El canto de la sierra
PurpleHaze, mi saliva encendió tu cabello, pradera reluciente, en la noche donde las cosas todavía eran niños. Te perdiste y yo te encontré en una sola palabra, antónima de oasis, pero no era yo, porque aún te estaba escuchando. Cuando regresaste, apenas dormidos, algo sándalo vino a trinar en nuestra ventana. Pasa, le dijiste, con una voz recientemente sesgada por la turbulencia. No grites que se va, llámala frotando esos pendientes de nubes que trajiste del espejo nocturno. Ella pidió una silla y agua, costumbre arraigada en el siglo XVI cuando los barcos ostentaban pequeñas neuronas perdidas. La montaña pasó con su verde mármol de palabras y el día se aproximó al mutismo que sólo los pájaros escuchaban. Aquí está la piel de la tierra rasgándose las patas. Vas a ver cómo se acuesta, más tarde.
Alguien
Alguien camina torbellinos de gota. Pequeña, como quien padece de recuerdos. Eres así arena amiga, tan lejana que puedo tocarte; toda la visión de tu contorno sincopado; una hoja en blanco donde habitan los demonios. Conduzco hacia el sol por la silueta de tu playa. Tú sólo confías en el huracán de la rosa, en el monstruoso trinar de Yogg-Saron. Confías en lo que confías y no. Deja de ser ese anillo. Enséñame a quedarme despierto como los fantasmas. Si estás en el barranco serás alguien, cofre, uno; alguien superpuesta entre maizales; móvil. Allí donde deberían estar las cartas, guardo el sentido de tu existencia. Ya no eres nunca y despiertas cada vez que se va derritiendo la ola. Singular y desde aquí te veo.
Guitarra de mar
Los acordes están en cualquier parte del globo, pero en la playa, el mar con sus dedos de arena, rasga las olas y el tiempo se detiene. Una guitarra de mar no tiene cuerdas; tiene peces y pedacitos de conchas que suenan al compás de las pequeñas cabezas de pescado que se erigen junto a las piedras. Una serenata de viento y agua invoca a Norah Jones. ¿What am I to you? Estamos juntos pero el reloj se ahoga. Desactiva tus pupilas y deja que susurre la sal que danza por tu cuerpo.
Triste
Triste está la mujer que se deja volar por el viento, se agarra, toma de la mano un bisturí y se llena la boca de pergaminos. Aquí estoy con un café alado que se escapa por el humo; ven acá, y lo trae, por eso ella es una mujer muy triste. No hay nada que olvidar porque aún estamos de pie sobre la madera, desviste la losa con algo que huele a jabón, vino. Esta vez el aire se llevaba su pashmina a la altura de los hombros. Estamos bien pero atados a la sorpresa de que nadie volverá a ser nunca igual, el beso o el mundo nunca van a ser dos iguales, que llamo amor. Ella ha regresado con un tumulto en los ojos; no me lo dice pero yo la he descubierto sacándole las tripas a una zanahoria. La dejó tirada. Yo sabía.
Los cabellos del humo es un proyecto, en formato digital, que mezcla el paint art con la prosa poética.
- Los cabellos del humo (selección) - miércoles 17 de abril de 2019