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Cinco poemas de Joaquín Armando Terrazas Ibarra

lunes 26 de noviembre de 2018
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Señales y retornos

Ahí están, colgadas de los árboles
amarradas a los troncos rotos
una centena de grises señales de retorno

en bosques parcos y secos,
duermen esas lumbreras oscuras
una tras otra, escaleras de tiempo
de bajada únicamente
al molino donde muelen
los años nuestros dientes de leche

en la aurora que bulle de silencio
suenan pasos como gotas arrastrándose
son botas sobre ramas y hojas secas
en lento descenso, una tras otra
como dudas que dejan migas de pan
para los caracoles y los lobos

Ahora vamos, ahora vamos
inundados, ya volvemos
persiguiendo los retornos
desandamos la inocencia
con la boca como niños
embarradas de penumbra.

 

Mas no desenlace NO

Mas no dijimos adiós
dejamos las palabras
retorciéndose en el suelo
hicimos una pausa
entre esta madrugada
y el siempre
nos asimos de los portales,
de la luz horadada,
convencimos a la brisa
que sudaba faros de lejanía,
que este no era puerto de despedida,
nos amputamos las manos
y las miradas
derramamos las señales
en suelo agreste
—allí no van a germinar jamás—

hubo introducción, nudo
mas no desenlace,
la cuerda del tiempo
desató la mudez

Sembrada quedó
una tenue luz
un hito inamovible
una frontera minada
un niño ahogado en la orilla del mar

Sin las palabras de rigor
esto es apenas una pausa
tal vez indefinida
en esta tierra de bocas
sembradas en el asfalto
en este humedal de lenguas
todas tuyas, todas mías
pero
que ya no se tocan más.

 

La carne del adiós que nos sobra

………………..Vamos a rodar por las raíces de los árboles
ulular por las enredaderas de la memoria
avanzar, urdir certezas que duren
sólo una tarde entera
………………..Vamos a levantarnos en armas
nosotros los vencidos, los desaforados
que sabemos hacer del fin
una gran fiesta de carroña
donde rellenamos nuestras muelas
con la carne derrotada que nos sobra
………………..Vamos a titilar por las sombras
como luciérnagas esquizoides
de esas que beben pecho de estrellas
y oyen luces de neón susurrándoles
“todo lo que se yergue debe arder”
………………..Vamos a destilarnos en el barrio
donde la infancia nos hizo adultos
sin preguntar siquiera
si teníamos una brújula o un mapa viejo
que nos defienda del horizonte
………………..Vamos a envolvernos de madrugada fría
pues hemos sabido de otoños, y lo digo en plural,
porque hay un espejo sin fin, despedazado
que sirve de azulejo a esta casa en que me he convertido
donde miles de pies idénticos a los míos
dejan su estela de sangre y tendones
mientras en círculos concéntricos
buscan un arrullo entre los compases
que cada nuevo paso regala
………………..Vamos a tararear el son de las hojas que caen
porque aquí al llegar el sol la ceguera amanece
poblada de miradas huidizas
que finalmente se encuentran entre sí
y al reconocerse bullen y anochecen
y entre alas de mariposas nocturnas
juegan a esconderse de los adioses
Vamos a escondernos de las despedidas
de las fiestas del silencio
de los sueños alquilados
de la banda sonora y los créditos
que nos indican, sin lugar a dudas,
que debemos levantarnos de la butaca
y caminar a quién sabe dónde…

 

Estatua del poeta

Mordiendo desenfrenado el polvo
insolente, abrumador, desértico visitante
hijo de mausoleos que derraman clavos
hermano de una palabra
hastiada de pronunciarse

Intermediario del hambre errante
velo oscuro y fino que envuelves la memoria
con tu delicada piel de telaraña asesina
cubres lo innombrable, lo que no quiere irse
todo en tus manos ardiendo con calor solar
todo se derrite ante ti, todo se escurre
como agua hirviendo en los puños cerrados

Tu nombre es inmigrante quebradizo
de fronteras ilimitadas, barridas por la brisa
Vemos el desdén con que mueves los hombros
nada en verdad te inquieta, cumples tu misión
es eso lo que mella las rocas de tu orilla
todo lo cubres, todo lo entierras
nadie te mira fijamente sin cerrar los ojos.

 

Sol de cera

Un sol de cera se derrite
con lentitud humana
con la pesadumbre de los dioses
como las vidas nocturnas

—Pájaros nadando en el horizonte—

Un sol de cera se derrite
dejando sobre mí su argamasa
como una estatua en la acera
muerto de ojos y de manos
escaso de piernas y pies

En el centro de mi hábitat
las hojas corren y corren despavoridas
las palmeras se arrodillan a llorar
para abandonarse al cortante frío
a la única lluvia que atormenta su existencia

—el presagio del fin en la brisa huracanada—

Sorbo a sorbo se bebe la copa carmesí
todo sol se derrite al arder.

Joaquín Armando Terrazas Ibarra
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