De horas
A la luz
del reloj
que supura
horas de oro,
surge
la instancia exacta:
ruge
el león tendido
a mi diestra.
Se alza, la bestia,
no siento temor:
arde en mí su instinto,
su hambre
de reino perdido
por la jaula.
Los instantes pasan
por su mirada rojiza,
los instantes huelen
a ira en su aliento.
Ah, se relame
en el goce del acecho,
alarga la dulce espera.
La espina
Atiendo
una búsqueda,
como un rezo.
Acoger o negar,
es tallar la espina
que conjuga
el bien del mal
con el mal del bien.
Apenas, asir
la palabra frágil
por el signo
que reside en el rocío.
Una invocación urde
el misterio del nombre
inexacto,
que suma la duda y la sed;
el augurio
de la cicatriz hermosa
que remite
al dolor de origen.
Intemperie
Las ratas cruzan
por el cielo de los cables,
recorren
nuestro silencio.
Quiero al perro
que sufre mis hambres,
quiero al sereno
que rasura mis huesos.
Quiero
tu cuerpo,
parece ser robusto ante la sombra
del fuego pequeño que sostengo.
Ven,
que arde el cristal.
Tiembla la sien,
nos tienta el crujido.
Cada bocanada nos llena.
Silbido
fue
en el vórtice de plumas y pajas
rodaba calle abajo
estuvo
en la apoteosis de la lluvia
sobre el zinc
cosió
la neblina en los cuellos de las mujeres
ellas acudían a la guardia de madrugada
arreciaba
en la brisa que arrebató
el sombrero al coronel
silbó
por el altavoz del amolador, reúne
la multitud que va cuchillos en mano
ascendía
en el vapor de la tarde
acuciando bajo los senos
olfatea
sobre el cuerpo hallado
no le deja caer los párpados
La puerta
El beso mordido
arde al paladar, ahonda
la hermosa confusión,
estremece mi juicio
sobre la luz y la sintaxis,
en este túnel
repite el silbido
del silencio.
La puerta tiembla,
abrir o cerrar
ya no importa
adentro o afuera
está el abismo.
Texto
Empuño
cada página
padece
un síntoma
la navaja
afila
sin escindir
el cuerpo
otro vacío
lo augura
En el gemido
Al agua se lanza:
sus senos rozan las burbujas.
En un torrente,
la otra
la amarra y atan sus lenguas,
hasta quebrar el oxígeno.
Decir una es decir: “Ven, sucumbe a la otra”.
Una escorrentía espesa subyace;
el gemido enuncia toda falta, el nudo es dolor.
Cesa.
Recuerda tu casa de agua
Zambullir tu aliento al agua,
quieren burbujas
por enunciado de muerte.
No les des tal goce:
impulsa tu cuerpo, asciende
mil y tantas veces,
hasta que ardan de coraje
y en sus temblores
asomarán sus miedos, tú
los habrás despertado.
Recuerda tu casa de agua,
tu origen anfibio.
Si lograran entregarte,
sólo cesarán un cuerpo:
tu aliento,
corriente mortal.
En ti naufragarán.
- Poemas de Cristina Guzmán - viernes 26 de octubre de 2018