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Poemas de Cristina Guzmán

viernes 26 de octubre de 2018
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De horas

A la luz
del reloj
que supura
horas de oro,

surge
la instancia exacta:
ruge
el león tendido
a mi diestra.

Se alza, la bestia,
no siento temor:
arde en mí su instinto,
su hambre
de reino perdido
por la jaula.

Los instantes pasan
por su mirada rojiza,
los instantes huelen
a ira en su aliento.

Ah, se relame
en el goce del acecho,
alarga la dulce espera.

 

La espina

Atiendo
una búsqueda,
como un rezo.
Acoger o negar,

es tallar la espina
que conjuga
el bien del mal
con el mal del bien.

Apenas, asir
la palabra frágil
por el signo
que reside en el rocío.

Una invocación urde
el misterio del nombre
inexacto,
que suma la duda y la sed;

el augurio
de la cicatriz hermosa
que remite
al dolor de origen.

 

Intemperie

Las ratas cruzan
por el cielo de los cables,
recorren
nuestro silencio.

Quiero al perro
que sufre mis hambres,
quiero al sereno
que rasura mis huesos.

Quiero
tu cuerpo,
parece ser robusto ante la sombra
del fuego pequeño que sostengo.

Ven,
que arde el cristal.
Tiembla la sien,
nos tienta el crujido.
Cada bocanada nos llena.

 

Silbido

fue
en el vórtice de plumas y pajas
rodaba calle abajo

estuvo
en la apoteosis de la lluvia
sobre el zinc

cosió
la neblina en los cuellos de las mujeres
ellas acudían a la guardia de madrugada

arreciaba
en la brisa que arrebató
el sombrero al coronel

silbó
por el altavoz del amolador, reúne
la multitud que va cuchillos en mano

ascendía
en el vapor de la tarde
acuciando bajo los senos

olfatea
sobre el cuerpo hallado
no le deja caer los párpados

 

La puerta

El beso mordido
arde al paladar, ahonda
la hermosa confusión,
estremece mi juicio
sobre la luz y la sintaxis,
en este túnel
repite el silbido
del silencio.
La puerta tiembla,
abrir o cerrar
ya no importa
adentro o afuera
está el abismo.

 

Texto

Empuño

cada página
padece
un síntoma

la navaja
afila

sin escindir
el cuerpo

otro vacío

lo augura

 

En el gemido

Al agua se lanza:
sus senos rozan las burbujas.
En un torrente,
la otra

la amarra y atan sus lenguas,
hasta quebrar el oxígeno.
Decir una es decir: “Ven, sucumbe a la otra”.
Una escorrentía espesa subyace;
el gemido enuncia toda falta, el nudo es dolor.
Cesa.

 

Recuerda tu casa de agua

Zambullir tu aliento al agua,
quieren burbujas
por enunciado de muerte.
No les des tal goce:
impulsa tu cuerpo, asciende
mil y tantas veces,
hasta que ardan de coraje
y en sus temblores
asomarán sus miedos, tú
los habrás despertado.
Recuerda tu casa de agua,
tu origen anfibio.
Si lograran entregarte,
sólo cesarán un cuerpo:
tu aliento,
corriente mortal.
En ti naufragarán.

Cristina Guzmán
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