De la serie Poesía joven de Venezuela
Con selección de Gabriela Rosas
Grito sesgado
alas dolientes
la caída de un pájaro al vuelo
y todos los árboles se conmueven
ahora sé que la tierra es la tierra.
Despertar súbito
fuga de los pájaros
sobresalto
mirar por la ventana
El colibrí de pecho azul
insiste tercamente
con las flores de plástico
en el balcón
Su pico hurga el sexo
de los fríos tulipanes
buscando gotas de néctar
Entendí que los pájaros
nunca volverán
por la madrugada
el poema no es más que una lista de mercado:
1
Buscar en los anaqueles vacíos
el eco del batir de alas.
2
Frutas cortadas
con olor propio
por si regresan.
3
La nevera
aún guarda algunos huesos.
4
Con la noche
las velas van quedando pegadas
de los platos y los candelabros
Se funden.
5
Comprarle baterías a los falsos cocuyos
que alumbran la noche urbana.
6
La letra está muerta
ya no vuela.
7
Dejar flores en el balcón
Aunque los colibríes no vuelvan.
Callo por los pájaros que han muerto
no los llamo
despierto y están allí
picoteando entre chillidos molestos
No los asesino
tampoco los alimento
¿Por qué no los dejas salir y ya?
—ella pregunta—
Ojalá sólo se tratara
de abrir las ventanas.
Sólo se habla de juicios militares
así son las dictaduras
respondo para evitar indagaciones
En estos días converso poco
como poco
duermo poco
Un hombre sabe de victorias
cuando aprende a disimular sus ansiedades
las conoce
las domina
les habla de frente
(como iguales)
Mañana es martes y la espero
se impone lo urgente las ganas
quizás estoy pidiendo demasiado.
He vuelto a tomar aquel poema de Mariano Peyrou
“Después de la felicidad no hay nada”
¿fui feliz alguna vez?
Si es así, entonces está bien
No queda nada más en el espacio medianamente iluminado
una sala amplia y ventilada
las plantas de cactus que nunca llegaron
el viaje pendiente
la cuota que mis ansiedades me permiten dormir
una hora y cincuenta minutos
la costumbre de contar el tiempo
Ha pasado poco
Un mes y aún hay cosas en la mochila
—nunca termino de desempacar—
justo cuando empezaba a sentirme en casa.
Algunas flores marchitan rápido
también pasa con los frutos
lo noté desde niño mirando cada día un puesto de verduras
Desde entonces creo en la naturaleza cambiante
la senescencia obligatoria de lo vivo
La euforia también pasa
no se puede vivir bajo un estado de alerta perenne
¿Qué queda luego?
La nubosa calma de cuerpos fatigados
acaso un estado de mediana serenidad
Puede entonces ser opuesto
las faltas siempre vigilantes
y aquel dolor pujante
entre la piel y los huesos
Este último lo conozco bien.
- Poemas de Guillermo Flórez Montero - viernes 20 de octubre de 2017