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Seis poemas de Demian Ernesto Pavón Hernández

martes 6 de junio de 2017
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A una rosa (homenaje a Yeats)

Sero te amavi, Pulchritudo tam antiqua et tam nova! Sero te amavi.
San Agustín

Y el poema se alimenta de
tu insondable belleza.
Hiriente rosa de la noche.
El amor, dulce tumba.

A una rosa le entrego este
secreto lleno de miedo.
El mensaje de los ángeles
que se ha vuelto polvo.

Dedico el eco de mi nombre
para un amargo cariño.
Una rosa bebe de la noche
y mi muerte es olvido.

 

Anacreónticas/Palimpsestos

I

El despecho de mis amantes me asesinó
tantas veces que he perdido la cuenta.

Sé amar porque he sabido ser sanguinario.

Nada más dulce que vengarse del futuro.
Con el choque, naturalmente, de sexos.

La infidelidad comienza por la imaginación
y termina con el engaño a nosotros mismos.

 

II

Si me dejas, ya no seré llanto sino sed.
[…]
Llevo así años o desde ayer, lo olvidé.

 

III

A todas ellas se culpe de mi vida.
Mujeres…
A una, nunca se le culpe, de nada.

 

IV

Bebo porque el ginebra es más benévolo
que las promesas.

Despierto en extrañas latitudes
Prost! […]

Raymond Carver murió ahogado en su vómito.
Yo muero ahogado en ilusiones.

 

V

Y ahora, ebrio, busco un nombre borrar
de la duela enmohecida con pensamientos.

 

VI

El suelo me lastima, he caído de nuevo
y besé la tierra pensándote muerta.

Nunca fumigamos los demonios…

 

Fabiola

1. loc. adj. Ideal, fantástico, maravilloso.

Podría soñar con la mujer ideal y sería falsa, respecto a ti.
Tu figura que emerge mortal en las cascadas divinas.
Ángel de la nada, creación sin escrúpulos.
Las flores están muriendo a millones.
Por verte, por soñarte.
Ojos maravilla.
Ensueño.
Sal.

 

Empédocles

Y me hundo en mi memoria
para encontrarme
encontrándome un abismo…
donde llamas se precipitan.
Es hora del destierro
culminado en muerte digna.
Hablarán de mí los siglos.
No la fama sin talento.

 

Veneración de una herida francesa

I

Si el primer amor
no es el último amor.
Ninguno lo es.

 

II

Tu mirada alimentando al poema con su ausencia.
Tu mirada en el nacimiento de mi pena
y tu mirada en su muerte.
Tu mirada entreabierta sobre mi cabeza
cuando hurga mi lengua entre tus muslos.
Tu mirada que encontróse con infinitos
imponderables y crueles.
Tu mirada regularmente callada
cuando digo sin palabras que te amo.
Tu mirada de ángel extraviado en el abismo.
Tu mirada en el parto de un cariño.
Tu mirada guardiana resguardándome de la muerte
cuando el olvido se esparce como plaga.
Tu mirada miel dulce y clara, acaso
lo único seguro en la felonía del mundo.
Tu mirada que también es falsa:
similar a la promesa de la belleza eterna.
Tu mirada que me ha vuelto fidelidad estantigua.
Tu mirada que vuelve más frío el invierno
y más cálido el tiempo de recuerdos.
Tu mirada que se pierde en el castillo para confortar
las almas de nosotros los condenados.
Tu mirada que escribe poemas con la inocencia
que se extingue en los días junto al alba.
Tu mirada que no me ofrece nada
y que así, finalmente, me devuelve la presencia.

 

III

Lo que más daña al cuerpo es el alma.
Estipuló la princesa mientras
hundía la navaja en sus venas invaluables.

Lo que más daña al cuerpo es el alma.
Dijo la princesa mientras
un miembro grotesco penetraba su tristeza.

Lo que más daña al cuerpo es el alma.
Gritó la princesa, sonriente, mientras
la mezcla del aguijón se adentró en su abismo.

Lo que más daña al cuerpo es el alma.
Susurró la princesa mientras
mis brazos convulsos suplicaban su cariño.

 

IV

He fumado el veneno de la araña
mientras te escribo el poema
que sin saberlo te acompaña
cuando te sientas sola
………….cuando te sientas nada.

 

Cioran

Nunca estuve preparado
para crecer
envejecer
o morir
ni para la vida.

Demian Ernesto Pavón Hernández
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