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Días blancos, de Paula Urdaneta
(selección)

lunes 11 de junio de 2018
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Día #10

Abre los ojos amor
mírame.
Desperté a tu lado con el hambre entre los pechos.
Soy la mirada penetrante del retrato
soy la sonrisa congelada del momento
soy la extranjera que se va y no regresa.
Mírame
busca tu boca mi hambre y la devora,
mi hambre suave que suda en el calor
de tu hambre endurecida.
Soy el deseo que llora humedecido
soy el sollozo que se expande en la ausencia
soy el camino que se marcha
olvidado
oscurecido
muerto.
Mírame amor
que esta hambre me penetra
me carcome cada día
despedaza mi carne en la mordida feroz
Ya no soy más que la brecha sangrienta
Ya no soy más que el canal que separa nuestras tierras
Ya no soy más que el lago putrefacto.
Mírame amor
mírame
desperté hoy con el hambre
desperté hoy hambrienta
desperté y ya no estoy a tu lado.

 

Día #30

Para Anna Casagrande

Tengo los brazos partidos
tú no entiendes que el aire entre ellos es pesado.

Aire que me comprime contra la tierra infértil
aire que revienta las aves de la ventana
aire de la partida indefinida.

Puedo ver cómo ese espacio que nos rodea
ese espacio vacío
se va quedando más vacío
y nos pesa la vida a cada paso.

Puedo verlo, ese vuelo que no eleva
es el aire que me comprime
te comprime
la comprime a ella
nos comprime a todos.
Todos
ahogados.

La respiración se vuelve agua.

Puedo ver cómo se la lleva por las líneas más finas

Está acostada, no se le permite levantarse.
Soñé que no dormía
que el aire lentamente la entendió.

Hoy desperté con el aire más pesado que nunca
con los cielos más separados que nunca
con la tierra siendo menos tierra y más carne
tú no entiendes que esa carne
mi carne
tu carne
la tierra:
el aire la hunde.

Y al igual que ella me quiebro en las líneas más finas.

Tú no entiendes que aunque posees esta carne
ella ya sueña con la tierra
y duerme.

 

Día # 108

Me has convertido en un ser que se arrastra
desliza su cuerpo entre sábanas al piso
cae lento.

Puedo verlo.

Ese ser que se transmuta durante el día
pasea entre cuartos vacíos
roza las uñas por las blancas paredes
rasga la pintura de los muros.

Mírame.

Clava tus pupilas en mi rostro
acalla los gritos de mis párpados.

Mírame.

Ese ser que se contorsiona,
camina con las manos
barriendo los pisos con los cabellos
recolectando la arena que han dejado tus pasos.

Encojo el torso de cara a las rodillas
escondo mi rostro de tu mirada
mi mirada.

Sé que puedes verme.

Yo puedo verme.
Te tengo entre mis manos
hinco mis dedos en la piel de tus mejillas.

Soy ese ser que se ahoga
me has convertido en ese ser que se ahoga
me he convertido en ese ser que se ahoga.

No quieres verlo
no quiero verlo
el aire va dejando estos labios.

Soy ese ser que se arrastra
quiebro este pecho
rasgando un camino por mi garganta.

Respirando.

 

Día #143

Nos volvimos nostalgia.

No añoro
el lago putrefacto
la sangre manchada de petróleo.

Anhelo el olor a rosas de la cama de mi abuela.

No añoro
el asfalto de azúcar
los pies rasgados sobre la tierra infértil.

Anhelo el girar en esquinas conocidas.

Nos volvimos despedidas.

Brazos que se me aferran con fuerza
susurros de memorias extraviadas
angustia que recorre las mejillas.

Personas idas.

No.

No te añoro, patria
tu recuerdo persiste cuando pienso en la espera.
No te añoro
es mi deseo borrar el rastro que dejaste en mi piel
la arena que cubre nuestras ropas.

Anhelo escuchar el llamado de mi madre.

Nos volvieron recuerdos.

Fragmentos enterrados en maletas
miradas que te hablan de distancia
caricias que se van a la deriva

Ida.

Ya no soy parte del sol
que quema inclemente las cabezas
tampoco pertenezco a la lluvia
que cae enfurecida cada día.

Soy la discordancia que caminan nuestros pasos
soy los fragmentos de muchos seres que han marchado.
Soy
esa ausencia
que nos han vuelto.

 

Día #188

Tengo los labios de mi madre
dos líneas: una un poco más gruesa que la otra
una peca en la comisura.
No paran de moverse
caóticos
se deslizan entre los dientes
tiemblan
entre palabras y gritos.
Los ojos son los de mi abuela
destellos dorados
cafés de mañana
verdes a la luz del sol.
No miran
han caído
ruedan por los caminos de barro
cuencas oscuras quedan.

La piel es del lado de mi padre
—nunca hablo de mi padre—
kilómetros pálidos de pecas y cicatrices.
Puedes ver las venas
surcando caminos bajo ellas
llenas de oscuro petróleo.

Vine como el espejo de su mortalidad
juventud que se despoja en otra vida.
Soy la hija de mi madre
vine de la laceración de su carne
donde la sonrisa de su cuerpo se rompió
donde los brazos de mi abuela
se encuentran con la piel perdida.

Vengo acá
para ser otra mujer.
Nacer entre las calles
desde ese calor
que traspasa nuestras pieles.
Vine a plantarme de frente a la gente
a arrastrar las manos por este rostro
a quitarme la ropa y gritar
“Soy la hija de mi madre”.

Paula Urdaneta
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