiva, sino víctimas de una sociedad, de unas circunstancias, que obligan a la maldad. Los suyos son personajes predominantemente buenos, ingenuos, que caen en las trampas que el acontecer impone. Hay una remisión constante a la infancia, como lugar en el que la bondad era posible, y una incitación a obrar con cordura, y hay también una voluntad de estilo que hace de estos relatos un ejercicio brillantísimo de narrativa. La autora da entrada a muchas voces, a muchos acentos, especialmente los populares. Como porteña, hay un escenario predominante, una Buenas Aires horrible, con una clase alta, la del poder y la corrupción; una clase baja, hambrienta y humillada, y una clase media anodina y rutinaria. De ahí salen las víctimas y los victimarios, que a veces son uno mismo, porque también el poder se cobra sus víctimas entre los propios. Aunque para ellos no habrá la misma piedad que para los que nada tienen.

El tono realista, que incide siempre en las grandezas y miserias de la condición humana, porque nada se hurta en estos relatos, les dan su significación más acusada, como una muestra de la excelencia de una autora sin límites, de múltiples registros, que en medio de la podredumbre es capaz de incitar a lo más hermoso de la vida.

  1. “Dánica dorada, era para untar…”. La canción publicitaria de una margarina, muy popular en Argentina en los años 70, inspira este relato donde las langostas —una plaga veraniega— y la imaginación vengativa de su pequeña protagonista justifican su inclusión en un libro titulado Maldades. Las niñas de este relato saltan a la comba, como en el vídeo publicitario de la popular margarina, lo que acentúa aún más la inspiración del cuento. Maldad es que una niña no quiera a la maestra ni a su madre y edípico que quiera un día casarse con un hombre igual a su padre, al que adora. Porque su madre le riñe, y su padre le da todos sus caprichos. La voz infantil del relato nos adentra con realismo en sus incidencias y nos acerca a su posible maldad sin revelarla del todo. Sutilezas de autor para construir su mundo tal vez solo onírico. La infancia, ese misterio.
  2. “Buenas, Olegario”. El submundo delictivo de Rosario, primero, y Buenos Aires, después. Con el narcotráfico como humus criminal que envuelve a los personajes. El mundo familiar —los padres— y la infancia y la amistad que se prolongan con el Olegario y el Alberto, el Al —el narrador-protagonista, un “narco” rosarino, que intenta vencer a su destino. Aunque el verdadero protagonista de este extenso relato —una nouvelle, una novela corta— es el lenguaje, del que la autora nos advierte en una nota: un idiolecto, que “difiere del canon de nuestra lengua e incluso del habla de algunos personajes análogos del conurbano. Existen modismos, anglicismos, palabras propias de quienes hablan como el Olegario, el Alberto, el Al…” (El Alberto, el Al, a medio relato conocemos el nombre de nuestro narrador). Las andanzas del narrador se suceden sin tregua, en un ejercicio narrativo que impresiona por la veracidad con que se traduce a ese idiolecto, aunque a veces no alcancemos del todo el sentido de algunos de esos neovocablos. Pero la autora no tiene piedad con el lector, y nos lleva con su impulso a seguir el rastro de esos seres que parecen vivir permanentemente en el filo de la navaja. Alberto-Al busca vengarse de Olegario, el viejo amigo —que mató a sus padres. Y va a Buenos Aires, lo encuentra…
  3. “Un piano y algunas plantas”. La señora que tocaba muy bien el piano, y se quería a sí misma y a su arte por encima de todas las cosas y personas, envejece, empieza a cambiar sus partituras clásicas por otras más populares y menos complicadas, pero no deja de despreciar al mundo vulgar que la rodea. Es internada en un asilo católico, aunque ella nunca creyó sino en sí misma, y aparentemente se va adaptando a los usos de su residencia. Una de las hermanas es aficionada a las plantas, que cuida en su invernadero, y nuestra pianista se convierte en una furibunda jardinera. Pero el jardín será el objetivo de su venganza, de su inmarchitable rencor con el mundo y sus gentes. Una maldad que no hará mella en sus ofendidos. Porque hay jardines que están más allá de este mundo. Un relato sutil, de frustrada maldad. Malvada sutileza de la autora.
  4. “La guerra de las morcillas”. Dedicado a la “poesía universal”, que intuyo con cierta sorna, la autora nos trae al coleto nada menos que a Rabelais, que parece simplemente invitar a comer a una cortesana. Pero en su caletre, más que una satisfacción meramente física, pudiera intuirse un experimento, una confirmación de algún poema o escrito que ya estuviera proyectado. Someter a la cortesana a una comida excesiva para confirmar una sátira es maldad en verdad retorcida. ¿Tiene esto algo que ver con esa dedicatoria a la “poesía universal”? Hay mucha maldad encubierta en este relato, si es que hemos llegado a interpretarlo bien, pero de esta “guerra” no sale bien parado ni Rabelais.
  5. “Espejos”. “A la pasión, esa indefinible forma de amor”, dedica la autora este corto texto. Hombre y mujer hechos uno en el enlace amoroso, reflejados el uno en el otro como en un espejo, convertidos en gemelos de alma y cuerpo. Sublimación de lo erótico. No hay maldad sino pasión. Aunque se transgredan todas las reglas de la sensatez…
  6. “Otro sí digo”. Extensa carta de clemencia a un juez de un reo que cometió una muerte accidental. En sustancia, una acerada crítica a la política en minúsculas, a los que la dirigen y convierten a sus militantes en meros servidores de sus intereses particulares. El militante protagonista cree en la ética, en la Constitución, en la ley, y se deja engañar por quienes aparentan defender esos valores, pero que los utilizan en su beneficio. Es un ingenuo. De nuevo el lenguaje resplandece en toda su riqueza. La maldad de esa política, también.
  7. “Buenos chicos”. La autora dedica este desolador relato a Irmela, “mi primera maestra”, y una maestra es la protagonista. De nuevo un personaje ingenuo en su bondad, en la pretensión de creer que el mundo está bien hecho. Pero todo son escollos en su mundo docente, profesores, alumnos, padres, reglamentos… Sólo el recuerdo de la infancia salva a esta mujer solitaria, no por voluntad propia sino por amor de las circunstancias, y por esa vocación indeclinable por enseñar a los demás, tal vez incitada por el sello que le marcaron sus buenos padres o maestros como Irmela. Sus rutinas aceptadas le llevan a esperar el nuevo día con la ilusión de conseguir que hasta su alumna más odiosa encuentre un camino distinto. Al final, todos son “buenos chicos”, como el sol sale todos los días aunque los haya nublos.
  8. “La costurera”. Un sueño; mejor, una pesadilla. Nuestra pareja protagonista se dirige a Bahía Blanca con la intención de adquirir una finca, un campito. Pero la desolación del campo los aterra. Ellos, urbanitos porteños, empiezan a pensar que la vida en el campo es el vacío, la muerte. Cuando conocen a quienes han de venderles la finca ya han decidido no comprar nada. Pero el conocimiento de aquella pareja vendedora —ella es la costurera, o quizá algo más— los pondrá en una situación extrema, insoportable. Lograrán marcharse, huir, pero descubrirán a su llegada a Buenos Aires… que el terror estaba en sus mentes. La dedicación del cuento a “las mujeres de la limpieza” no puede ser sino una ironía.
  9. “Crimen perfecto”. La autora no deja títere con cabeza. Contra el mundo judicial, contra el periodismo, contra los políticos, contra la sociedad argentina. Se permite frases como “Los argentinos parecemos sofisticados porque ocultamos nuestra propia basura”. Y de esa basura se puebla este extenso relato en el que un viejo periodista —de vuelta de mil batallas, decepcionado de su mundo profesional, pero aún deseoso de saber— es encargado de descubrir un crimen. Se adivina en la autora no sólo su conocimiento de la vida judicial —como abogada que es—, sino asimismo su devoción por la novela negra norteamericana, con Hammett como inspiración. Un Hammett trasladado al mundo porteño. Un elemento novedoso del relato es la introducción del comercio de órganos humanos, que incluye al respecto una nota: “Este cuento fue escrito antes de la ley nacional de órganos vigente”. Radiografía de los centros de poder y de la corrupción generalizada de un país al que la autora retrata en sus aspectos más sórdidos, como viene siendo habitual en estos relatos, de crítica sin piedad y sin rebozos. El crimen no es perfecto, pero ninguna sordidez será castigada.
  10. “José Alrevés y sus polillas”. El apellido del protagonista de algún modo condicionó su vida. Y ya viudo, y sin compromiso ninguno, opta por criar polillas. Tal vez por la dedicatoria a sus “nietos de invierno” (Filip y Lukas), este es un relato de ninguna truculencia. Pero no faltarán víctimas cuando al polillero le llegue su última hora. Maldad post mortem.
  11. “El sí de las niñas”. No sabría decir si estamos ante un “cuento ejemplar”, al modo clásico, porque la metamorfosis de la cotilla patológica a una esposa conformada a las normas sociales así parece confirmarlo. La dedicatoria “A los que no se resignan” parece apuntar a una transformación verdadera, lo que en esta colección de relatos malvados resulta algo sorprendente. La autora juega con nosotros, sus lectores.
  12. “Prohibido morir”. La pandemia y la pospandemia. Y un profesor empeñado en hablar de Sartre y el existencialismo a sus alumnos. Críticas al estamento universitario, y a todo lo que cae a mano, pero, sobre todo, un sueño apocalíptico, y un salto espacio-temporal sólo ligado por la referencia a Sartre. ¿La pandemia ha concluido o sólo es una ilusión? Esos alumnos robotizados que aplauden la lección sartriana del profesor ¿forman o no parte del sueño? La maldad, en todo caso, hay que adjudicársela a la autora.
  13. “Cartas nunca enviadas”. Relato epistolar entre Ángela y Hans, tía y sobrino. Ángela en Buenos Aires, Hans en un Berlín en plena guerra y en una terrible persecución contra los judíos. Hans es judío, y Ángela y los suyos intentan sacarlo de aquel infierno. Un colofón, un telegrama que recibe Ángela, pondrá fin al intento: “Hans muerto. Tiroteo y asalto de la SS. El padre a salvo. Nuestra causa continúa. Viva el camarada. NN”. La tragedia alemana expuesta con toda crudeza en unas breves epístolas.
  14. “Sin eco”. Microrrelato donde se versiona la leyenda mitológica de Narciso y Eco. El deseo —“ven a mí, ven a mí”— y la realidad —“el rostro gélido y la mirada ausente de Narciso”. Saber distinguir las voces de los ecos.
  15. “El mundo sobre ruedas”. Un título irónico, porque este mundo sobre ruedas no es el mundo fácil sino el de quien ha de transitar en una silla de inválido. La protagonista —que a todo el mundo ve desde abajo— desea a un gigante, el Lungo, y está dispuesta a conseguirlo. El lector desea que su vida miserable alcance esta conquista. Sólo hay maldad en quienes ignoran a los que miran desde abajo.

Termina aquí la colección de relatos bajo el título de Maldades. La autora hace una segunda parte, o un nuevo título, denominado Bonus Track, compuesto de otros cinco textos.

  1. “El camión de la basura”. La pandemia obliga a reflexionar, o debería. La autora lo hace sobre el escenario de un Buenos Aires “violento y desconcertado”. Un camión (track) recoge de noche la basura, el detritus de una ciudad que sigue rigiéndose por sus hábitos más despreciables y rutinarios. Y siempre el anhelo de la felicidad, pese a todo y todos. El camión de la basura saldrá cada noche, porque “somos buenos y simbólicos”.
  2. “La aburrida práctica del triángulo”. ¿Un canto a la rutina, o un epitafio? El triángulo amoroso puesto en solfa. Hermosa la dedicatoria: “A las mujeres valientes, a los hombres buenos”.
  3. “El incómodo Ferenczi”. Internado en un manicomio. “Vidas tan sólo, enfermedades, fatuo conocimiento, narcisismos, brutos prejuicios…”. Dedicado a “los que se creen sabios”.
  4. Give me a break!”. En el marco de la pandemia, la protagonista piensa y no existe. Todo a su alrededor le repugna, y aún así canturrea como un mantra el “me quiero casar”. Necesita un reposo, un descanso, que no llega. Otra feroz crítica social. Un relato dedicado a Anita, ¿quién será esta Anita?
  5. “Sobre el amo”. Para finalizar, un poema. Un atroz vómito contra el poder, los poderosos. Dedicado, obviamente, a los esclavos.

Maldades/Bonus Track es una cruda inmersión en los abismos del ser humano, con sus miserias y milagrosas grandezas.

Juan Domínguez Lasierra
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