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Las chicas no lloran, un canto imperecedero y secreto en la poética de Norys Saavedra

miércoles 16 de febrero de 2022
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“Las chicas no lloran”, de Norys Saavedra
Las chicas no lloran, de Norys Saavedra (LP5, 2021).

Las chicas no lloran
Norys Saavedra
Poesía
LP5 Editora
Santiago de Chile, 2021
59 páginas

En Las chicas no lloran, libro de la poeta venezolana Norys Saavedra, publicado por la editorial LP5, encontramos una voz que rememora un pasado que duerme en el alma y habla desde la singularidad hacia el grupo, el colectivo, hacia la femineidad que celebra su existencia a través del tiempo.

Nos presenta una mujer que no se amilana ante furias ni combates en puertas; al contrario, pisa firme y enfrenta el conflicto de la existencia, pero no desde la furia insensata, sino desde la condición humana en que se reconoce la fragilidad y una sensibilidad profunda que tiende la mano a quienes, heridos, blanden el deseo de vivir.

Lo femenino se presenta en forma de arrojo y curiosa temeridad ante lo desconocido y lo infinito. Lo propio y lo externo, en vez de apabullar, se convierte en una invitación a continuar el viaje exploratorio hacia lo incierto de la existencia.

La mirada de Saavedra es atenta, afilada, sin ser inquisidora; es la mirada que reconoce el mundo que le rodea y da paso a sus palabras, a su opinión en estado primigenio, en procura de un eco; una mirada afín y cómplice, mientras la vida se reconoce indefensa ante ellas y se deja seducir, reconociendo el deseo de alimentar su cuerpo y su alma.

En su poesía la memoria tiene un lugar fundamental: el asir las tradiciones y enseñanzas inherentes a su condición de mujer fuerte y libre hacen que las palabras y el sentir emerjan como una estructura lingüística confiada, firme y potente, pero no como el resultado de una educación impuesta, sino como un saber ancestral que fortalece la existencia, hilvanando historias aprehendidas y vividas en primera persona.

La existencia se afirma en su correlación inquebrantable con la naturaleza, donde el yo es parte de su entorno, parte de un cosmos, de un todo, en que cada elemento es siendo, afirmando su existir en el horizonte que le vio nacer, reconociéndose en su identidad geocultural, pero sin restar universalidad a su visión. Saavedra se afirma como un elemento más de su paisaje, estableciendo una relación afectiva y filial con aquello que la circunda:

Carla que paría sus hijos de cuclillas en su casa
Se veía raposa en su noche sobre los Montes
fluidos de leche andan encantados con ella
y por su cuerpo nadan agaves que la aman
ondulante el agua en su cabeza (en tinajas)
diademas de cuarzos y espinas sostiene
(espinas clavadas en su memoria le dieron el olvido del llanto)
Antes las espinas no la herían ni ella sangraba
la espina era su hermana y andaba de la mano con sus amores de espinas
Sus matojos van y vienen pensando:
…..(el oído duele cuando creces con el sonido haciendo eco)

Otro elemento que sutilmente se lanza hacia nuestros ojos es la relación íntima entre lo onírico y lo palpable, lo deseado y lo poseído, como una ensoñación, como amable duermevela que acaricia.

En la poética de Saavedra hay arraigo, pero no apego; las distintas voces que relatan aman su terruño pero no niegan la posibilidad de partir.

Las chicas que viven en este libro son nobles, no por ser herederas de una rancia y viciada aristocracia, sino porque su presencia destaca armoniosamente, con mirada serena y voz profunda, en procura de la convivencia, coexistencia, reafirmando su existir abrazadas a la nobleza de sus almas, nacida en su interior, como un jardín, un oasis.

En Las chicas no lloran, lo desértico no es equivalente a infértil; al contrario, son espacios donde el amor se gesta, dando calidez y vida:

Tuve tías Matrioskas como venidas de Siberia
convertidas en hielo
conservadas en un iceberg
porque sin duda Siberia también es un desierto árido
Una de ellas que subía a las nubes Y reía como un cobre
tumbaba corazones como mangos
para cada corazón una botellita de cristal
maceradas con ají picante

En la poética de Saavedra hay arraigo, pero no apego; las distintas voces que relatan aman su terruño pero no niegan la posibilidad de partir, del viaje, lejos, a lo incierto, con la confianza que da lo aprendido de quienes nos dejaron sus huellas. Sus muñecas son inagotable fuente de vida y de hechos inauditos, maravillosos; guardan hechos, memorias y sabiduría, donde el pasado y el presente cohabitan en un flujo de tiempo absoluto, en el que se encuentran todas las respuestas, si sabemos escucharlas.

Se han encontrado gusanos de luz dentro de sus cuerpos
y bolitas de cristal con mensajes dentro

Ellas aparecen en la selva amazónica
y cuando las abren consiguen diamantes brutos
bachacos y pepitas de oro
en sus estómagos se encuentran desde fósiles hasta tesoros

También, vemos cómo distintos arquetipos y motivos van de la mano en el mencionado tiempo absoluto, de forma natural, cotidiana, y vemos cómo la poeta juega con sus personajes sin artilugios rocambolescos, cuando podemos imaginar desde nuestra contemporaneidad a las tías que nos menciona, convertidas en una altiva e insumisa Penélope (que no sólo teje y desteje, sino que se atreve y decide cuándo cortar los hilos), saliendo de una película de los años 50 para habitar “en el espacio / como astronautas / de ojos verdes / ellas coleccionando hombres lobos / en imágenes que viajan a la velocidad de la luz / y caían en la tierra como meteoritos”.

Estas Chicas tienen conciencia de su fuerza, de su potencia, de su decisión irreductible de ser quienes son, y en ellas habla la memoria y el recuerdo de tiempos ya idos que habitan los espacios de la vieja casona familiar de generaciones pasadas, relatados sobre el puente de la palabra, develándose en la confianza que se cultiva y fortalece en el nexo afectivo-filial entre mujeres que desde su sempiterna mirada dibujan los caminos y sus formas.

 

Las mujeres que, libres, se pasean en este segundo momento del libro, no se avergüenzan de su naturaleza.

II

En el segundo momento de Las chicas no lloran, nos encontramos con un estilo, una forma, una voz menos onírica, más humana y terrenal; aquí lo femenino se manifiesta en physis, en seres con atributos y sustancia propia, inalienable e inherente a ellos, en los que lo espiritual presenta una corporeidad firme, fuerte. Son voces que emprenden acciones terrenas y mortales, con un aspecto espiritual pagano desde donde reivindica su individualidad y libertad:

rezan a la Venus de Milo, Afrodita
o la Maja desnuda
todas pintan su propio lienzo
de las primeras diosas
que se desvían al desvío
de los Dioses
Diosas —O diosas

Dioses
con corazón de cerdo
arrastrando su dolor como abrigo de visón blanco
frente a la ventana
con ojos tuertos

Las mujeres que, libres, se pasean en este segundo momento del libro, no se avergüenzan de su naturaleza, sino que sienten cómo su pecho se inflama orgulloso de su condición de mujer, de su corporeidad, que se impone impetuosamente ante lo viejo, lo gastado, lo seco:

Pero una guerra empieza
cuando escribes con la menstruación
en los ojos

(…)
en que la sangre… y la hoja
son el combustible del fuego

y el fuego arde con los objetos secos

La Voz poética es una voz valiente que, así como celebra su fortaleza y sus triunfos, también reconoce su falibilidad, pero no como un lastre, sino como un viento a favor que ofrece la oportunidad de corregir el rumbo a puerto seguro, con la certeza que la determinación obsequia a las valientes. Lo femenino, en la poética de Norys, no necesita demostrar nada, porque su existencia se afirma en la mirada y en sus actos. Es la voz que sangra para regenerar y se convierte en fuente de vida, en caso que lo desee.

 

En Pies de loto, Saavedra nos revela momentos de hedonismo, donde su confianza le permite al yo poético entregarse sin medias tintas.

III

En este tercer momento nos encontramos con una voz que ha soltado todas las amarras y ha trascendido el espacio. Ha volado sin temor alguno a un momento indeterminado y eterno, más segura que nunca.

Al avanzar en la lectura de Pies de loto se evidencia que, en este caso, no seremos quienes descubriremos el texto, será éste quien dicte su tiempo, se nos develará despacio, seduciéndonos. Demostrando que lo aprendido y sus experiencias le han convertido en un ser que ya no precisa certezas ajenas, ni suelos firmes, porque es en su levitar y en su atemporalidad donde yace su fuerza, la cual le permite librarse de ataduras y tradiciones impuestas, ajenas a su ser.

En Pies de loto, Saavedra nos revela momentos de hedonismo, donde su confianza le permite al yo poético entregarse sin medias tintas, decidiendo la intensidad que está dispuesta a desplegar en esos momentos en los que no sólo disfruta sino que muestra e invita a participar de este sentir, nos convida a probar, a atrevernos a gozar de lo que hemos denominado libre albedrío.

 

IV

En el cuarto momento de Las chicas no lloran quien nos habla parece reconocer y aceptar que su libertad ha tenido un costo elevado, pero que con gusto pagaría una y mil veces, ya que es en las experiencias vividas desde esa libertad que ha logrado ser quien es; sin arrepentimiento y sin arrogancia; es sólo el proceso natural de asumir quien se desea ser. Aquí apreciamos un alto nivel de introspección, retraerse en sí misma, ir a su refugio interior y hacer inventario de lo vivido. Se reconoce humana, capaz de expandir su esencia femenina, en lo espiritual y en lo orgánico, y trascender límites impuestos por entes ajenos, así como se acepta un ser capaz de fallar en determinados instantes, asumiendo esta condición estoicamente.

Acercarnos a la poesía de Norys Saavedra y a su libro Las chicas no lloran nos llevará a lugares internos que algunas veces olvidamos bajo una pátina de olvido, que se acentúa mientras no escuchemos las filiales voces de épocas pasadas con su sabiduría humana y natural, a la vez que decidimos aceptar, temerariamente algunas veces, la potencia de nuestro libre albedrío ante el presente.

Darwin Silva Torres
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