Días finales en la ciudad sitiada rodeados de doncellas
Unas aves describen círculos sobre nuestras cabezas
(parecen de rapiña).
El fin se acerca
y los poetas miran hacia la otra parte de la isla.
Hemos sido abandonados por nuestros semejantes
(ahora es que lo notamos),
los otros ciegos que no quieren creer
en los lugares donde el amor asombra,
donde lo absoluto se alarga en la ventana
y no se enciende una luz para mirar lo que fuera la última mentira.
Nuestro barro sigue siendo nuestro barro
a pesar de los adornos que sostienen la mirada repetida.
Basta para nosotros otro poco
de la cierta incertidumbre,
de la virtual realidad que insiste con el frasco de veneno,
de la mentira que se replica como muchas verdades
para hacernos sentir seguros.
La rebelión será en el valle
y nosotros en corceles de madera
ofreceremos el pecho para rescatar el arca.
Las doncellas seguirán
definitivamente perdonadoras debajo del árbol
(aunque la ciudad esté sitiada)
mientras que los oscuros de alma sólo vean ramas espinosas.
Las deudas que respiro
Sólo barro en mis huellas,
en cada cosa que toco,
en las sombras que sigo siendo.
Cada día cavo mi propia tumba y me refugio en ella a morir sin prisa,
mis manos delatan lo que hago pero pocos reparan en los rostros,
ahora la sangre se repite
la calle clausura sus intentos
y las voces que llaman a las puertas regresan vacías y profundas.
Yo Isla dentro de la isla.
Soplo que se detiene sobre el cuerpo.
Consejo que carcome mi osamenta para mantenerme recóndito,
inalcanzable,
ajeno,
y aparentar que soy luz de mi casa
al disimular que aún hay esperanza.
Lavo el barro en la mirada para resarcir las deudas que respiro.
Clausuro una estación y me destierro.
Salgo de mí,
afloro del instante que dura la muerte, la desnudez
y me alejo de las horas que horadan la piel,
escribo versos.
Jardinero inexperto
Arrancaba sin saber
esas espinas que te hacen fuerte.
Mi experiencia de jardinero me delata.
Abrázame,
cubre mi desnudez con tus pétalos.
Soy quien busca una isla-jardín,
quien caza la redondez de la luna.
Soy quien desconoce los castigos y busca tu aliento,
quien dispara torpezas que regresan con las manos apretadas.
Improviso un campamento.
Declaro el fin de la paz y las hostilidades.
Mi experiencia de jardinero me delata.
Primero lo primero
Busco quizá algo distinto para vagar dentro de mis impulsos,
algo que me aferre al peso de los días y las flechas,
algo que asegure que la vejez es siempre,
que me amordace para no vociferar lo que padece mi alma:
estoy enfermo de la grata inexistencia.
Busco en la derrota inatrapable otras sacudidas para encontrar reposo,
para bajar al fondo de los mares y rescatar mi voz y sus pedradas,
para acusarme inerte-fingido-cobarde que ofrece lágrimas,
eco entre la niebla escasa,
ausente.
Busco el atrevimiento de cortar la sombra,
las ramas obedientes que no salvan de imprevistos,
el esfuerzo de apagar lo suficiente que persiste.
¿Puedo pensar en otra cosa?
Busco primero, luego existo.
- Cuatro poemas de Osmari Reyes García - viernes 22 de junio de 2018